Capítulo 15

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Una malévola sonrisa se dibuja en mis labios cuando Anderson sale de la oficina y el ascensor cierra sus puertas justo cuando nuestras miradas se encuentran. Su mirada furiosa me acojona y me divierte a la vez, ese hombre sabrá lo que es tenerlo todo y a la vez nada, ahora yo soy sinónimo de tan cerca y tan lejos a la vez.

Tratando de olvidar su contacto y su estúpida y excitante voz pronunciando esa palabra que no creí escuchar de él, obligo a mi corazón a no palpitar tan rápido y emocionado. Llego al piso de juntas y la secretaria se interpone en mi camino.

—Hola señorita Jadebeth— me sonríe —tome, ya la están esperando— tomo el botellín de agua que me ofrece la mujer. Agradeciéndole con una enorme sonrisa me dirijo a la sala.

—Wow— es lo que me recibe al entrar. Miro impresionada la enorme mesa y a los visitantes.

—Sí, eso mismo digo yo. Wow— repito lo que aquel chaval rubio dijo —creo que me he equivocado de sala, lo lamento— cuando voy a retirarme escucho la risa de algunos de ellos.

—No, no te has equivocado. Somos nosotros los dueños de las oficinas— les miro confundida, ellos no son mayores que yo. ¿Cómo es que unos jóvenes estarán a cargo de un departamento?

—Ustedes me van a disculpar, pero ¿Qué hacen ustedes aquí? sin ofender… pero me esperaba a muchos viejos canosos y con cara de haber tragado vinagre y de viejas con cara de estreñimientos, no esto— los señalo y todos se parten de la risa.

—Innovación, por eso somos tan jóvenes.

—Y también porque sus padres son socios— responde Anderson tras de mí, me tenso pero no le miro ni demuestro la reacción de mi cuerpo.

—Menos ella, ya tiene treinta y dos años— un chico de piel morena señala a la única chica del grupo.

—wow— le miro atónita —pareces de veinticinco— ella se levanta y literalmente corre y se tira a los brazos de Anderson, tira de su chaqueta y le da un beso de media luna. Mi sonrisa se agranda por la rabia que inicia a crecer en mí.

—Pues no cielo, soy joven y hermosa— le miro incrédula.

—Vaya, señorita modestia— ella me mira pero solo sonríe, ha de saber que es verdad lo que le he dicho.

—Bueno, debo hacer otras cosas y entre ellas comprar las pinturas. ¿Podemos iniciar?— los miro a todos pero ellos están por conversar con Anderson. Cabreada lo miro —Señor, ¿Puede apartarse y dejarme continuar con mi trabajo? ¿Puede no intervenir y no hacerlo más difícil? ¿O debo recordarle que no solo debo rendirle cuentas a usted?— Anderson me mira serio, sé que sus ganas de castigarme o hacerme lo que sea que quiera es enorme.

—¿Le hablas así?— pregunta un chico riendo —esta chica sí que las tiene bien puesta. ¿Sabes que es el dueño de este lugar?— me encojo de hombros y asiento.

—Lo sé, pero si no defiendo mi trabajo y mi posición soy yo la que quedaré como la prepotente buena para nada, así que, ¿Qué harían ustedes en mi lugar? ¿Dejar que el jefe se les monte en la cabeza o simplemente defender su posición para no quedar como mediocres?— el chico carcajea.

—Peligro, eres muy peligrosa, ¿Ya te lo habían dicho?— sonrío cerrando los ojos.

—No, no me lo habían dicho porque soy una persona dulce— miro a Anderson —¿Me hará el favor de no intervenir?— él no aparta la mirada de mí.

—De acuerdo, pero me quedaré y verificaré que su trabajo sea realmente bueno— eso dolió, y mucho. Es un canalla por dar a entender esas cosas.

—El haberme contratado por segunda vez es porque a la primera le quedó claro.

Domando a Mr. BerryclothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora