Cómo conocí a mi Omega.

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El colegio Hogwarts era la Meca de una institución progresista. Dónde más dos castas eran tratadas con el mismo respeto, a los alfas se les exigía comportarse como seres civilizados, tratar a sus compañeros omegas y betas cómo sus iguales por mucho que les doliera en el primitivo ego. Por su parte a los omegas se les pedía siguieran a rajatabla las indicaciones de la medicación para retener sus celos y no soltar feromonas que pudieran causar un accidente.

Las primeras generaciones fueron sin duda las más difíciles, dónde se tuvo que aplicar la mayor disciplina y las normas más estrictas. Aquella época que sería recordada como la época del terror terminó dando sus frutos: generación con generación los problemas entre las diferentes castas se fueron volviendo cada vez más inofensivos. Pasando de ser  alfas que trataban de obligar a las omegas a aparearse a cosas tan sencillas como rechazos amorosos típicos de la adolescencia.

El cambio no solo fue positivo para la institución o para todo el modelo educativo que regia la isla británica, no, claro que no. Los primeros beneficiados terminaron siendo los alumnos, pues al tratar a sus compañeros omegas y betas con respeto muchas parejas terminaron siendo descubiertas y quedando unidas por toda la vida. De hecho, se volvió creencia popular que, aquellas parejas que se juntaban para alguno de los bailes que año con año se festejaban terminaban por estar juntas toda la vida. Por lo tanto, cada que se acercaba el día de San Valentín, la noche de brujas y navidad, todo el alumnado estaba más que alborotado en busca de conseguir sus citas para dichas celebraciones.

Todo esto nos trae a la noche de brujas de 1999. La última noche de brujas de una generación, pocos alfas estaban sin pareja, muy rápida la generación había sido para emparejarse tal punto que algunos no habían vuelto al último año por estar cambiando pañales. De entre esos desafortunados alfas, dos eran los que más se destacaban: Pansy Parkinson y Draco Malfoy.

La chica, una de las pocas mujeres alfa en existencia y disponibilidad, de fina belleza con su cuerpo alto y esculpido producto de sus genes y el trabajo físico que suponía su puesto en el equipo de quiddtich. Sus cabellos siempre se mantenían cortos, nunca llegando siquiera a tocar sus hombros con las puntas, senos de pequeño tamaño que eran compensados con los firmes glúteos que ella guardaba y sobre todo, con la sorpresa que entre piernas cargaba; decenas de omegas y betas se le habían insinuado durante el pasar de las primaveras, algunas con mucha mayor discreción que otras. Pero sin importar la forma en que la propuesta llegará, la respuesta nunca variaba, una negativa rotunda, dejando en claro que no había ninguna posibilidad. Y no era porque la mujer alfa estuviera comprometida o porque su estándar estuviera solo al alcance de la realeza, no, nada de eso, simplemente, no había encontrado a la indicada, su corazón se lo decía.

Draco, por su parte, era harina de otro costal, los gustos en cuanto a quien sería su compañero eran más que particulares. El alfa de lacios cabellos platinados encontraba en los alfas la fuente de su deseo. Desafortunadamente para el, pocas opciones había encontrado en sus años de escuela y ninguna había sido mínimamente interesante.

Ambos alfas habían decidido ir juntos al baile, ir a observar y tratar de divertirse un rato, dejando abierta la puerta a qué gracias a intervención divina sus parejas aparecieran. Vestidos con tonos oscuros, se podría decir que incluso iban vestido de igual manera: Pansy con su pantalón oscuro al igual que su chaleco y sus zapatos, la camisa de manga larga blanca era lo único que rompía con la oscuridad junto claro con la corbata verde y plata. El chico solo se podía distinguir porque, en lugar de chaleco, llevaba un saco desabotonado.

Cuando el reloj marco las nueve en punto de la noche, ambos alfas, amigos desde hacían muchas lunas,  compañeros de aullidos a la luna llena, emprendieron camino al gran comedor lugar que había sido reformado para ser un magnífico salón de baile. Ninguno de los implicados se imaginaba lo que estaba por ocurrir aquella noche. Nadie podía preveer que un cabron se había colado a las cocinas y había dejado un pequeño agregado a cada una de las fuentes de ponche, varias gotas de una muy peculiar poción que pondrían a todo aquel que bebiera así fuese una gota, como perros en celo, destruyendo autocontrol y dejando que las feromonas volarán libres como aves.

Pansmione [One-Shots].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora