Paranoia

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Llegué a la casa con la sugestión de que el stripper seguía mis pasos, preocupando a mi hermana que se encontraba viendo la televisión en la sala cuando abrí la puerta y la cerré de un portazo, para luego echar doble llave y recostar la espalda en ella.

—¿Qué demonios te pasa? Pareces más corrida de lo normal.

Tiré el bolso al sofá y me senté a su lado soltando un largo suspiro. ¿Por dónde empiezo? Si bien mi hermana conoce todo lo que esa noche ocurrió, más no lo tomó nada bien a los tres meses cuando nos enteramos del embarazo y por partida doble. Pero estuvo a mi lado siempre, siendo el padre de mis dos niños y cuidando de ellos cada que yo no puedo hacerlo.

—Sácalo antes que te ahogues con el — golpeó mi espalda con fuerza.

—El papi de los diablillos apareció.

—¡¿Cómo dices que dijiste!? — abrió los ojos de par en par, como si le fuese a echar gotas en ellos.

—Como lo escuchaste, no eres sorda así que no tengo por qué repetirlo — bufé—. No sé, no me preguntes como apareció, porque aún para mí es como haber vivido una pesadilla. No tengo ni la menor idea del por qué apareció en la empresa donde trabajo diciendo que es el sobrino de mi jefe y recordando algo que ni siquiera fue claro para mí.

—Ajá, sí, te creo que no recuerdas nada. ¿Es el sobrino de tu jefe?

—Eso parece, la verdad no sé qué tan cierto sea eso. Hay algo raro que no me cuadra.

—¿Cómo qué, querida? — llevó una de las papitas a su boca y sonrió—. ¿Cómo es? ¿Cómo está? ¿Sigue igual de sabroso? Porque todos los strippers estaban para embarrar en chocolate y lamer...

—Fíjate, no le presté atención a su aspecto — mentí, ganándome una fuerte carcajada como única respuesta—. Papasote queda corto. Está más maduro, más grande, bien ancho de hombros, carita y cuerpito de modelo de revista. Con el mismo aire malicioso y sexy, pero es un estúpido loco al cual le hacen falta varios tornillos —reí al recordar sus palabras—. Quiere repetirme; usarme y desecharme, así como lo hice yo. ¿Puedes creer lo que dijo ese idiota?

—¿Eso te dijo? Vaya, vaya, al stripper le quedó gustando el navegar por tus aguas — estalló en otra carcajada mucho más ruidosa.

—¿Quieres callarte? Vas a despertar a los niños — la reprendí.

—Son las ocho, aún siguen despiertos — lo dijo con total naturalidad—. Deben estar haciendo diabluras en tu habitación.

—Es tarde, se supone que deberían estar durmiendo a esta hora. Recuérdame porque te pago.

—No lo haces, pero no me voltees la tortilla, desgraciada — me señaló—. ¿Qué tiene de malo que te montes de nuevo al papacito del stripper y papi de tus angelitos? ¡Oh, mi Dios! Ya me veo como la tía seria, espantando a cuan lagartija le quiera saltar encima a mis dos hombrecitos cuando hagan sus bailes cada noche.

—¿Qué mierda dices, Magnolia?

—No me llames así que no me gusta.

—Así te llamas. ¿Acaso no tienes un poco de cerebro? Sebastián es el padre de mis hijos, por lo que estoy segurísima de que él me los quiere quitar. Para eso regresó, no hay otra explicación razonable para que vuelva después de cinco años.

—Sebastián... me gusta el nombre de papi stripper — saboreó cada palabra en su paladar—. Yo no le veo nada de malo de que quiera pasar tiempo con los niños, a fin de cuentas, es su papi. ¿No has pensado que a los gemelos les hace falta la figura paterna? No estoy tratando de decir que estés haciendo un mal trabajo como madre, porque no es así. Eres una madre luchona y que admiro con el corazón. Pero ellos tienen a su padre con vida, no les niegues la oportunidad de conocerse. Tanto los niños, como él tienen el derecho, Jade. Papá moría por conocerte antes de lo que pasó, no te cierres porque no conoces del cariño de un padre. Déjame decirte que es hermoso tener un padre que se preocupe por ti además de una madre. Entre dos, muchas veces el trabajo de la crianza, la protección y el amor es mucho mejor y más equilibrado.

No voy a negarlo, sus palabras tocaron profundamente mi corazón.

—Piénsalo y sácate eso de la cabeza. Si él lo supiese, hace mucho habría peleado por la custodia o al menos el derecho de verlos. No lo juzgues tan a la ligera, el hombre solo quiere enterrártela hasta el fondo y hacerte un par más de diablillos.

Estallé en una carcajada, golpeando su cabeza con la palma de mi mano y me abrazó.

—Relájate, bebé, tú no eres de esas que temen. ¿Dónde está tu malicia? Comételo con todo gusto, luego lo traes a la casa y juegan a la casita feliz con su par de muñequitos — me besó en la frente—. Pediré pizza.

—Lo pensaré — me quedé pensando en las palabras de mi hermana, mientras la vi pedir la pizza. 

Después de todo él es su padre y yo no puedo negarles ese derecho a mis hijos de conocerle. Pero que ni sueñe que podrá usarme como tanto lo quiere. Tal parece que no le quedó claro al gatito cuál es su rol en el juego. 

Noches De Fantasía[En Físico][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora