Capítulo 3.

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El día se había extendido interminablemente. Los minutos se habían congelado por horas.

Había vuelto al Central Park por un capricho, deseando tan sólo escapar de las sofocantes paredes de la habitación del hotel, sólo por querer participar en algo distinto de su propia vida. Era suficiente sentarse allí; oculta bajo una peluca y grandes gafas de sol, y ver otras vidas pasar en el murmullo de las conversaciones fragmentadas. Era suficiente con simplemente mezclarse entre ellas.

- Oye, ¿no eres esa chica de la tv? - Amelia miro a Ignacio caminar hacia ella.

- ¿Cómo me encontraste?

- María te inserto un ingenioso dispositivo de localización en el cráneo, ¿no lo sabes? ¿De qué otra manera se podría mantener en contacto contigo? - Ignacio miró a su alrededor - Buen día, por cierto.

- Buen día - Amelia le devolvio el saludo - ¿Como realmente me encontraste?

- En primer lugar, es bastante presuntuoso suponer que yo te estaba buscando. Se me antojo salir a correr, sin meterme con nadie, cuando al ver a una joven con una horrible peluca me asuste. Tras una investigación más cercana descubrí que la mujer no era otra que mi mejor amiga - se sentó a su lado y sonrió - Ahí lo tienes.

- ¿Así que me estas diciendo que solo pasabas por aquí?

- Sí.

- ¿Y que no estabas instigando a todos para que te lo digan? Por ejemplo, ¿el gerente del hotel no hablo contigo antes de salir?

- No.

- ¿Estás seguro?

- No puedo estar más seguro.

- Correcto.

- Bueno... - dijo Ignacio encogiéndose de hombros - Pude haber escuchado algo acerca de que venías al Central Park. Pensé que era una excelente idea.

- Mmm, lo era - Ignacio simplemente asintió, y Amelia
limitó su atención. Cayendo en un cómodo silencio - Yo estaba pensando... - dijo Amelia, cortando el silencio entre ellos con su suave voz - ...que podría venir a vivir aquí. Tal vez después de terminar el programa.

Cuando Ignacio no dijo nada, Amelia se volteo a mirarlo, sólo para encontrar que su atención estaba puesta en una mujer rubia muy alta.

- O quizás simplemente me monte un trío con algunos
elefantes del espacio exterior - añadió Amelia despreocupadamente.

- ¿Qué? - Ignacio se volteo a mirarla un segundo - ¿Qué trío? - dijo regalándole una sonrisa torcida - Lo siento. Yo solo estaba... eh...

- ¿Comprobando la carne local? - adivino Amelia.

- Es lo que hay de cenar - detrás de sus gafas de sol, Amelia puso sus ojos en blanco.

- Eso es desagradable.

- No hay nada desagradable en la unión de un hombre y una mujer - respondió Ignacio - O incluso un hombre y dos mujeres. O tres...

- Si apenas puedes arreglártelas tu solo, ¿qué vas a hacer con tres mujeres? - Amelia solo sonrió.

- ¡Oye! - Ignacio frunció el ceño - Tú sabes que puedo manejarme muy bien yo solo

- Tú solo, si claro, como no.

- Lo mismo tendría que decir yo.

- Cállate - pidió a su amigo.

- Tú comenzaste.

- En fin... ¿Qué te parece?

- ¿Acerca de?

- Acerca de lo que he dicho antes.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora