Capítulo 35.

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- Estás mirándome - dijo Luisita, sin mirarla. Parecía divertida mientras miraba por la ventanilla de la limusina.

Estaba mirándola, y no le importaba siquiera. Todo lo que Amelia podía pensar era besar los hombros de Luisita, deslizar su mano por debajo de ese vestido rojo y deslizar sus palmas por la parte interior del muslo de la artista.

- Me has convertido en una pervertida - fue lo unico que dijo.

Luisita rió y el corazón de Amelia bailó ante el sonido.

- Oh, ¿así que es mi culpa, entonces? - preguntó, apartándose de la ventana.

- Yo era inocente y virginal hasta que te conocí y ahora tengo todos estos pensamientos sucios en mi cabeza.

- ¿Qué tipo de pensamientos?

Amelia se mordió el labio. Ella era demasiado tímida para decirlo. Luisita sonrió y pasó el dedo por el brazo de la actriz.

- Su timidez es entrañable, Srta. Ledesma.

El contacto hizo vibrar al cuerpo de Amelia. Respondió al comentario de Luisita con un beso, deslizándose cerca de ella hasta que no hubo espacio que quedara entre ellas.

Besar a Luisita siempre la sorprendía. El contacto inicial era siempre sorprendente, como el primer contacto de algo que ansiaba mucho. Se calmaba una parte oculta, inquieta en ella. Y mientras que sus emociones se arremolinaban, su cuerpo respondía. Su piel se quemada con la necesidad de tocar y ser tocada.

- ¿De quién fue la idea de dejar la casa?

- Tuya - respondió Luisita, con los labios en el cuello de Amelia - Tu perfume me vuelve loca. ¿De qué es?

- No tengo idea - dijo Amelia, porque no podía recordar mucho de nada.

La mano de Luisita estaba en su muslo, empujando la tela de su vestido lentamente hacia arriba.

- Podríamos volver atrás - Luisita le susurró al oído.

- Sí - dijo Amelia, y no estaba muy segura de lo que estaba diciendo.

Entonces sintió a la limusina parar por completo y hechar un rápido vistazo por la ventana, se dijo que ya era demasiado tarde. Su conductor ya estaba fuera. En un momento, la puerta se abriría.

- Oh no - dijo Luisita, y retiró la mano.

- Tuve la peor de las ideas - Amelia murmuró, y se enderezó su vestido.

- Yo no lo sé - dijo Luisita, sonriendo - El juego previo es bastante divertido.

El conductor abrió la puerta antes de que Amelia haya tenido la oportunidad de hacer más comentarios, pero estaba sonriendo cuando salió. La brisa enfrío su ardor en la piel y estaba agradecida. Respiro hondo.

El restaurante estaba lleno. Podía decirlo por la multitud de gente que esperaba cerca de la entrada.

- ¿Nos las arreglamos para conseguir una mesa? - preguntó Luisita.

- Tenemos una reserva.

Ellos han conseguido una mesa sin una, pero Amelia no quería decir eso. Sospechaba que Luisita pensaría que es injusto que ella usara su fama para cortar delante de la gente. Hace un año, Amelia no habría pensado dos veces. Pero en estos días, pensaba en todo.

- Amelia, gracias a Dios.

Amelia se congeló ante el sonido de la voz.

¡Oh, no! No. No. No ahora, pensó. Su madrastra apareció de pronto ante ella.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora