|•Capítulo 2•|

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Victoria

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Victoria

Me vestía con el uniforme de la escuela. Una falda roja con blusa de vestir de botones negra, y un pequeño moño en su cuello del mismo color que la falda, medias abajo de la rodilla negras y zapatos escolares rojos, la chaqueta y el chaleco las chicas preferían no traerlo puesto, aunque obviamente hay reglas y hay que acatarlas.

Suspiré viéndome en el espejo, la chaqueta negra con rojo y líneas blancas, combinaban muy bien con el chaleco de lana rojo con líneas blancas.

Me di la vuelta, cuánto odiaba mi físico.

Gruño dándome por vencida, viendo que por más que me esfuerce, ni el uniforme me quedara bien.

—Victoria, llegarás tarde ven a desayunar —rodee los ojos y tomando la mochila que me colgaba de un lado baje antes de que siguiera comenzando a gritar.

—Victoria ven a desayunar antes de irte, de todos modos llegarás tarde.

—No, me llevaré el lonche que me preparaste —tome el lonche y se lo mostré —lo comeré en el camino y en la hora del almuerzo compraré algo en la cafetería de la escuela ¿Sí?

Se cruzó de brazos y parecía estar pensando lo.

—Bien, vete entonces ya —me hace una seña y yo sonrió victoriosa.

Me doy la vuelta y salí por la puerta.

Mi casa no era demasiado grande, dos habitaciones, una de mis padres otra mía, un solo baño que compartíamos, la pequeña sala y cocina juntas, un pequeño cuarto de lavado y un jardín, la rentan mis padres específicamente por el jardín, a mi madre le gustan las flores.

Corrí pero a penas crucé la calle ya me dolían las piernas y espalda, me detuve y me recargue contra una pared tratando de recuperar el aliento.

—¡Ey, Victoria! —abrí los ojos cuando una voz fina me llamo.

Frente a mi había un auto en color rojo, de este salía un brazo que pertenecía a un chico que odio.

Lo ignore y continúe mi camino.

—¡Anda sube, te llevaré a la escuela!

Lo ignore nuevamente, quería que dejará de hablar, su voz fina con un tono ronco dándome a entender que se estaba convirtiendo en hombre me repugna.

—¡Victoria! —lo escuché frenar de repente y posteriormente una mano detenerme.

Me solté bruscamente —Que no gracias, puedo caminar.

—No seas orgullosa, sube, no me cuesta nada llevarte, vamos al mismo lado.

—No, gracias —sigo mi camino, y escucho sus pasos detrás de mí.

Pero casi en dos segundos, veo como me quita la mochila y sale corriendo a su auto, se sube de un brinco y enciende el motor, a penas me da tiempo de caminar hacia él cuando ya arrancó.

Iηтєяяυмρє мιs sυєñσs, ρяιη¢єsα [SS#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora