𝕍𝕀𝕀𝕀

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Al llegar a la muralla me detuvieron. No me esposaron porque creyeron que sería inútil, y sí, técnicamente lo era. Me llevaron a una celda bajo suelo, y trataron de interrogarme mas no respondí sus preguntas.

En verdad, me siento raro. Siento la necesidad de alejarme de todo; que estoy errando.
Fracasar en todo, ni siquiera cuando se derrumbó la muralla María me había sentido así.

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―La verdad, no pensé que colaborarías, digo, siempre fuiste bastante reservado.

Vi como Pixis bebió de su cantimplora, obviamente alcohol.
Yo solo bebí una vez, y era porque era El gran momento de nuestras vidas, el gran cambio.
En verdad no le veo lo fascinante, pero lo efusivo del momento me hizo beberla de una, seguramente por los gritos de aliento. Ya no creo poder ser partícipe de más momentos así, de esas risas y esos compañeros, no sé. No sé por qué aún no estoy muerto.

―Solo... quiero hablar cuando sea la hora. En frente de todos. ¿Me entiende? ―hablé, sin poder evitar el tono de aflicción.

―Era de esperarse, pero luego no te sorprendas. El que creas que puedes hacer todo solo es lo que te hace errar. ―Se hincó y tomó mi mandíbula para que lo mirara― Da igual todo lo que puedas hacer, sin motivos, sin convicciones, sin apoyo, te limitas a ser nada. Sé que me entiendes, pero no entiendo por qué te rehúsas a aceptar ayuda.

―¿Aceptar su ayuda? —pregunté irónicamente. Me paré— Yo, quién les ha mentido, y seguramente traicionando su confianza. ¡Yo no me merezco su ayuda!

—¿Qué fue todo lo que tuviste que pasar para pensar así de ti mismo? —murmuró Pixis—. Tienes ideas muy radicales, Shisui, eso no es sano. Es una pena que... ahora me dé cuenta.

—Yo...

Tragué saliva. Mi garganta estaba seca, y no podía hablar. Me volví a sentar en la cama, todo volvía a aparecer tan irreal.

—Por favor —balbuceé—, por favor, déjeme solo.

Pixis acató mi súplica, pero antes de dejarme solo, dijo «La soledad no se la deseo, ni a mi peor enemigo, mucho menos se lo desearía a un aliado, al que veo como a mi mejor pupilo». No me atreví a verlo sin importar cuanto me hicieron sentir esas palabras.

―He matado a tantas personas. He dejado morir a tantas personas. Y no importa cuantas personas salve, eso no limpiará la sangre de mis manos. Una vez que fallas, una vez que matas, una vez que mientes, no importa que tanto bien haga, cuantas vidas salve o verdades diga, nunca quedaré limpio, nunca reducirá la sangre que derramé.

Me cubrí la cara con mis manos, en verdad no me atrevía a ver a nadie. Aun así, escuché cómo Pixis suspiró con decepción.

―Tienes razón, solo piensas en ti. Eres egoísta, eres... un humano cualquiera.

Después de eso se fue. Me dejó como quería: solo. Dentro de estas cuatro paredes sin luz del sol, solo con unas velas que le daban el toque lúgubre que necesitaba para sentirme peor que la escoria, otra vez.
Sé que ya he pasado por esto, pero... quiero prepararme. Cuando esté en frente del juez, a espaldas de la muchedumbre, todos me juzgarán, me odiarán. Solo... quiero prepararme para cuando ese momento llegue.

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«108 muertos o desaparecidos, y 662 heridos». Esa cantidad de cuerpos me acordó a la tercera guerra mundial shinobi, y, aunque eran más muertes, aquí significaban mucho más para mí. Conocía a la mayoría, gente con la que compartí, gente que creía en mí, que me trataba como uno de los suyos y no dejaban espacio para que la soledad se me acercara. Era todo lo que había hecho Itachi por mí.

En Búsqueda de paz 𖣘Sʜɪsᴜɪ Eɴ SNK𖣘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora