Obediencia

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Luego de pensarlo por breves segundos, sonrió y salió de la oficina, acomodándose la corbata sin decir ni una sola palabra. Tengo clarísimo que no es conveniente ligarse con un compañero en el sitio de trabajo, pero una pequeña lección le servirá al gato para que no vuelva a sacar las garras donde no debe.

Ajusté mi falda en su lugar y salí de la oficina tras asegurarme de que el Sr. King no necesite nada de mí. Con cada paso que voy dando hacia la otra oficina con la que cuenta este piso, la sangre corre por mis venas a gran velocidad. No es para menos. Estoy ansiosa. Mi cuerpo ansia ser devorado como hace mucho ningún hombre lo hace. Sebastián conoce los puntos clave para hacerme detonar, a pesar de haber sido una sola una vez la que estuvimos juntos. La única conexión de nuestros cuerpos fue más que suficiente, pues en cada beso o caricia él supo satisfacer todas mis necesidades. 

Llegué a la oficina y entré sin pedir autorización, encontrándome de frente con una sonrisa muy sensual. Las ganas se revolucionaron aún más fuerte con el aroma tan varonil que brota de su cuerpo. No me permitió dar ni un solo paso, porque en un pestañeo me acorraló en la puerta con su cuerpo y levantó mi pierna a la altura de su cadera. El roce de su pene en mi muslo, me hizo morder el labio con fuerza.

—No tenemos mucho tiempo para jugar, así que siéntate.

—Quiero jugar, Jade. Quiero hacértelo como aquella vez — empezó a esparcir besos húmedos por todo mi cuello, deslizando su lengua por mi piel y haciéndome vibrar.

—No estás entendiendo. Aquí no estamos en el medio de la nada, estamos en la oficina trabajando.

—Estamos trabajando — acto seguido, robó mis labios, exigente y deseoso, acribillándome contra la puerta y ahogándome con su sabor—. Sé una chica mala solo por hoy.

Lo besé de vuelta, disfrutando de la suavidad y la humedad de sus labios. Poco a poco fui acariciando su pecho y sus hombros, mientras él apretó mi trasero, pegándome aún más a su cuerpo.

—Siéntate en el escritorio — demandé.

—Como tu ordenes — mordió mi labio inferior antes de separarse e ir a sentarse muy obedientemente en el escritorio.

Y, como en el viejo recuerdo, el salvajismo de su mirada me recorrió por las venas con cada paso que fui dando hasta él a la vez que desabotoné mi propia camisa. Me puse entre el medio de sus piernas y me acerqué a su oído, a lo que él atrapó mi cintura en sus manos, acariciando parte de la piel expuesta de mi cadera. El temblor que me sacudió con el roce de sus dedos, se extendió a mi vientre bajo.

—¿No te conformas con solo una vez, gatito goloso? — atrapé su oreja en mis dientes y gimió—. Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo es que sigues pensando en mí?

—Una mujer tan fiera como tu es difícil de olvidar — recorrió mi espalda, erizándome al instante de pegarme al bulto de su pantalón—. Además, te aprovechaste de mí. Lo mínimo que puedes hacer es devolverme un poco de todo lo que me quitaste esa noche.

—No sé por qué dices que me aproveché de ti. Si hubieras sido un buen gatito, créeme que no hubiéramos terminado haciendo cositas tan sucias y suculentas esa noche. Pero eres incluso más atrevido de lo que soy yo   —reí—. ¿A poco olvidas todo lo que me seguías pidiendo? Eres un gatito muy hambriento.

—Aún sigo teniendo hambre de ti. Además, no puedes culpar algo que no se puede controlar. Mi mente ha jugado conmigo durante mucho tiempo, teniendo un recuerdo vago de una diablilla con rostro de santa. Ahora bien, desde que te volví a ver, esas fantasías han ido incrementando el deseo que siento por ti.

—Hablas mucho y no entiendo a lo que te refieres — me quité la blusa para luego despojarme del sostén—. Tienes prohibido morderme, gatito goloso.

Sonrió, antes de remojar sus labios y acercarse a mi pecho. El calor que brota de su aliento chocó en mi piel, provocando un sinfín de mareas en mi interior. Al mover sus labios sobre mis pezones, un gemido escapó de mis labios, más cuando su lengua trazó un círculo alrededor del mismo y lo atrapó entre sus labios con fuerza. Tiró de el, mientras me dedicaba una mirada sumamente tierna. Se alternó en ambos senos, succionando, lamiendo y chupando mis pezones sin llegar a morderme. A penas sus dientes me rozaban pude sentir como la agonía y la ansiedad crecía en él, pero algo que me gusta de él es su obediencia. 

—Están mucho más grandes y jugosas — sacudió el rostro entre ellas y reí.

—Luego te diviertes con ellas a tu antojo, por ahora debemos apurarnos.

—¿Por qué tanto afán, lindura? — subió la falda hasta mi cadera.

—Aunque me caliente el hecho de hacerlo en la oficina, no deja de ser incómodo. El sr. King tiende a tener cámaras incluso hasta en los baños. De seguro nos han de estar viendo.

—Haz de cuenta que estas cumpliendo una de tus fantasías. ¿Acaso no te pone que te vean? — rasgó las medias por completo en la parte de mi trasero—. Yo estoy por cumplir una de las tantas que tengo contigo... —asestó varias palmadas seguidas en mis nalgas, haciéndome sentir un delicioso, pero doloroso placer.

Aun con la piel latente por sus palmadas, golpeó una vez más mi piel. Todo indica que el gatito dejó de ser obediente, por lo que, no me quedó de otra que detenerlo y presionar sus manos contra el escritorio.

—Vuelve a golpearme y tus fantasías se irán por el mismísimo inodoro como mierda. ¿Entendido? — mordí sus labios y el sabor metálico de la sangre se deslizó por mi garganta como agua.

—Sí, bizcochita.

—Así me gustan los gatitos — lamí paulatinamente sus labios—. Has destrozado mis medias.

—Te compraré muchas, para luego romperlas todas — sonrió ladeado.

Me quité los tacones, luego las medias y por último la fina y diminuta tanga. Volví a ponerme los tacones y subí la pierna izquierda al escritorio, apoyando el tacón en el borde de la madera. La mirada llena de lascivia que me dio, subió mi ego y me hizo sentir el doble d segura de lo que soy. No puedo ser perfecta, pero tampoco tengo un mal cuerpo. 

—No sé si podré contenerme — confesó, viendo mi vagina como si se tratase de una maravilla—. Mierda, aun tienes ese piercing.

Me alejé al verlo con la intención de tocarme.

—Recuerda lo que te dije, bebé.

—No me pidas eso, Jade — presionó los labios, su pecho subiendo y bajando al mismo ritmo acelerado de su respiración—. No cuando has estado por tanto tiempo en mi mente.

—Sabes que la recompensa será mayor — volví a la posición de estar abierta ante él, remojé mis dedos con mi propia saliva y los llevé directamente a mi clítoris, presionando el arete que brilla en aquella parte de mi cuerpo—. Eso sí, si haces todo lo que yo te pida y seas un gatito obediente. De lo contrario, tendrás que usar tus manos para bajar la tensión.  

Noches De Fantasía[En Físico][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora