En Búsqueda de paz 𖣘Sʜɪsᴜɪ Eɴ SNK𖣘

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𝐋𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬𝐚 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐬𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐮𝐦𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐞𝐧𝐯𝐢𝐝𝐢𝐚.

𝐋𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐛𝐨𝐧𝐝𝐚𝐝𝐨𝐬𝐚 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐢𝐧𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐞𝐧𝐬𝐢𝐯𝐚.

𝐏𝐞𝐫𝐨, 𝐚𝐥 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥, 𝐭𝐨𝐝𝐚 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐲 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐦𝐨𝐭𝐢𝐯𝐨... 𝐲 𝐬𝐢 𝐧𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐧 𝐨 𝐬𝐨𝐧 𝐦𝐮𝐲 𝐬𝐮𝐩𝐞𝐫𝐟𝐢𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 ¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨? ¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐬𝐞 𝐦𝐚𝐥?...

𝐋𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞... 𝐞𝐦𝐩𝐚́𝐭𝐢𝐜𝐚, 𝐬𝐮𝐞𝐥𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐲𝐚 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐜𝐫𝐞𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐱𝐢𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐚𝐬𝐢́.

¡𝐃𝐞𝐦𝐨𝐬𝐭𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐧 𝐞𝐪𝐮𝐢𝐯𝐨𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬!

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Desperté temprano e hice mi rutina matutina. No hubo ningún problema en la mañana y la hora de almuerzo llegó pronto, aunque yo decidí almorzar afuera porque me parecía más relajante sintiendo el viento en la cara y con vista al campo.

Cerré los ojos por un momento queriendo perderme en el sonido de las hojas cayendo; el otoño llegaba pero, esta vez, sería distinto, esta vez estaría acompañado de otras personas, otros amigos y compañeros, aunque ahora lo único que quiero es compartir una cena con Itachi, pero mi imaginación me engaña y me veía con él y Sasuke compartiendo un picnic los tres junto a Angela y Evi, no pude evitar sonreír al pensar eso y luego nosotros intentando entrenarles sin que se distraigan, para que luego Alfons venga y busque a Evi y que Sasuke se enoje por eso.

Es tan triste... me siento tan esperanzado que me está comenzando a doler.

Sentí una mano en mi hombro, al levantar la cabeza me encuentro con el instructor Randall y con un movimiento de cabeza dijo que lo siguiera.

—¿Te has adaptado bien? —preguntó, pero me sorprendió saber que le interesaba.

—No pensé que sería tan complicado, y que todos fueran tan... competitivos, aun así, me he adaptado bien creo yo; tengo amigos, me va bien y, bueno, por ahora eso.

—Vienes del distrito Este ¿Verdad? Allá siempre son los más problemáticos, como tu compañero, Otto Krüger, pero... no entiendo tu historia y soy un tanto curioso.

Me reí levemente de lo que dijo, de cierta manera me acordó a la linda chica que me ayudó a inscribirme para ser cadete; ambos aparentan ser poco accesibles y, en ciertos casos, muy rudos, pero en realidad son muy agradables.

—¿Y bien?

—Ah —suspiré exhausto por no saber cómo empezar—. Todo partió cuando una mujer me ayudó y me dio un hogar, conecté inmediatamente con las hogareñas y me cuidaron en lo que me recuperaba, son unas buenas personas y me integraron como a un miembro más de su familia, pero yo no nací allí y, aunque soy consciente de la situación de ese distrito los demás no lo ven así, si no fuera por la chica que me ayudó a inscribirme seguramente no hubiese podido llegar aquí.