|•Capítulo 21•|

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Antes de que quieran matarlo deje lo hablar, actuar y pensar.

Después, todo suyo.

Max

Me estaba perdiendo la fiesta de Halloween, excelente ¿Y porqué? Por mi insistencia de derrotar a Ángel.

Es que él se metió en mi vida, soy su puta sombra y no quiero serlo.

Ese momento en el que estás rodeado de miles de personas, tiene más de seis mil seguidores en redes, tus padres te lo dan todo, te atienden pero sigues sintiéndote solo.

¡Maldita la hora en la que te conocí, Ángel!

Odio cada segundo que pasa viendo como tú vives la vida que a mí me hubiera gustado vivir, como todos te aman a ti y a mi me desprecian.

Años antes, todo esto era mejor, Ángel y yo éramos mejores amigos, hermanos, inseparables, salíamos a todos lados, nos contábamos todo, él me confiaba todo a mí.

La rabia sube por mi sed, abraza mi corazón y besa mi cerebro, siento que todo arde dentro de mi, de repente descubro a mis ojos queriendo mostrar lo que siente el corazón.

Debo de cerrarlos con total fuerza para evitar que las lágrimas fluyan, un sollozo de escapa de mi boca sin poder evitarlo y me molestó aún más.

Me levanto y comienzo a golpear las paredes verde militar de mi habitación, la pintura comienza a caerse en pequeños trozos, que recuerdan aún más el dolor de mi corazón.

—¡Deja de ser tan débil, maldita sea! —pero las lágrimas siguen fluyendo sin que yo pueda hacer algo para detenerlas.

Siento como mis nudillos son golpeados con fuerza, siento la piel desgarrandose y como la sangre comienza a gotear.

Hay ardor también en esa zona pero es tan pequeña y poco fuerte que no me molesta.

Dejo de golpear cuando mi cuerpo comienza a abandonar las fuerzas que me da la rabia, porque ahora solo hay dolor, me dejó caer al suelo resbalando por mi espalda hasta el piso, doblo mis rodillas y las aprieto con la palma de mis manos, como aferrandome a mi propio cuerpo para no abandonarlo.

Mis ojos se abren y entre sollozos solo puedo ver la borrosa luz que hay en mi habitación colgando, los estantes llenos de libros que jamás he leído, el gran armario blanco cubierto con posters y pegatinas de las bandas y artistas que me gustan.

La cama está hecha un desastre desde que no me he levantado por que estuve suspendido hasta el próximo lunes.

Mire el pequeño escritorio de madera color chocolate con los libros en una pileta y mi laptop.

Incluso en la escuela soy tan malo. Que inútil soy....

Me limpie las lágrimas porque mi reloj en la muñeca marcaban casi las dieciocho horas donde comenzaba a trabajar.

Nuestro horario en la escuela es realmente largo y apretado, entrábamos a las ocho y quince de la mañana, teniendo treinta minutos antes de entrar a la primera clase, mi horario que te dan al inicio de clases en la preinscripción está pegado a la pared donde está el escritorio.

La salida normalmente era a las cinco treinta, dejando cuarenta y cinco minutos entre clases para poder almorzar y comer.

Me puse rápidamente el uniforme, una camiseta blanca con moño, un pantalón de vestir negro y zapatos de vestir negro, tome el mandil, mis padres no estaban, se fueron de viaje como siempre sucede si quieres tener miles de millones de pesos.

Claro que mis padres no tenían ni idea de que trabajaba, se volverían locos y quisieran llevarme a un internado académico.

Al igual que soy el menor de tres hermanos, debo de llevarlos a la escuela y traerlos para demostrarles a mis padres que soy responsable, obviamente pago una niñera para cuando salgo a trabajar.

Iηтєяяυмρє мιs sυєñσs, ρяιη¢єsα [SS#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora