Mi hombre se mueve sensual y brutalmente a la vez, sus manos se aferran una a mi cuello y la otra en mis caderas. Cada empellón me lleva al cielo y cada beso en mi cuello me baja al infierno por la combinación tan explosiva que conforman al unísono.
—Eres: perfección, seducción, obsesión, peligro, deleite— susurra cerca de mi oído provocando que mis vellos se ericen de la manera más deliciosa que puede haber en el mundo —deseo: sumisión, obedecía, placer— presiona un poco más mi cuello creando una sensación de asfixia, pero que sin embargo de alguna manera aumenta el placer por sus movimientos —siento: deseo, lujuria y morbo— muerde mi oreja con delicadeza y por increíble que parezca me corro. Todo mi cuerpo se vuelve un volcán en plena erupción, un volcán que por mucha lava que vote solo desea llenarse más.
—Dios mío, Anderson— cierro los puños y me convulsiono a placer, no me reprimo ni un poco. La erección de Anderson entra y sale con precisión, contundencia y brutalidad, aquel dolorsito excitante me está volviendo loca del deleite y el frenesí solo me lleva a desear más de lo que me da —¡Oh mierda!— grito por puro gusto, ha tirado de mi pezón con una fuerza gustosa.
—Amo tanto todo de ti, que cada cosa que haces o emites me vuelve más loco de lo que ya me tienes— su voz... madre mía su voz... es gruesa y profunda, ¿Cómo puede hablar mientras se mueve de esa manera tan constante y rápida? —eres la mujer de mi vida y has sabido lidiar conmigo— besa mi cuello y chupa después —y sé que después de que hablemos ambos mejoraremos aún más. Seremos esos que las personas verán y dirán...aaaggg— gruñe cuando contraigo las paredes de mi cavidad —dirán que realmente no somos felices por vernos tan perfectos juntos— me da una nalgada que me ve lleva directo al espacio, ya esto propasa todo límite.
—Mejor seamos esos que las personas... aaahhh— cierro los ojos —miren y deseen nuestros lugares— sale de mí dejándome débil y vacía. Giro la cabeza y cuando menos me lo espero, mi cuadriculado está arrodillado frente a mí devorando mi sexo con desesperación, bebiendo todos los fluidos que salen de mi intimidad sin detenerse —mmmm, oh sí... aaahhh— los gemidos salen de mi boca sin control. El jugueteo de su lengua con cada parte de mi sexo es alucinante, me encanta lo bien que me lo hace todo. Deseo tocarlo, quiero tirar de su pelo por el intenso placer, quiero hundir mis uñas en su espalda y el no poder me desespera y excita a la vez.
—Deliciosa— va ascendiendo dejando besos a lo largo de mi cuerpo. Mi respiración caótica y mi corazón desenfrenado me hacen lucir satisfecha —deseo azotarte— me pega a él y acto seguido me penetra —pero no deseo que pase lo de la última vez— besa mis labios y yo lo devoro con intensidad —no quiero que te vengues de mí— quiero reírme, pero lo que sale de mi boca son solo gemidos por sus incesantes penetraciones.
—Solo quiero de ti este fantástico sexo que me estás dando— lo miro a los ojos con lujuria —solo deseo satisfacerte y que tú me satisfagas a mí— muerdo mis labios y cierro los ojos por un momento —desátame y llévame a la cama— digo al mirarle nuevamente. Anderson me mira por unos segundos sin detenerse y finalmente accede. Sonrío cuando lo hace, ya lo tengo en mis manos.
—Ven aquí, pequeña— me toma en brazos.
—Dios, qué rico se siente— me aferro a él con mis pobres hombros adoloridos —acuéstate— le ordeno al bajarme —vamos, tengo una fantasía y quiero cumplirla— me mira con insistencia y como no quiero explicarle aún, lo voy besando hasta estar ambos acostados yo sobre él.
—¿Qué harás?— pregunta cuando me siento en sus piernas, muerdo mis labios y acaricio su enorme cicatriz.
—Siempre he deseado ser yo la que me folle a mi pareja— lo miro a los ojos —realmente fue hasta que te conocí. La manera en la que me miras cuando me tienes en la pose del misionero despertó mi curiosidad— hago una línea hasta llegar su erección y la rodeo con mi mano para masturbarlo, mi hombre se tensa inmediatamente —siempre quise hacer el misionero invertido— antes de que diga algo, me inclino y llevo su erección a mi boca, lo introduzco lo más que pueda y me deleito con la grandeza de mi hombre, enloquezco con sus gemidos y esos gruñidos que me estremecen.
ESTÁS LEYENDO
Domando a Mr. Berrycloth
RomanceSoy una chica de 22 años, recién graduada de la universidad. Estudié economía pero mi pasión es el diseño de interiores. La suerte sonrió de mi lado y encontré un trabajo como diseñadora en una empresa que realmente desconozco, solo sé que debo arr...