Capítulo 5. Dos días

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"Antes de morirme" de C. Tangana, Rosalía


miércoles, 03 de junio, 2015.

Día 03.


Raquel se despertó aquella mañana antes que él. Se paró y se fue al baño a lavarse los dientes. Cuando salió, volvió a su lugar, se sentó en la cama y miró dormir a Sergio. Se quedó unos minutos viéndolo y tragó saliva. ¿Por qué Sergio habrá hecho aquella escena? ¿Realmente vio intenciones de ayudarla o había algo detrás? "No seas tonta, Raquel, solo quería ayudarte" Era extraño, pues nunca habían sido tan íntimos como para que él hiciera algo sin siquiera consultárselo, y tampoco se veía ese tipo de persona, que no te pidiese permiso antes de actuar en un tema que no está involucrado. Pensó en las palabras de Alberto "Bueno, ya lo veía venir. Ya decía yo que no solo la mirabas mucho en aquellas reuniones solo porque sí." ¿Qué significaba eso? Realmente Raquel no quería comenzar a hacerse ideas erróneas. Pero de pronto le surgían muchas dudas, como por qué Sergio en todas las reuniones que se llegaron a ver nunca presentó a alguna chica ¿Sería gay? No, porque Alberto no hubiese hecho aquel comentario. Una persona nota cuando otra le mira mucho, Raquel si lo había notado, pero creía que solo era cuestión de coincidencias el voltear a verlo cuando el quitaba la mirada de la suya.

Además, se podría decir que Raquel era demasiado inocente, como para creer que él la vería por algo más. No le dio nunca importancia, Alicia tampoco le había mencionado nada y eso que ella era la primera en darse cuenta de cuando alguien la volteaba a ver y le decía, solo para molestarla, aunque se tratara específicamente de él, pero como este no fue el caso, pasó desapercibido.

―Buenos días ―saludó Raquel, al verlo moverse entre las sábanas.

―Hey ―saludó con voz ronca y arrugó la nariz. Se pasó las manos por la cara y se incorporó igual que ella en el respaldo de la cama. Fijó su vista en su mesita de noche para tomar sus gafas y ponérselas.

Raquel le observó todos los movimientos. Era verdad que desde que él había llegado, ella lo había visto de otra forma, porque se dio cuenta de su cambio físico, y al pensar que lo veía solo con la intención de querer borrar la imagen de Alberto de su cabeza en ese momento, estaba empezando a creer que ese no era el verdadero por qué. La voz de él le interrumpió en aquellos pensamientos.

―¿Has dormido bien?

―Sí ―hizo una pausa―. Hoy no tengo nada que hacer, así que, podré ayudarles a sacar cajas de la otra habitación para que sea más rápido.

―Bueno, me tendrás que ayudar solo a mí. Porque a Andrés le salieron cosas del trabajo y lo iba a hacer solo ―le informó.

―O sea que haremos lo mismo o menos de lo estimado para el día de hoy ―añadió. Pues la idea era que ella les ayudase a los dos para ir más rápido. Pero si faltaba uno, el resultado iba a ser el mismo sin una tercera ayuda o menor, ya que ella no podría cargar tantas cosas pesadas.

―Me parece que alguien tiene prisa ―contestó riendo, parándose de la cama. Ella asintió―. Que pena, ya me estaba acostumbrando a dormir contigo.

Le dedicó una última sonrisa y se metió al baño cerrando la puerta tras de él. Raquel se quedó quieta. Sabía que no podría decirlo en serio, pues apenas eran dos días. Solo fue un comentario para amenizar el ambiente.

Las personas solemos sentirnos a gusto con algunas cosas o personas y sin querer, nos terminamos acostumbrando a ellas. Es tu subconsciente la que es participe, cuando deseas algo o incluso sin desearlo, pero lo obtienes, te es un poco difícil desprenderte. Así hayan sido uno o dos días, una semana, un mes, y sobre todo cuando le das la importancia suficiente. Por lo que todas las posibilidades estaban abiertas, podría despertar el día de mañana sola, y sabría que se le haría raro no ver a alguien a su lado, así hayan sido dos días. Pero como fácil te acostumbras, fácil pasa, pero Raquel no sabía, todo lo que le esperaba.

De junio a julio | SerquelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora