Capítulo 26.

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- Solía venir aquí cuando yo era pequeño - dijo Anthony, mientras entraban en el Guggenheim a la mañana siguiente.

- ¿Ah, sí? - Luisita habló, pero sin prestar mucha atención, tomó distancia por el propio museo.

No podía evitar sentir una sensación de reverencia cada vez que pasaba por sus puertas. Siempre estaba iluminado se dio cuenta en primer lugar, la caída luz hacia abajo desde arriba, a veces se imaginaba que esto era lo que el cielo debia ser. Levantó la vista hacia la rampa en espiral enroscada como siempre hacia arriba, y sonrió.

Anthony estaba hablando, y Luisita pronto recordó que estaba allí.

- ... Y entonces mi mamá nos alcanzaba eventualmente.

Luisita se rió y noto que reía demasiado, sintiéndose culpable de que había perdido la historia. Pensó en pedir disculpas y pedirle que la repita, pero antes de que pudiera decidirse, el momento se perdió.

Se dirigieron a la línea de entrada y Luisita trato de pensar en algo que decir, algo que podría provocar algún tipo de conversación. Delante de ellos en la línea iba una pareja de jóvenes vestidos en trajes en juego. Su hija, o al menos la niña que Luisita tomó como que era su hija, estaba al lado de ellos gritando, "cebra" en el suelo.

- ¿Quieres niños?

A Luisita le tomó varios segundos para darse cuenta de que Anthony le hablaba a ella.

- ¿Qué?

- No conmigo - dijo rápidamente - Quiero decir... no me refiero... tú sabes, en general.

No era el tema que Luisita tendría previsto discutir mientras estaba en la línea en el Guggenheim, pero se supone que había peores lugares.

- Ah... - dijo, en un esfuerzo. No tenía una respuesta a esta pregunta - Tal vez... un día. Sabes, en un futuro.

- Que Lejos ¿eh? Eso es interesante. Siempre he querido hijos, lotes y lotes de niños.

- ¿Como veinte...?

- Bueno, muchos - dijo con una risa - Como seis.

- Seis - repetia Luisita como avanzaba la línea. Miró a la niña en frente de ellos que estaba girando una y otra vez sin sentido mientras cantaba. Trató de imaginarse seis - Bien, buena suerte - le sonrió - ¿Pero si tu esposa no quiere seis hijos?

- Bueno, me gustaría dejarlo claro antes de casarme.

- ¿Como en la primera cita? - se rió.

- ¡Tal vez! O quizás lo utilice para ligar aquí en línea ahora mismo. Tú sabes por ahí lo consigo de inmediato.

- Permíteme saber cómo te funciona - dijo Luisita y se rió. La línea se movió de nuevo - ¿Pero si encuentras a la mujer perfecta y ella no quiere tener hijos?

- Entonces ella no sería la mujer perfecta.

Luisita asintió pensativa en eso.

- Admiro tu convicción - dijo, aunque lo que quería decir es que ella lo envidiaba.

Desesperadamente quería ser el tipo de persona que sabía exactamente lo que quería.

- Bueno, ¿qué hay de ti? ¿Hay algo sobre lo que sientas muy fuertemente?

Había muchas cosas sobre las que creía firmemente Luisita: el medio ambiente, los derechos de los animales, el arte. Pero ella no quería profundizar más que eso. No ahora, ni allí, de pie en línea en el Guggenheim, situados entre extraños.

- No realmente - dijo finalmente - Quiero decir, estoy segura de que debe haber, pero yo no soy demasiado exigente.

Finalmente llegó su turno y Luisita insistió en pagar su entrada. Podría no haber sabido lo que quería, pero ella sabía lo que no quería: no quería caer en lo viejos patrones. No quería una persona que piense solo en dinero.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora