Capítulo 9.

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- Oye... - dijo, a modo de saludo, y Luisita levanto la vista de su cuaderno de dibujo para ver que Sebastián estaba mirándola - He intentado llamarte.

- Lo sé - Luisita bajo la vista, incapaz de hacer frente a su mirada.

Encendió un cigarrillo y se sentó a su lado en el banco. Durante mucho tiempo, ninguno de ellos dijo nada. Sebastián parecía contento de ver pasar a los otros estudiantes, y Luisita no sabía qué decirle.

- ¿Cómo estuvo la clase? - dijo finalmente.

- Mira, Sebastián... - Luisita respiro hondo - ... lo de la otra noche...

- Te perdono - dijo.

- Perdonarme - dijo Luisita, estupefacta - No voy a pedir disculpas.

- Perdiste totalmente los estribos, Luisita. Creo que un "lo siento" no estaría mal - él sacudió su cigarrillo - Primero me avergonzaste delante de tu familia...

- Espera, espera, ¿cómo que te avergoncé?

- No me advertiste de que el tema de Manuel era de repente tabú. Somos una pareja. Nos debemos de decir las cosas, podrías haberme dicho algo como, "Oye, mi hermanastro es gay ahora. No fue invitado a la cena" - sacudió su cigarrillo de nuevo - Supongo que no habría estado interesado en el coche, después de todo.

Luisita miraba el perfil de Sebastián, se diviso ante él gritando y golpeándolo con su portátil. ¿Cómo es posible amar y odiar a alguien al mismo tiempo?

- Quiero decir que cuando te dije que habíamos terminado... - Luisita volvió a suspirar. Lo tenía que dejar salir - No quiero estar contigo nunca más.

- No seas estúpida - Sebastián la miró.

- ¿Perdón?

- Podrías pensar que eres tan alta y poderosa con tu pintura, pero ¿qué vas a hacer con tu vida, eh, Luisita? ¿Si rompes conmigo, quien va a ayudarte a pagar por todas las cosas que no puedes pagar por tu cuenta? "Oh Sebas, estoy un poco corta para el material de arte, ¿podrías ponerte en mi lugar?" O "Hola, Sebas, el cable se cortará de nuevo".

- Nunca te he pedido dinero - dijo Luisita, tratando de evitar que le temblara la voz.

- Sí, pero estás muy contenta de aceptar cuando te he ofrecido. Y yo siempre te lo ofrecí - arrojó el cigarrillo en el suelo y volteo para hacerle frente - He estado allí para ti y tu familia en cada paso del camino. Cuando Marisol iba a la cárcel por cualquier truco estúpido, ¿quien puso el dinero de la fianza, eh? Yo. Cuando tus padres chocaron el coche, ¿quién compro una batería nueva? Yo.

- Ellos te lo han devuelto siempre - dijo Luisita - Y ¿por qué siempre haces que todo vaya sobre dinero? ¿Crees que me quedé contigo todo este tiempo a causa de tu dinero?

- Estoy seguro que no me hace daño.

- Te estás engañando a ti mismo.

- Entonces ¿por qué?

- Porque yo te quería - dijo Luisita suavemente.

- ¿Y ahora no? - Sebastián la miró seriamente - ¿Eso es todo?

- No estoy más enamorada de ti. Ya no.

Sebastián asintió lentamente.

- Creo que entonces no hay nada más que decir para mí - se puso de pie.

- Espera - dijo Luisita, y excavo en su bolsa para darle su móvil - Debes probablemente quedártelo de vuelta, no sea cosa que luego me lo cobres.

Sebastián tomó el objeto en sus manos y lo miraba hacia abajo. Después de un momento, pasó el brazo atrás y tiró el móvil contra la pared junto a ellos. Fue destruido en varios pedazos y se esparció por todo el suelo.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora