|•Capítulo 3•|

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Ángel

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Ángel

Bonita detención, mi madre iba a matarme, y si no matarme, al menos quitarme mi videojuego que tanto me costó y ella esconde muy bien las cosas.

Una vez cuando era niño, le di una patada en los bajos a otro niño porque me dijo que era feo y bueno, después de eso me castigo a mi sin salir y me quito el videojuego, estuve dos días buscándolo por toda la casa, no lo encontré y obviamente mi madre se enteró por el desastre que dejaba, pero bueno.

—Gracias —la escuchó hablar con sarcasmos, al parecer no me di cuenta de que había entrado hasta que dejó caer su mochila con fuerza en la banca que tenía a un lado, yo me había quedado dormido, otra vez, sin darme cuenta.

—De nada —sonreí siguiendo su juego, pase mi brazo por encima del respaldo de su asiento y ella me miró rara.

—¿Decepcionada de la vida o de ti misma? —me burle.

Okey, quizás me estaba pasando de la raya y el burlarme No me ayudaría a mejorar mi relación con ella, pero es que se veía tan tierna enojada.

El impulso por apretar sus cachetes como lo hacía mi abuela conmigo, y por un segundo la mire sonriendo como solo lo hacía cuando leía.

—Enojada contigo —dijo groseramente, sacándome de los pensamientos, gruño.

—Ya, vale, no soy perfecto, hasta los personajes literarios pueden tener sus defectos —me levanté para dejarla sola y me senté hasta al final del salón, dónde durante toda la clase de detención me quedé dormida.

Y sí señores, me dieron otra semana de detención, eso no cambiará el hecho de que me dormiré cada vez que tenga oportunidad.

No es que quiera dormir, osea, si quiero, pero como que mi cuerpo exije dormir cuando está aburrido.

Es...una necesidad más que nada.

—Bien, me voy y espero que no me hables mañana —lo dijo con tanta repulsión mientras guardaba sus cuadernos, que por un momento sentí un pinchazo en alguna parte de mi cuerpo.

¿Le doy...asco a ella?

Bajo la cabeza mirando los ejercicios de matemáticas que realice en menos de quince minutos, me seguí cuestionando que había hecho mal para llegar a tal punto de que a alguien le repugne la simple idea de que le hable.

Tome mi cuaderno y lápiz, que sí, si había traído, pero lo oculte para hablarle a Victoria, me colgué la mochila y salí del salón dónde al pasar por su lado, susurré un:

—Esta bien, ya no te hablaré, no te preocupes.

Salí corriendo hacia el campo de fútbol de la escuela, ya había dado la primera vuelta cuando me detuve y quise golpearme.

»¿Porqué soy tan idiota?«

»¿Debería de hablarle dicho que hoy se veía hermosa como siempre?«

Iηтєяяυмρє мιs sυєñσs, ρяιη¢єsα [SS#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora