El baño (un arrebato de escatología)
Todos los días cagamos, existimos y comemos. Todos los días la mierda eructa desde ese agujero lleno de agua, para resplandecer del ser y apropiarse de algo vacuo, sin sentido quizás, como los despojos que somos. Cada día de nuestras vidas, el excremento es lo más significativo para nosotros, pese a que queramos darle otro sentido, la caca y la hez, es la materia purulenta de la vida, por ella es que tenemos vida. Cuando trato de apersonarme en el wáter de mi apartamento, tras levantar la tapa blanquecina, suelo orinar primero y luego hacer el dos como se dice. Me tomo mi tiempo, no trato de apurarme, puesto que eso también dignifica a la humanidad, ser consciente de lo que se despoja, de lo que se deja atrás. No trato de oponerme, dejo que todo fluya con naturalidad, frente a las paredes tornasoladas de blancura y limpieza, como queriéndome decir que la suciedad debe ser limpiada y extraída de raíz, por eso los baños esta pintados con colores luminosos y albinos, que remarcan la imperiosa necesidad de sentirse sucio por dentro, de expurgar las miserias y botarlas por el retrete, a veces en el wáter me siento más feliz que cuando estoy acompañado de gente, en mi execrable soledad, siento que soy el dueño del mundo y que estoy sentado en mi propio trono de asco y excrecencia. Mientras los minutos avanzan, el rollo de papel se desenrolla ante mis manos, arrancando un fino y delicado pedazo de papel higiénico para limpiare el culo, como todos los días de mi vida, y amo esos momentos gloriosos, cuando el pedo ejerce una presión sobre el vientre, empujando la hez de un solo tajo, cayendo sobra la blancura del bidet, ensuciándolo un poco, siendo luego limpiado por el fuerte chorro de agua que cae de la taza del wáter.
Cagar es lo mejor invención de la purgación y la simpleza de la humanidad, ya que ante ella, todos somos iguales: seres nefastos y podridos, materialistas y narcisistas, que casi regularmente nos sentamos ante este asiento de cerámica para excretar lo que nos sobra del cuerpo, alabando nuestra alimentación, con sus fétidos olores que sobreabundan en este espacio pequeños, con los restos de hez marcados a rayas en los pedacitos de papel higiénico, donde lo fecal es una materia visual y olfativa, pero que no la dejamos entrar en la cotidianeidad de nuestra vida, en nuestro espacio de trabajo y alimentación, porque todo tiene su espacio como se dice: un momento para cagar y otra para comer, o tal vez formen parte del mismo consenso dictatorial, eso ya depende los usuarios y el uso que hacen de sus espacios más íntimos como oscuramente perversos, pero a las finales son sus tiempos y subjetividades los que priman sobre la escritura de la suciedad y el derrocamiento de sus alocadas y juguetonas escatologías humanas.
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La casa de los espejismos
Short StoryUna casa, un hogar que se proyecta a traves de los objetos, los espacios, las cosas y las atmósferas. Diversos relatos que se interconectan con la soledad, el temor existencial, la vacuidad, con algo del relato fantástico, que también se cierne sobr...