¿La muerte nos persigue?
Los tres salieron del túnel y un destellante sol en medio de un cielo despejado los recibió en la superficie. La naturaleza parecía cobrar vida, las aves y el verde resplandeciente de las plantas deslumbraban a los chicos. Reflejaba una aparente paz que no sentían desde que todo había comenzado, el virus, la enfermedad, las muertes y ahora, una extraña sombra amenazante.
La naturaleza les mentía porque si había algo que parecía estar muy lejos de la actual humanidad, era la paz.
Mikasa respiró profundo y tomó una gran bocanada de aire fresco.
—Hay mucha luz —apuntó Haru que se encontraba delante de su hermana con el ceño fruncido. Aún sujetaba de la mano a Abigaíl quien parecía agotada pero más tranquila.
—Sí, es un problema entrar a la anárquica ciudad en estas condiciones —respondió Mikasa tratando de sonar tranquila y madura. Ella debía liderar los niños sanos y salvos—. Así que aprovechemos para revisarte Abigail —continuó con un tono de voz tosco.
A sus adentros maldecía que todo este aprieto había empezado con esa idiota niña.
—Estoy bien —respondió ella con temor.
—Pero pareces estar sangrando —dijo Haru observando su camiseta manchada y rastros de la sangre seca que se extendía por todo su brazo derecho.
—Déjame ver —le pidió Mikasa.
Abigaíl obedeció y se dispuso a mostrarle el hombro lastimado a Mikasa.
La pequeña desnudó su hombro, y los hermanos se sobresaltaron repentinamente. Tenía una gran marca que le había hecho cortes uniformes en la piel, pero no se veían finos y parejos, sino más bien como si hubiesen hecho tanta presión que había reventado la piel profundamente.
—Es como si... —interrumpió Haru.
—La hubiesen mordido —completó Mikasa—. ¿Recuerdas quién te hizo esto? —preguntó estupefacta, tratando de conservar la calma. Mientras salían y reevaluaba lo que había pasado, Mikasa había deducido que la herida de Abigaíl podría haber sido el resultado de la caída que tuvo cuando desapareció. Pero, ver claramente las marcas de unos dientes alrededor de su hombro, la inquietaban. Y mucho...
—No —contestó la más joven apresuradamente.
—Abigaíl, dinos lo que pasó —insistió Haru.
—No lo recuerdo —respondió ella—. Recuerdo haber caído y haber despertado en un lugar profundo donde hacía mucho frío y las paredes parecían azules...
Mikasa contempló a la chica detenidamente.
¿Estaba mintiendo? ¿O de verdad no recordaba cómo se hizo la herida?
Comprendió inmediatamente que cualquier que fuera el caso, presionar a la niña no ocasionaría más que se cerrara y se mantuviera a la defensiva. Y tras haber estado a punto de morir en varios momentos desde que salió al exterior, había aprendido que la información era crucial para sobrevivir.
—Está bien —intervino—. Ya lo recordarás... ahora necesitamos buscar agua y lavar esa herida. Luego pensaremos en la forma de entrar a la ciudad sin ser vistos hasta donde se encuentre nuestra madre —miró a su hermano desafiante—. Nuestra madre también nos necesita.
Haru entendió que esa mirada desafiante de su hermana no era más que responsabilidad y recriminación por haber elegido a su amiga antes que a su madre. Pero para él, su mamá era una mujer muy fuerte y especialmente adulta, mientras que su mejor amiga, era una niña que no contaba con nadie más en la vida.
Abigaíl se encontraba sola y vulnerable.
Y no, no se arrepentía de haber tomado la decisión que tomo, especialmente, ahora que tenía la certeza de que estaba viva y a su lado.
Haru observó los ojos apagados de su amiga y sonrió.
No, no se arrepentía de nada.
Los tres caminaron entre los árboles y la maleza en busca de un arroyo o alguna fuente de agua. Debía existir una para que la naturaleza estuviese tan vibrante, pero no parecían hallar nada. Hasta que cuando estuvieron a punto de rendirse encontraron una fuente abandonada llena de agua de lluvia.
Haru se quedó vigilando a unos metros rodeando la fuente con un palo de madera entre las manos que había encontrado durante la excursión mientras que Mikasa lavaba la herida de Abigaíl.
La pequeña estaba avergonzada de haber tenido que desnudar su pecho para que la hermana de Haru limpiara su hombro, estaba sonrojada y no despegaba la mirada de una hormiga que se movía entre el pasto.
—Si alguien te hizo esto —la interrumpió Mikasa mientras limpiaba con agua la sangre seca que se le pegaba a la piel—. Necesitamos saberlo, podría estar cerca, esconderse entre los árboles, podría matar a Haru...
—No recuerdo nada —susurró Abigaíl.
—Debes hacer un esfuerzo Abigaíl —insistió Mikasa.
Abigaíl no dijo nada. Levantó la mirada y estuvo a punto de articular una palabra cuando su mejor amigo las interrumpió.
—Hermana —la voz de Haru se escuchaba a unos metros de ellas—... El hombre que venía con nosotros no está donde lo dejamos...
—¿Cómo sabes que no está donde lo dejamos? —los ojos de Mikasa se abrieron de par en par.
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Desolación
Gizem / GerilimUna pandemia mundial incontenible ha diezmado a la humanidad, volviendo obsoleta la tecnología e inútil el dinero, mientras que la verdadera amenaza surge de entre las sombras. Abigaíl una pequeña de 11 años tendrá que crecer a la fuerza si quiere...