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☀︎︎𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈: 𝗣𝗶𝗹𝗼𝘁𝗼.

𝐍𝐨 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐥𝐨𝐬 𝐫𝐞𝐜𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐚𝐦𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐧𝐨𝐬 𝐚𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚𝐧̃𝐚𝐫𝐚́𝐧.

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Lo último que recordaba era yo dándole mi ojo izquierdo a mi mejor amigo, Itachi.

No supe cómo terminé aquí: debajo de un árbol a orillas de un lago, lo sabía porque lo podía ver a pesar de que cuando me suicide no tenía ninguno de mis ojos, algo que todavía no entiendo del todo.

Era una mañana de primavera, aun confuso, me había arrodillado a la orilla del lago y tomado un sorbo de esa agua, me sentía tan deshidratado, sin energía y extrañado, aún no lo lograba asimilar todo lo que sucedía, pensaba que podría haber sido un gengutsu y que nada había pasado en realidad, pero ahora me doy cuenta de que no fue así.

Aunque ya podía ver no lograba activar mi sharingan o mi mangekyou, mi chakra había desaparecido del casi todo «¡¿Qué había pasado?!» Esa era la única pregunta que rondaba por mi mente en ese momento. Me propuse a buscar información, pero mi cuerpo todavía estaba muy débil como para moverme por mi cuenta y, para mi buena suerte, unos niños de no más de ocho años me encontraron y trajeron a su madre quien muy amigable me dejó apoyarme en ella y guiarme hasta su casa, donde me dio de comer y, en un acto de generosidad pura, me ofreció quedarme en su humilde hogar mientras me recuperaba.

Desperté por los rayos del sol, mis ojos pesaban a montones y mi cuerpo seguía increíblemente adolorido. Aún trataba de asimilar todo lo ocurrido de ayer, y lo de antes de llegar a acá.

«Es imposible que haya sobrevivido a esa caída, pero entonces ¿cómo es que llegué aquí?», pensé, pero todas mis preguntas y deducciones desaparecieron al escuchar abrirse la puerta de la habitación donde me encontraba.

—¡Oh! Ya estás despierto, cuanto me alegro —exclamó la madre.

Era la misma que me había ayudado anteriormente en el lago, a lo que yo como agradecimiento intenté darle una sonrisa que terminó resultando una mueca.

—Veo que sigues en un mal estado, te traje el desayuno ya que debes tener hambre, ¿puedes sentarte, o necesitas que te ayude?

Se ofreció preocupada por mí, se notaba notaba en rostro, pero me daba pena seguir aprovechándome de su amabilidad, así que lo intenté hacer por mi cuenta y dolía, dolía mucho, incluso para alguien como yo, que tenía poca sensibilidad al dolor, pero lo logré. Iba a agarrar el plato que ella estaba sosteniendo, pero mis brazos tiritaban demasiado y me costaba mucho moverlos a mi gusto.

—Ey, no te esfuerces de más, solo abre la boca que yo te daré de comer, aún no estás sano y tampoco estable... me tomé el tiempo para pedir que venga un doctor, debería llegar en dos días
Así que, por ahora... relájate.

Su tono de voz bajo me tranquilizaba y como pude abrí la boca para que me diera de comer.

—Vendré cada treinta minutos para ver si necesitas algo, ahora descansa.

Había terminado de comer y ella cerró la puerta. Giré la vista hacia la ventana.

«Es increíble», pensé.

Las casas de aquí eran muy distintas a las de mi hogar, los atuendos que vestían las personas de aquí eran un tanto peculiares, pero lo que me causó más curiosidad era esa muralla gigante que estaba cerca de la casa ¿Cuánto medirá?

En Búsqueda de paz 𖣘Sʜɪsᴜɪ Eɴ SNK𖣘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora