|•Capítulo 24•|

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Max

Llevaba más de dos horas aquí en la sala de espera de urgencias, a mi lado el profesor medio dormido y a su lado Ángel, quien se levantaba, iba de un lado a otro y después volvía a sentarse.

—Papá, iré a ver cómo están las chicas.

Volteo a ver a Ángel, quien no me miraba, simplemente fingía mirar a su padre pero estaba muy perdido.

Los padres de Jackson se fueron a hablar con los de Nicolás a una sala, junto con unos policías y el doctor a cargo del hospital.

—Esta bien hijo, después ve a casa, yo iré en cuanto pueda hablar con los padres de Jackson y Nicolás.

Ángel asintió, metiendo las manos a los bolsillos de la sudadera que traía puesta encima del traje de Halloween.

—Tú también deberías ir a casa —me miró el profesor.

Me quedé callado y simplemente asentí, había tenido un día muy movido, estaba cansado tanto físicamente como mental, no podía más y menos para ponerme a discutir con mi profesor de matemáticas.

—Gracias profesor, avíseme cualquier cosa —me levanté y fue en el momento en el que un hombre apareció en una bata quirúrgica desechable en color azul marino, llevaba puesto un gorro del mismo color y un cubrebocas que no creo que se quitaría.

Debajo de esta se le podía ver una gran barba castaña, era alto y curpulento, lo que hacía ver demasiado débil a mi profesor sentado, el profesor como podía se levantó, ya acostumbrado a esto, y miró con la cabeza en alto al médico.

—El chico no sufrió lesiones graves, solo estaba inconsciente y a causa de la presión que había sobre él y su pecho dejo de respirar, pero está fuera de peligro, a parte de unos cuantos hematomas y pequeñas cortadas, no hay nada que temer —nos da lo que creo que es una sonrisa por debajo del cubrebocas, ya que sus ojos se hacen más pequeños.

Asentí y me di la vuelta para irme, tome la chaqueta para cubrirme del frío de la noche y salí. Posteriormente me aleje del hospital a un parque pequeño que estaba a lado, este ya estaba desierto, no había nadie, y las ráfagas de viento hacían sonar los metales como si alguien estuviera jugando ahí.

Me senté en uno de esos columpios y suspiré mirando a la nada, recordé a Victoria y a la mente se me vino lo que dijo »Eso, que la quieres...«

¿Porqué creerla sería un problema?

Ya me mostraba angustiado y eso que a penas había empezado a trabajar mi mente, así era yo, sobre pensaba las cosas la mayoría de veces y no podía parar una vez lo hacía.

Pase una mano por mi cabello y me dispuse a llamarle a Queen.

Lo hice tantas veces que al final perdí la cuenta y me di por vencido.

Levantándome saque una cajetilla de cigarrillos con un encendedor, lo puse en mis labios y lo encendí, dándole la primera calada después de guardar la cajetilla.

Exhale el humo, sintiendo como mis pulmones por fin podían respirar, no hacía esto a menos de que estuviera nervioso o preocupado, para entretener a mi mente de pensar de más.

Por lo que nadie sabía que fumaba, ni amigos, ni profesores, ni padres, ni compañeros, solo Queen y eso porque me descubrió haciéndolo una vez que tuve una pelea con mis padres.

Comencé a caminar de un lado a otro mientras fumaba el cigarrillo, al final lo aplaste con mi pie en la tierra y después lo levanté para tirarlo a un bote de basura público cerca de ahí.

Iηтєяяυмρє мιs sυєñσs, ρяιη¢єsα [SS#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora