Capítulo 29.

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Amelia revolvió el té helado en su vaso, impaciente e irritable, pero sobre todo hambrienta.

- ¿Dónde diablos está? - ella miró a su alrededor en el restaurante, pasando por alto los curiosos, las interesadas miradas de extraños, moviles furtivamente capturando su imagen, mientras la veían al pasar.

- Su vuelo se retrasó - dijo María - Cálmate. Comete un panecillo.

- No quiero un panecillo - espeto Amelia, pero agarró uno de todos modos. Echo un vistazo a modo de disculpa en dirección a María - Lo siento. No dormí lo suficiente.

Ignacio aclaro su garganta y se inclinó hacia adelante.

- Cuéntanos más sobre ello. Tú y Lourdes estaban pasándola bien cuando las deje.

- ¿Lo estaban? - preguntó María. Amelia sacudió la cabeza en dirección a su amiga.

- No, no estábamos.

- Oh vamos - dijo Ignacio - No puedes decirme que nada sucedió.

- No pasó nada.

María frunció el ceño.

- ¿Pero nos dirías si hubo algo, verdad? Nos estarías toda... silenciosa y misteriosa.

- Por supuesto que sí - Amelia arranco un pedazo de pan - Pero no pasó nada. Ella perdió el conocimiento en mi sofá y se escabullo mientras yo estaba en la ducha. Y entonces se topó con Luisita.

Luisita que había ido a las seis de la mañana, con café, sólo para decir hola. ¿Por qué? Amelia se había preguntado eso a sí misma todo el día; obsesivamente.

- ¿Te refieres a que ella se escabullo después de haber disfrutado de una sensual ducha juntas? - Ignacio le guiño un ojo y Amelia le tiró un pedazo de pan en la cabeza. Se reía cuando aterrizó en su vaso de agua.

- ¿Podrían pretender ser adultos durante cinco minutos? - María no parecía capaz de decidir a cual de ellos mirar con desaprobación primero.

- No hay absolutamente ningún lado positivo en eso - sostuvo Ignacio, sacando el pedazo de pan de la copa con una cuchara - Estás pagando por el agua - dijo a Amelia.

Hizo una mueca y se dirigió a María.

- ¿Qué sucede?

- ¿Viste las aplicaciones que te envié?

- ¿Aplicaciones de qué?

María la miro enojada.

- Para tu asistente.

- Ah - lo había olvidado por completo - Yo no las vi. Pero lo haré.

- ¿Cuándo?

- Cuando tengo la oportunidad.

- ¿Cuando será ese momento?

Amelia miró a Ignacio.

- ¿Cuándo será eso?

- Mierda, ¿se supone que debía hacer el seguimiento de esas cosas? - Ignacio frunció el ceño - Hmm.

- Por favor, contrata a alguien - suplicó María - Hazlo por mi cordura.

- Bueno, ¿qué tal ahora? ¿Tienes las solicitudes?

- Por supuesto que sí - María se iluminó - Incluso las reduje para ti. La mayoría no estaba completamente cualificado, pero estos son los mejores. Pero lo siento, ninguno de ellos será más impresionante que yo - ella entregó algunos archivos - Puse en relieve las partes pertinentes.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora