Capítulo 24

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Dejando de mirar el ceño fruncido de Anderson me centro en mi padre.

—¿Por qué lo adelantaron tanto?— frunzo el cejo —tampoco me dijiste que estabas aquí, yo creí que estabas en Europa— papá sonríe.

—Bueno, volví ayer, te sorprendería en la cena del domingo— enarco una ceja —y tampoco te avisé porque me han dicho que no duermes en tu piso— ruedo los ojos.

—No inicies papá, por favor— le ruego sin querer ver a Anderson, gracias a Dios no tengo el teléfono en altavoz.

—¿Qué no inicie? Hija, ya te han roto el corazón una vez, una segunda no me voy a contecer y mataré al idiota que te haga derramar una lágrima— resoplo.

—Pues tranquilo que seré yo la primera en hacerlo pagar— sonrío —¿ya tienes la moto lista?

—Sí, tu hermano se encargó de eso hoy mismo. No salgas de fiesta hija, debes estar al cien, dicen que la competencia este año vendrá difícil y sabes que muchas quieren derrotar a Gema— agrando mi sonrisa, papá es mi fan número uno.

—Tranquilo papá, daré lo mejor de mí en la competencia, pero oye, ¿puedo alcanzarlos allá? Así te aseguras de que la moto esté en buenas condiciones— papá resopla.

—Es mejor que traigas a ese noviecito con el que estás pasando tiempo, no quiero que nadie esté con mi hija sin presentarse antes conmigo. Eres tan dulce y frágil que no quiero que te dañen— una sonrisa burlona se dibuja en mis labios, pobre de mi padre.

—De acuerdo papá, le diré que vaya y...

—¡Lo sabía! Dime su nombre que lo voy a investigar inmediatamente.

—Te amo papá, nos vemos mañana— le corto la llamada y miro a mi novio. Anderson está tan serio que me preocupa —antes de que te enojes escúchame, práctico moto cross desde los cinco años y...— al verlo ponerse más pálido de lo que es me preocupo —amor— cuando lo voy a tocar se quita y se levanta de la cama.

—No lo puedo creer, ¿cómo puedes practicar ese deporte tan peligrosa? Jadebeth, ¡puedes lastimaré! ¿No lo entiendes?— me levanto para ir tras él.

—No te pongas versión Amargadeitor cielo— trato de bromear con él para relajarlo, pero es como si tirase de sus bellos púbico. Se gira con tanta brusquedad que paro en seco.

—No estoy bromeando Jadebeth, ¿por qué no le dijiste que estás mal? ¿por qué coño no le dijiste que te dio asma hoy?— grita descontrolado.

—¿Puedes dejar de gritarme?

—¡¿Cómo dejar de hacerlo cuando a ti no te importa nada?!

—¿Puedes solo confiar en mí y apoyarme?— también grito —no me pasará nada. Práctico el deporte desde los cinco años y soy la campeona, ¿Tanto te cuesta disfrutar esto conmigo?

—¿Disfrutar?— ríe negando —puedes hacerte daño con ese estúpido deporte y a ti parece excitarte— sin más da media vuelta y se mete al clóset.

—Anderson, hablemos por favor, no puedes irte, no cuando estamos discutiendo— saca algo de ropa y la tira en la cama —te estoy hablando— cuando no me hace caso me meto al baño y tomando el vaso dónde guardamos los cepillos, lo lleno de agua y al volver le mojo la ropa, me mira entre incrédulo y furioso —no saldrás de aquí, estamos hablando— retador se mete al clóset y yo al baño, salimos a la par. Él con su ropa y yo con mi vaso lleno de agua.

—Lo haces y te castigaré, Jadebeth— le miro directo a los ojos.

—Tu ropa se acabará, el agua no— sin dejar de mirarme inicia a desnudarse y sin pensarlo le mojo la ropa —¡maldita sea!— grita ofuscado.

Domando a Mr. BerryclothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora