Cita

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SEBASTIÁN

En lo más profundo de mi corazón, una indescriptible sensación se apoderó de mí. Había visto a mis hijos desde lejos, con las inmensas ganas de escuchar sus voces y apretarlos contra mi pecho. Ahora que los tengo abrazados a mí, no pienso soltarlos nunca más. Son perfectos. Mucho más perfectos de lo que se contemplan por fotos.

Cuando mi tío Ignacio me habló de aquellos niños, todo mi mundo se detuvo. Fue impactante saber que en alguna parte del mundo tendría un pedacito de mí, luego de haber tomado tan drástica decisión en mis primeros meses siendo stripper. Pero también fue una alegría grande, porque nunca imaginé que podría llegar a tener un hijo. Y, aunque puedo revertir la vasectomía en cualquier momento de mi vida, no es lo mismo. Porque no hay mujer que me anime a tener una familia con ella. Ni siquiera creo haberme enamorado alguna vez en la vida. Tuve una novia hace algunos años atrás y, aunque la quise mucho, nunca pude llegar a amarla como ella sí lo hacía.

Entonces sentirme y verme como padre de un par de niños preciosos, es lo más sorpréndete que me ha dado el destino. Más cuando la madre es una mujer que descontrola todos mis sentidos. Jade me gusta; ella me hechizó desde el primer instante que se cruzó en mi camino y se convirtió en una fantasía la cual no podía cumplir. Ahora el poder de su embrujo me pasa factura.

—¿Quién eres? — preguntó uno de ellos.

—¿Cómo te llamas? —cuestionó el otro.

Me separé de ellos y sonreí tontamente. Sin poder creer que soy su padre.

—Me llamo Sebastián, soy un amigo de su mamá.

—¿Amigo? — dijeron los dos al unísono.

—Así es — suspiré.

—Sebas, creo es hora de irnos. Tenemos muchas ganas de ir al cine, ¿no es así, niños?

—¡Sí, sí queremos ir! — salieron corriendo a donde Jade y la abrazaron con fuerza.

—Vámonos, entonces. No perdamos más tiempo — el corazón por poco y me deja de latir cuando uno de los gemelos me tomó de la mano y me guio hacia la salida de la casa.

—¡Adiós, tía!

—Pórtense bien, amores míos — les dijo ella y le sonreí.

Durante el camino al centro comercial me sentí estar volando entre cada palabra llena de cuestionamiento que hacían los pequeños en el asiento de atrás. Jade, con una voz melódicamente cariñosa les respondía con total tranquilidad. De reojo la vi sonreír un par de veces. Antes de bajarnos del auto, me giré hacia ella y la tomé de la mano ya que los gemelos se encontraban observando por la ventana.

—Estás muy hermosa.

—Ya lo sé — sonrió.

—Gracias por permitirme pasar tiempo con ellos.

—No tienes nada que agradecer, Sebas — me dio un leve apretón en la mano—. Es tu derecho, pero tomémonos las cosas con calma, ¿sí?

—Sí, lo sé — los miré y sonreí—. Estoy nervioso, no sé qué hacer o qué decirles.

—Solo sé tú mismo. Deja que el momento perfecto llegue. Recuerda que nunca han visto un hombre como figura paterna, por lo que les llevará tiempo acostumbrarse.

—Entiendo.

Salimos del auto y nos adentramos al centro comercial. Como todo niño, supongo, los gemelos corrieron por el pasillo, viendo maravillados y muy emocionados cada cosa a su alrededor. Por impulso o porque una parte de mí así lo quiere, tomé la mano de Jade y la acerqué mí, rodeando su cintura con mi brazo y estrechándola a mi cuerpo. Está muy hermosa, es imposible no sentirme orgulloso de estar al lado de una mujer tan preciosa como ella.

Estando en la fila para entrar a la sala de cine, aproveché para robarle un corto beso en los labios. Moría por besarla desde que nos encontrábamos en su casa, pero tuve que contenerme lo más que pude para no hacerlo. Ahora que los niños están distraídos, puedo hacerlo.

—En la primera cita no se roban besos — bromeó.

—Ah, ¿entonces sí aceptas que es una cita? — la abracé desde atrás y estampé mis labios en su hombro—. Hemos dado un gran paso, pequeña damita.

—Demonios, eso no era lo que quería decir — musitó.

—Ah, ¿no? — dejé más besos y pequeñas lamidas por su cuello.

—Contrólate, Sebastián — se estremeció—. O harás de esta cita un acto porno para los ojos de tus hijos.

—Pueden que entiendan un poco, después de todo, no nos han dejado de mirar. ¿Has salido con alguien más? Quiero decir, ellos te han visto salir con alguien más.

—¿A qué viene esa pregunta? Y no, nunca he llevado hombres a la casa, donde se encuentran mis hijos. Jamás los expondría a los peligros. Siéntete afortunado en ser la excepción.

—Ya veo.

—¿A que vino ese cuestionamiento?

—Solo fue curiosidad.

En ese momento, empezaron a entrar a la sala de cine e hicimos silencio. Una vez nos acomodaron en nuestros respectivos puestos y mientras mostraban los cortes de otras películas, salí a comprar palomitas y gaseosa. De nuevo Jade se veía en las nubes como analizando la situación en la que nos encontramos. Sé que para ella debe ser difícil, luego de haber criado a los gemelos por su cuenta durante cinco años. Pero espero hacerle ver que mis intenciones son buenas con los niños. Son mis hijos. No les haría ningún daño ni mucho menos separarlos del lado de su madre.

Regresé de vuelta con las palomitas y la gaseosa, minutos antes de que la película familiar empezara a rodar. Los gemelos se devoraron las palomitas, al mismo ritmo en que la película trascurría. Verlos reír por algún gracioso acto de la película, fue el gran motivo para quedarme a luchar por lo que puede llegar a ser una familia. Me gusta mucho la calidez que ellos me están brindando en este momento. Creo que nunca me cansaría de compartir lo que me queda de tiempo con ellos.  

Noches De Fantasía[En Físico][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora