Capítulo 35

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Tal y como lo dijo mi cuadriculado, no me ha perdonado. Han pasado dos días en los que se va antes de que yo despierte y llega mucho después que me duermo.

Si bien no dormimos juntos él siempre esperaba a que yo me durmiera para cambiarse de cama, pero ahora ni siquiera pasa más de cinco minutos en la habitación.

Mis esfuerzos por vestirme sexy y así seducirlo no son lo suficiente, él se va antes de perder el control y odio que se resista tanto.

Cómo nunca antes despierto a mitad de la madrugada, no estoy dispuesta a pasar una noche más sin ser tocada, besada y tomada por mi hombre. Me quito el pijama y me coloco la bata para tapar mi desnudez, una vez estoy lista, con pies descalzos me dirijo a la habitación donde él duerme. Un suspiro de alivio abandona mi cuerpo al encontrar la puerta sin seguro.

La abro totalmente y entro con mucho cuidado, al cerrarla lo hago con seguro y me dirijo a la cama, antes de montarme en ella aprecio el perfecto cuerpo de mi hombre, su erección está como me gusta, erecta y gruesa. Mordiéndome los labios lujuriosamente, me quito la bata y me trepo en él, quitarle el bóxer será una lucha, así que es mejor despertarlo con besos para que él mismo lo hago o por lo menos me lo facilite.

—Amor— susurro repartiendo besos por su mejilla —cielo— muerdo levemente su cuello, pero no se mueve. Desesperada por despertarlo, inicio a mover mis caderas y a besar sus labios y mordisquearlos repetidas veces. Estoy tan excitada que solo quiero devorarlo completamente.

—¡No!— grita y acto seguido me veo bajo su cuerpo con sus manos presionando con fuerza mis brazos.

—Anderson, me estás lastimando— el susto me ha cortado la respiración, él me está mirando, pero pareciera que realmente no lo hace —amor...— grito cuando una de sus manos se cierra en mi cuello —Anderson— inicio a golpearlo y al parecer lo empeoro todo, se quita de encima con tanta brusquedad que en el proceso me tira al piso.

—¡Mierda!— gruñe después de escuchar mi chillido —¿Estás bien, pequeña?— retrocedo antes de que me toque y veo dolor en su mirada —lo siento, lo siento tanto— se disculpa con desesperación —no quise hacerte daño— levantándome aún temblando por el susto acaricio mis brazos y después mi cuello —no, no te vayas— cuando lo miro retira su mano antes de tocarme —lo lamento, por eso no duermo contigo, por eso jamás me descuido cuando estás en la misma cama que yo— con lágrimas en los ojos trato de regular mi respiración.

—Me lastimaste— susurro y por su mirada sé que no debí decir eso, lo ha tomado a mal.

—Maldita sea— furioso intenta abrir la puerta y cuando esta no abre por el cerrojo le da un puñetazo —es lo último que haría, yo jamás te lastimaría y lo hice— se mantiene pegado a la puerta mirándola —nunca debí lastimarte, jamás debí dejar que entraras a mi vida, jamás debí permitirme enamorarme— conmocionada por lo que pasó y por lo que dice doy un paso al frente, pero me detengo.

—Yo... yo...— muerdo mi labio y dejando el miedo de lado camino con determinación y lo abrazo por la espalda —fue mi culpa, me metí aquí sin saber lo que realmente pasaba— se tensa, pero no lo suelto —¿Puedes mirarme?— cuando no hace caso, me meto entre él y la puerta —todo está bien— susurro y con lentitud llevo mi mano a su mejilla, la impresión por sentirla mojada me descoloca —cielo— susurro conmovida por sus lágrimas.

—Te toqué de una manera que jamás debí— su tono de voz es bajo —¿Por qué entraste Jadebeth? ¿Por qué te metiste a la cama? Jamás me podré perdonar esto— frunciendo el cejo intento que me mire, pero mantiene sus ojos cerrados.

—No pasa nada, no volverá a pasar, pero hay que buscar ayuda y...

—Vete— me pide con voz firme —vete— se aparta de mí y me da la espalda.

Domando a Mr. BerryclothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora