|•Capítulo 30•|

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Ángel

Bostece, acaba de dormirme la última hora de clase pero aún así tenía demasiado sueño, decidí ir a comprarme algo a la máquina expendedora en la cafetería antes de ir a los entrenamientos, paso una mano por mi cabello y luego por mi cara, cuando mi mirada cae en la máquina expendedora veo a Victoria ahí, lleva unos mallones Sport, en color negro, y la camiseta de básquetbol de mujeres, ladeo la cabeza y me decido acercar.

Ella parece estar pensando que elegirá, y suponiendo lo que pasó la otra vez, prefiere evitar las que tienen más calorías, miró todo desde atrás de ella.

—Las barras de granola, solo tienen 60 calorías —apunto a la granola detrás del cristal, ella me mira, paso mi brazo por delante de ella y coloco el dinero necesario, pico el número 23 y el 8, cae en el recibidor una barra de granola y unas papas a la francesa en bolsa, los tomo y le doy la barra de granola.

Ella parece inspeccionar la mientras yo abro y consumo mis papas que tienen 289 calorías.

—Gracias...—susurra a mi lado, asiento y miro como se entremece.

Levantó mi mirada —¿Tienes frío?

Ella niega —No...

—Entonces...¿Porqué temblaste? —alzo una ceja, volteo todo mi cuerpo hacia ella —¿Estás enferma? —coloco mi mano en su frente tomando su temperatura pero parece que está normal ¿O yo que se? No soy médico.

—No...—vuelve a hablar, una vez más se entremece.

—¿Que...?—no alcanzo a formular la pregunta cuando ella toma mi camiseta y se aferra a ella como si su vida dependiera de ello.

—Alguien me está siguiendo... —me susurra por lo bajo, intento mirar discretamente hacia todos lados, pero no veo nada, justamente antes de bajar mi mirada hacia ella y decirle que no hay nadie, mi visión capta una sombra o para ser más específico, una persona encapuchada que desaparece en unos segundos.

—Mierda... —sostengo a Victoria contra mi, mi mano se posa en su espalda buscando protegerla.

—Vamonos de aquí —susurro en su oído, ella de nuevo se estremece, y no sé si es por el susurro en su oído o porque sigue con miedo, la llevo cerca de mi, quitó su mano de mi ropa y la tomo entrelazando la con la mía.

—Tenemos que llamar a la policía —habló en susurros, por si acaso.

—¿Y que se supone que le diga?

—La verdad, ¿Hace cuanto tiempo te están persiguiendo?

—Un par de días —ella parece estar mirando al suelo, cuando sigo su mirada está posada en nuestras manos juntas. Sonrió.

En unos segundos pienso en sus manos entrelazadas con las mías, por encima de su cabeza, en una cama, desnudos...

Aclaro mi garganta suavemente para que no se note y decido jugar a ver si ella estaba pensando lo mismo.

—No es momento para pensar en perversidades, Victoria —susurro en su oído mientras abro la puerta de uno de los salones vacíos.

La veo sonrojarse, aparta su mano para cubrir su rostro, aprovecho para bajar las persianas de las ventanas y cierro la puerta, me acerco a ella.

—Siéntate —se lo digo como una orden para que sepa que no estoy jugando, porque a esta mujer le gusta llevarme la contraria.

—Que mandón —susurra como recalcando su orgullo pero aún así se sienta en una de las sillas, yo me siento en la otra.

—¿Qué planeas hacer?

—Esperar a qué mi padre termine la junta de maestros e irnos con él, a partir de hoy, mañana y todos los días, te acompañaré y te recogeré de casa —respondo y bostezo una vez más.

Iηтєяяυмρє мιs sυєñσs, ρяιη¢єsα [SS#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora