Juego

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Después de dos semanas de no saber absolutamente nada de Sebastián, empecé a sopesar la idea de preguntar por él al Sr. King, pues al ser su sobrino y mi futuro jefe, es normal que sepa sobre su paradero. Si tan interesado se mostró en mí, ¿por qué perderse de la misma forma en la que llegó? Si su propósito era que lo tuviera en mis pensamientos, logró su cometido. No hay momento en el día que su jodido rostro no arruine mi salud mental. Además de que mis hijos son bien parecidos a él. Y todo se hace más difícil de olvidar. Empiezo a pensar que lo único que comparto con ellos es el vínculo sanguíneo, porque el rostro, el encanto, las sonrisas y en los ojos se parecen es a ese hombre.

Me encontraba preparando la entrevista del Sr. King cuando las puertas del ascensor se abrieron, avisando la llegada de una persona. Y no cualquiera; nada menos que el papi de mis retoñitos. Desde que el Sr. King me envió un correo explicándome de la presencia de Sebastián en pocos días, la ansiedad me estaba consumiendo, porque en su llegada tendría que estar todo el día con él, ayudándole a cumplir cada una de sus funciones.

Vestido elegante e impecable de pies a cabeza, con aquella sonrisa mortalmente deliciosa en los labios y con una mirada mucho más electrizante que hace dos semanas atrás, llegó impregnándome de su presencia juguetona. Se ve realmente guapo. A su lado, la mujer que ha hecho hasta lo indecible por conseguir una primicia de mi jefe, apareció con él; coqueteando y lanzado risitas con cada palabra que del gatito goloso decía. Tan pronto estuvieron frente a mi escritorio, me levanté de mi silla y cruzamos una vaga mirada.

—Buenos días, Srta. Beckham. El Sr. King la espera — saludé maliciosamente, pero sin perder la formalidad—. Buen día, Sr. Sebastián.

—Es un placer volver a verte, Jade — sonrió ladeado, petrificándome con esa mirada tan sensual que tiene.

—Buenos días, señorita — la chillona voz de la mujer, advirtió su presencia—. Le venía comentando al Sr. King, que me hace muy feliz que por fin me reciba luego de tantos intentos fallidos.

—Disculpe interrumpirla, pero el Sr. King la espera. A él no le gusta la impuntualidad.

—Por supuesto — pestañeó la fémina sin dejar de comerse con la mirada al masculino.

—Acompáñeme, por favor — me encaminé a la oficina y escuché los pasos de los dos a mis espaldas—. Adelante.

La modesta oficina del Sr. King nos recibió, tomando por sorpresa a la mujer que solo entró al vacío lugar con la boca abierta. Una vez le señalé un cómodo y enorme sofá de cuero blanco personal, ella tomó asiento con la duda impresa en el rostro.

—¿Y el Sr. King no era que ya se encontraba esperando por mí? — inquirió, viendo la enorme pantalla frente a suyo.

—En un momento está con usted — encendí la pantalla y una mano alrededor de un bastón fue lo que apareció ante nuestros ojos—. Buenos día, Sr. King.

—¿Cómo estas, Jade? Sebastián te dirá en lo que tiene que ayudarle.

—Entendido, señor. La Srta. Beckham está con usted.

—¿Esto es una broma? — se quejó ella.

Sebastián soltó una risita y aunque moría por hacer lo mismo, me mantuve en silencio y a un lado de la puerta esperando las indicaciones de mi jefe. El Sr. King nunca ha mostrado el rostro, ¿Qué le hace creer a esta mujer ser la primera en serlo?

—No, no es una broma. Le aclararé la duda que debe estar rondando en este momento por la cabeza, señorita periodista. No es que no me guste mostrarme ante las personas, es que solo a las más cercanas a mí les permito compartir de mi tan preciado y valioso tiempo. Además, empatizar nunca ha sido una de mis pasiones...

Si hay algo que me agrade de mi jefe es su sinceridad, siempre mostrándose ser una misma persona con todos. Vi a Sebastián acercándose poco a mi lado y una maliciosa idea cruzó por mi mente.

—¿Me has pensado? Porque yo sí — susurró en mi oído.

—He tratado de recordar ciertas cosas que te gustaron tanto que hice aquella noche, que no he podido sacarte de mis pensamientos ni un solo segundo — llevé la mano por detrás y agarré su trasero firmemente, enterrando las uñas en la fina tela y su piel—. Es imposible olvidar tan suculentas nalgas.

No dijo nada, pero una parte de mí me dijo que él no es de quedarse quieto por mucho tiempo. Su mano se filtró por debajo de mi falda, y de la misma forma descarada, enterró los dedos en mi piel, sostenido mi trasero en su mano y amasándolo con fuerza avasalladora. Mi piel ardió al traer los recuerdos imborrables de un solo encuentro.

—Qué bueno es escuchar eso, preciosa — la lamida que dejó en mi oído me tomó por sorpresa—. Porque también he pensado en lo mucho que disfrutaremos todos estos días trabajando junticos.

La periodista seguía haciéndole preguntas al Sr. King, lo que aprovechó Sebastián para tocar mi trasero a su antojo hasta que detuvo la mano en el medio de mis nalgas y hundió uno de sus dedos entre ellas, presionando uno de los puntos más sensibles de mis nervios. Las piernas me temblaron de anticipación y mi centro palpitó de emoción.

—Estás jugando peligrosamente, gatito.

—No me importa salir perdedor — presionó un poco más y movió el dedo en suaves círculos—. O puede que esta vez gane el juego.

Fue inevitable el gran poder que sus toqueteos ocasionó en mí, más el tiempo que llevo sin que un hombre, aunque sea me bese, detonó la iniciación de un juego donde solo uno de los dos puede salir vencedor. Tuve que topar mi boca con mi mano para que el gemido no fuese audible para los oídos de la periodista y mi jefe.

—Se siente tan bien estar en la oscuridad y en un lugar tan estrecho — mordisqueó el lóbulo de mi oreja deliciosamente—. Sal conmigo cuando termines tu horario.

Tragué las maravillosas sensaciones que me está haciendo sentir con la poca presión y el movimiento circular de su dedo. Sin importar que nos pillaran, apreté su erección por encima del pantalón y esbocé una sonrisa maliciosa. La humedad que percibo en mi ropa interior le saldrá muy cara al gatito. Nadie tiene el descaro de provocarme y dejarme con ganas, menos cuando no puede hacerme disfrutar como tanto lo deseo.

—¿Y se te hace justoquedarte antojado por sentirme? — ver la manera en la que muerde sus labios yme observa con hambre, hace que ese lado más perverso de mi interior salga listapara devorarlo por completo—. Vaya a la oficina, Sr. Sebastián. En un momentoestaré con usted para ayudarle en todo lo que necesite.

Noches De Fantasía[En Físico][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora