𝕀𝕍

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El cielo estaba lleno de colores fríos; azul, morado, una pizca de magenta y las estrellas blancas las cuales le recordaban a Shisui la segunda noche de su llegada a este mundo.
«Esta vez se siente un poco mejor, pero... sigo sintiéndome triste... insuficiente. ¿Me estaré exigiendo mucho?».
El retorno dio comienzo y Evi nuevamente se sentía enferma, era el suspenso y la tensión.

—¿Te... degradaron? —preguntó Evi— Ellos dijeron que el distrito Este ya no existía, ¡pero eso no es cierto!, ¡ese siempre será nuestro hogar!... no quiero otro, me gustaba ese.

—Y que digan que ya no existe me da rabia —confesó Alfons apretando sus puños.

Ahh, —Exhalo Shisui sabiendo que sacarían ese tema— eso me recuerda a lo que dijo un sabio: «El lugar en donde piensen en ti, a ese lugar, debes llamarlo hogar y es a donde puedes regresar». Me gusta pensar que no importa donde esté, siempre podré volver con ustedes no importa dónde sea.

—Eso es... muy lindo, aniki.

—Bien, decidido. ¡No importa que pase, aniki siempre será nuestro líder! —sentenció Busch.

En una hora llegaron a su destino. El ritmo bajó, así como sus alegrías. Evi iba corriendo, mientras sujetaba la mano de Shisui, en busca de su madre y su tío. Esmeril y Alfons se habían quedado atrás.
«Será mejor darles su espacio» Y con ese pensamiento avanzaron a pasos lentos.

—Busch, no te sientas mal. Es solo que... —Se detuvo al verlo llorar.

—Me siento tan... impotente. No hasta hace poco que tengo un techo, una familia. Y después de todo esto ya no quiero perder más cosas. Alfons ―nombró―, he pensado lo que dijo Evi y ese niño, Eren, yo también quiero recuperar ese lugar, el primero al que llamé hogar... y en el fondo sé que Shisui también quiere eso.

Su mano se encontraba en su pecho, donde yacía su corazón. Su cara se humedecía y el labio le tiritaba.
Busch recordaba todas las veces en las que pensó que moriría de frío, y solo, en ese sombrío bosque, donde nadie encontraría su cuerpo luego de haber muerto de hipotermia. Para después recordar los momentos en los que sentía su corazón arder por ese calor que ellos ―los Frank's, Shisui y Alfons― le ofrecían, ese calor familiar que tanto le hacía falta y que nunca esperó que llegara de manera tan abrupta y oportuna. Ese invierno fue el más frío de todos, aunque para él, como para muchos, fue el más reconfortante y cálido de todos. Lamentablemente, ahora cualquier recuerdo de esos le causaba un insufrible dolor en el pecho.

―Lo estamos reteniendo y tal vez estamos siendo muy egoístas con los demás, ¡pero no quiero que él cargue todo solo!... yo también quiero ayudarlo. Él... él quería ir a el cuerpo de exploración, pero nosotros, aunque no se lo pedimos se quedó, porque notó que necesitábamos ayuda ―confesó Alfons.

―Sin darnos cuenta le hemos quitado sus alas... la responsabilidad de hacerse cargo de todos nosotros lo encadena y no le deja hacer lo que el quiere. Es... nuestro turno de sacrificarnos para recuperar lo que a él tanto le costó conseguir.

Evi corría con los ojos cerrados. No quería ver las expresiones de los demás, no hasta ver la de sus familiares. Mientras, Shisui observaba a los demás... se anticipaban malas noticias.

—¡Mamá!

Evi dio un grito de felicidad al verla sentada con unas rosas blancas en sus manos. Corrió a abrazarla y ella hizo lo mismo, todo esto bajo la mirada titubeante de su hijo. Sin querer, la madre y el joven cruzaron miradas... ambos sintieron como todo se detenía, ninguno pudo evitar que las lágrimas escurrieran de sus rostros; ninguno pudo evitar la culpa, el no haber hecho algo... mucho menos ese sentimiento de «tuve que haber sido yo» que inundó a ambos. Era increíble como un breve cruce de miradas podía transmitir tantas cosas, entre ellas, y por sobre todo, el dolor. Y la menor no era para nada tonta, pero se rehusaba a romper en llanto frente a su madre. No quería hacerla sentir peor.

En Búsqueda de paz 𖣘Sʜɪsᴜɪ Eɴ SNK𖣘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora