Capítulo 31

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Siempre me pregunté que les lleva a esas personas buenas y normales a tener un instinto asesino desarrollado en menos de un segundo, y ahora sé la respuesta.

Nunca antes en mi vida he deseado ahorcar a una persona hasta que deje de respirar mientras la miró a los ojos.

Nini resultó ser un demonio, es una tira la piedra y esconde la mano. Jamás lo vi venir, la chica se porta fabulosa cuando está su padre y cuando él da la vuelta me declara la guerra. Mi cuadriculado está tan feliz que no me he atrevido a decirle que su mendiga asiática me la tiene jurada y que yo estoy por tenérsela a ella también.

Abro los ojos y suspiro, otro día sin mi hombre en casa, otro día en el que debo tirar de mi parte cristiana y no ponerme de tú a tú con Nini, otro día encerrada sola y desolada.

Con toda la actitud que realmente no tengo, me levanto de la cama y me meto al baño para tomar una ducha y con ello retomar las fuerzas.

Al bajar como siempre Nini está ya en el comedor, Eliana al verme entrar me hace un gesto con la cabeza. Que joda con estos Alemanes, todos serios y pocos efusivos.

—Buenos días, señora— saluda la mujer y yo le miro suplicante.

—No me digas así, Eliana, puedes decirme Jade, solo Jade— la mujer frunce el cejo, no se siente nada cómoda. He estado aquí una semana y aún no puedo hacer que diga mi nombre.

—Hazle caso Eliana, ella no es la señora, solo es la mujer que papá trajo a casa.

—Niña— la regaña la mujer, todos hablan inglés por petición de Anderson, pero cuando Nini quiere jorobarme como ahora, habla en español.

—Bueno, soy la mujer que ama tu padre y la que decidió venir con él a su casa— le hablo sin ánimos de pelear. Debo hacerle caso a Tony y a Eliana, no puedo comportarme como ella.

—Sí, como digas— me dedica una sonrisa burlona y la mujer me mira con comprensión.

—Ya le traigo el desayuno— la mujer sale del comedor y me deja sola con la minibruja asiática.

—Tranquila, quizás sí lo pienses más alto pueda que me indigestione— ella rueda los ojos.

—Eres tan desagradable, latina estúpida— dejo salir el aire lentamente por mi boca, esa chamaca es del diablo nojoda.

—Latina sí, ¿estúpida?— niego arrugando la cara —sexy, carismática y divertida— carcajea como si hubiera dicho una broma.

—Despistada y tonta. Solo mírate, no puedes salir de casa porque solo doblando la esquina te pierdes, no puedes ayudar en nada porque no sabes hacer nada. ¿Crees que mi padre se quedará contigo?— bufa —eso nunca, no eres lo suficientemente buena para él— cansada por su maldito comportamiento la miro directo a los ojos.

—Que sea la única mujer en entrar aquí, que sea la única mujer que está dispuesta a todo por tu padre y por ti, debe dejarte claro que no me dejará. Mira Nicol, Anderson es tu padre, yo no te voy a quitar a tu padre, el día de mañana si yo me marcho, tu padre quedará aquí contigo. Mírate, me tratas mal y tratas de dejarme mal con él siempre que puedes, ¿Qué ganas con eso? ¿hacerme discutir con tu padre y verlo de mal humor siempre? ¿no te das cuenta de que podemos ser amigas? ¿no entiendes que ambas podemos hacer feliz a tu padre? Ya te lo he dicho, no pienso ser tu enemiga, no pienso seguirte el juego, así que tienes dos opciones, seguir intentado que yo me marche, o pensar las cosas bien y darte cuenta de que yo no soy tu enemiga— furiosa avienta el plato al otro extremo de la mesa y se levanta.

Doy un largo suspiro y muerdo mis labios mientras cierro los ojos y trato de no llorar. Vine aquí para entender a Anderson, una vez aquí me dispuse a hacerlo feliz a él y a su hija y todo está saliendo mal.

Domando a Mr. BerryclothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora