Es hora de morir
La voz había retumbado en los odios de todos como si fuese el chirrido de la tiza sobre un tablero sucio. El sonido irritante de una tapa de refresco arrastrarse por el suelo. Sea lo que fuera ese monstruo, no era de este mundo.
—¡Dispara! —gritó la madre aterrorizada. El sonido salió rasgándole la garganta, haciéndola toser.
Pero Mikasa no tuvo tiempo de disparar.
El monstruo la lanzó por los aires junto al arma.
Mikasa cayó a unos metros de todos en medio del patio. Se golpeó la espalda y se rompió la cabeza. Inconsciente la chica había quedado fuera de combate.
—¡Mikasa! —gritó Haru y corrió a ayudarla.
Pero el monstruo lo tomó por la espalda de la camiseta y lo lanzó al pasillo oscuro. El cuerpo de Haru desapareció en medio de la oscuridad.
La madre de los chicos trato de abrazar a Abigaíl para protegerla, pero el monstruo la tomó del cuello y la levantó con tanta fuerza que sus pies quedaron suspendidos en el aire. La miró a los ojos e hizo una mueca de repudio.
Le gruñó en la cara y su saliva le empapó el rostro.
—¡Suéltala! —gritó Abigaíl y se abalanzó sobre el monstruo, pero su esfuerzo fue inútil. Con uno de sus largos brazos la golpeó en la cara y la mando a volar unos metros más lejos de ellos.
"Toc, Toc, es hora de morir" escuchó Abigaíl la serpenteante voz de nuevo en su cabeza. Alzó la vista y presenció como esa langaruta criatura le quebraba el cuello a la mujer con un movimiento de muñeca "ups, qué frágil son las madres".
—Mamá... —susurró Mikasa que había recuperado la consciencia. Se arrastraba por la escopeta. La sangre le cubría un ojo y parte del rostro—. Mamá...
El monstruo dejo caer el cuerpo sin vida de la madre y empezó a caminar lentamente arrastrando los brazos por el suelo. Lo hacía como si disfrutara de la masacre que estaba ocasionando.
—Mamá... —había conseguido sostener el arma de nuevo, pero estaba segura de que antes que pudiera poner el dedo sobre el gatillo esa extraña cosa iba a matarla. Era anormalmente veloz. No pudo evitar llorar al ver el cuerpo inerte de su madre sobre el suelo. No pudo evitar recordar todos los momentos que compartió junto a ella en su infancia y adolescencia.
La había abandonado.
Nunca debieron salir de casa.
La criatura avanzó lentamente en su dirección con los ojos amarillos brillando intensamente y una torcida sonrisa en su demoniaca cara, le estaba dando tiempo. Estaba jugando con ella.
Con ayuda de la escopeta se levantó, aún tenía un dolor punzante en la cabeza y la frente, la espalda le dolía y no pudo ponerse completamente en pie. Una de sus rodillas quedó clavada en el suelo, respiró profundo y levantó el arma como pudo usado ambas manos.
La escopeta pesaba mucho más que antes.
—Mikasa... —Abigaíl se levantó tan rápido que todo le dio vueltas.
«Debo ayudarla —pensó—, debo ayudarla» se convenció.
El monstruo siguió caminando en dirección de la joven con parsimonia, convencido de que la Mikasa ya estaba prácticamente muerta.
«Cálmate —Mikasa recordó las palabras de su madre— Puedo hacerlo —puso el dedo en el gatillo—. Puedo hacerlo —apuntó—. Puedo hacerlo» aguardó mientras la criatura se acercaba.
No quedaba nada del falso policía, ahora sólo era un cuerpo desnudo deforme y alargado, desquebrajado, con los ojos hundidos y una boca descolgada.
El monstruo se detuvo.
Mikasa aguardó.
«Sólo tengo una oportunidad» pensó.
El monstruo se inclinó como antes, listo para abalanzarse sobre ella en un movimiento mortal.
¿Acaso iba a ser más rápido que la bala... nuevamente?
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Desolación
Mistério / SuspenseUna pandemia mundial incontenible ha diezmado a la humanidad, volviendo obsoleta la tecnología e inútil el dinero, mientras que la verdadera amenaza surge de entre las sombras. Abigaíl una pequeña de 11 años tendrá que crecer a la fuerza si quiere...