𝕀𝕀

162 28 8
                                    

Planos, tiempo, suministros, muerte, decepción... ¿Decepción?

—No tengo tiempo para lamentarme por esto, Hahn —declaró Shisui a su amigo—. Una semana, es imposible. Por eso te pido que me ayudes, tengo que decidir a quien enviar y a quien no, o podríamos simplemente sortearlo como hacen algunos. La verdad, no sé que es lo mejor. Voluntarios, pero seiscientos es demasiado.

Shisui se acostó en la cama de seda de la central de Sina, pero se levantó rápidamente al sentirla tan cómoda.

—Parte con eso, luego los soldados y de ahí veremos. Es duro, pero entre más rápido más tiempo tendremos para entrenar. —Le puso una mano en el hombro— ¿Cómo te sientes?

—Podría estar mejor, pero no hay tiempo para eso.

Shisui se asomó a la ventana e Itachi voló con la carta donde había una lista para que los que quisieran se anotaran en tal travesía. El primero en la lista fue Shisui, hubo trescientos doce voluntarios, y entre ellos soldados. Luego Shisui anotó a los demás soldados que él encontró los más capacitados.

—Cincuenta —balbuceó perdido, y añadió—: todavía faltan cincuentas personas... No debo tener favoritismo, no me lo puedo permitir. —Y­ sin más puso el nombre de Haines— Da igual, mientras yo esté ahí no dejaré que nadie muera, nadie.

Entregó esa misma noche la carta que enviaba el listado, y en la mañana recibió una respuesta:

—Denegada —contestó Nile y, con un semblante culpable, añadió—: no permiten que el capitán del distrito vaya a luchar. Lo lamento, chico.

Shisui agarró el papel y, después de hacer el saludo militar, se marchó sin más que decir.

«Mierda, mierda, mierda», pensó Shisui sin dejar de mover la pluma de un lado a otro. Pero fue sacado de su enajenación por Hahn quien, sin dudar, agarró la pluma y se anotó en el papel.

—Problema solucionado —contestó para luego tenderle un vaso de agua—. Te complicas mucho y eso te nubla la vista. Si tú no vas, entonces yo iré. Es así de simple.

Shisui tomó un poco de agua, pero sus ojos opacos perduraban. Observó el agua que quedaba en el vaso, notó su reflejo, y pensó: «Nuevamente, no me reconozco. ¿Esta es la parte de la adolescencia que me salté en Konoha? Me alegro... porque odio esto que siento».

—No puedes ir, pensé en eso y tampoco lo permitieron. Y sé que no me debería complicar tanto, pero —Shisui se cubrió la cara con sus manos— tienen familia, la mayoría hijos. Por ahora he enviado a un padre o una madre de cada familia... y recurrí también a hermanos mayores, pero nunca a alguien huérfano en caso de que ocurra lo peor, pero ya no me queda nada. —Miró el techo en busca de una solución y exhaló de manera prolongada— Hahn, ¿tú crees que Evi me odia si... envío a Angela-chan a allá?

—Tú la cuidarías, aunque ella te odie. No estará sola, tú no lo permitirías. —intentó consolar su segundo al mando.

Nuevamente, esa misma tarde, Shisui entregó el informe, el cual, esta vez, fue aceptado. Salió de la oficina y pasó por el salón donde otros capitanes se encontraban en silencio pensando sobre la carga que tenían en sus hombros.

—¿Has terminado? —preguntó Erwin con pésame en su tono.

—Sí, ahora iré a... a mi hogar y daré la noticia.

—Te acompaño hasta la salida.

Fue un viaje en silencio hasta los caballos, Shisui le colocó la montura al suyo y Hahn ya había partido, por lo que aún estaban solos.

—Erwin... ¿Tu ya te acostumbraste a esto?: este peso.

—Son sacrificios, si me lamento por eso estaría burlándome de su legado ¿no crees?

En Búsqueda de paz 𖣘Sʜɪsᴜɪ Eɴ SNK𖣘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora