Sueño de media noche.

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Caminaba por un camino empedrado, el aire veraniego golpeaba su cuerpo poniendo en un estado de gozo a su sistema nervioso, la joven Parkinson degustaba de la compañía de su novia y sus amigos durante el camino de vuelta a casa tras una fructífera jornada académica.

El crujir de las rocas sueltas bajo sus zapatos, el silbar del aire, las nubes danzando en su lejana cercanía.

Sus acompañantes bromeando entre ellos, contando desde la historia más elaborada que podían recordar hasta el chismoteo más superficial. Halagos y secretos. Compartidos a la ligera. Ella caminaba en silencio, solo una espectadora, dando su opinión solo cuando era solicitado.

El pasto como sus ojos, los arboles tan fuertes como su cuerpo y el sol tan como ella. Un ruiseñor canto para ellos.

Poco a poco se fueron separando, tomando cada uno el respectivo camino a su hogar segun las esquinas aparecían, ella debía continuar derecho. La ultima esquina llego.

Tratare de escribirte en cuanto llegue — Le dijo su novia.

No te preocupes Hermi, siempre tendremos otro momento — Tranquilizo.

De cualquier forma te mandare un mensaje —.

Un toque con el pétalo de una flor, una sencilla caricia que alegraba el corazón. Sencillez en tiempo y ejecución. Se mantuvo de píe mientras la veía alejarse, no aparto la mirada hasta que la vio entrar en su casa muchos metros a la distancia.

Un poco más espero en su lugar, viendo el horizonte danzar mientras espera ver aparecer. No ocurrió.

Con el sol comenzando a despedirse retomo su andar, el cielo naranja le observaba junto a las nubes que le esperaban. Su caminata era más lenta de lo habitual, detallaba todo a su alrededor tratando de recordar.

El ruiseñor volvió a cantar, animándole a dar un paso más.

Fue inevitable el llegar a su hogar. La casa de dos pisos construida con ladrillo y madera al otro lado de la acera. Observo la puerta, en su bolsillo izquierdo encontró sus llaves como siempre lo estaban. Cruzo la calle sin miedo, no había algo de lo que temer. Con precisión de cirujano incrusto la llave en la cerradura de la puerta, dos vueltas a la derecha y quedo abierta. El ruiseñor se despidió.

Los colores: blanco café y azul, este ultimo en tono pastel, dieron la bienvenida. El sonido de las cuerdas de una guitarra temblando mientras Scott McKenzei acariciaba la letra de su canción San Francisco le relevo a la chica le presencia de sus padres dentro de casa. Se aseguro de cerrar correctamente, dejo sus llaves en el mueble del recibidor.

Camino por el pasillo que conectaba con la sala comedor, la cual era visible desde la cocina. Ambos adultos detuvieron su actuar en cuanto vieron a su hija entrar. Su padre fue el primero en acercarse.

Bienvenida retoñito — Dejo un beso en cada una de las mejillas de su primogénita.

¿Nos ayudas con la comida? — Pregunto su madre con una sonrisa al ver como interactuaban los dos grandes amores de su vida. La chica acepto sin pensarlo.

En comuna elaboraron un almuerzo del tipo italiano, cada uno con su respectiva tarea a cumplir. La lista de reproducción fue pasando de canción en canción hasta que comenzó a escucharse la voz de Elvis Presley pronunciar la letra de In the Ghetto, Fue esa la canción con la que comenzaron a emplatar, el señor Parkinson no pudo aguantarlo, dejo la ensalada a un lado y tomo a su hija con una mano en la cadera y otra aferrando una de las palmas de la adolescente. Con pasos sincronizados de explosiva tranquilidad.

¿Por qué usamos el comedor de pista? — Pregunto cuando se termino la sonata, con una sonrisa en sus rosados labios.

Debes estar preparada para tu gran noche con Hermione — Dejo un beso en la frente de la chiquilla y volvió con su esposa para terminar con las cosas que necesitaban.

Pansmione [One-Shots].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora