Pansy estaba viviendo el sueño. A sus 25 años se encontraba en la cima de su carrera como cantante, unos cuantos discos de oro, algunos premios, una legión de fans que podrían conformar un país pequeño.
Podrida en dinero, con una lista de contactos inmensa y números en redes que no dejaban de crecer; y aun con todo ello, Pansy Parkinson se encontrá sola, observando la pantalla de su teléfono, suplicando para que alguien le llamara.
Aquella tarde no era una cualquiera, claro que no, era la tarde su cumpleaños 25. El teléfono donde sus redes sociales públicas tenía estaba apagado, el que mantenía en sus manos era el que usaba solo para con sus familiares y verdaderos amigos hablar.
Nadie le había marcado, tanto tiempo sola se había quedado en el sofá de su sala, observando la inmensidad de su Liverpool natal: el frío cielo en sincronía con su estado de ánimo iba, el movimiento de tráfico con facilidad se podía apreciar.
Un suspiro lleno de pesar, su malestar trataba de dejar escapar. No quería seguir sintiéndose miserable, compadecerse de ella misma; era un día especial ¡Era su cumpleaños! Y sentía tenía todo derecho de festejar a su manera.
Con pesar se levantó de su sofá, las piernas arrastró con dificultad por el tormentoso mar de madera caoba que como suelo de su departamento servía. Las paredes grises como su vida a cada día se convertía le observaba hasta su habitación llegar; muros llenos de recuerdos, rostros inmortales por el milagro de las cámaras, amigos, familia o conocidos, no importaba, todos le habían abandonado, incluso su querida mascota que le había consolado en tantas noches de insomnio por las lágrimas.
Poco interés en ropa escoger, sencillez en pantalón de mezclilla y camisa negra, ambas se notaban demacradas por el pasar de la joven era al igual que los tenis blancos que para contrastar había decidido portar. Una sombrilla guardo en el bolso que iba a llevar, sus lentes para poder a la perfección mirar y por último su cubrebocas para incógnita tratar de pasar. Las llaves de su casa junto a la cartera y celular, los últimos añadidos para marchar.
Su gran plan de cumpleaños era más que claro, ir a comer a una cafetería que estaba a varias cuadras de su casa e intentar despejar su mente, quizás esperar a que alguno de sus amigos cercanos o familiares recordara su existencia.
Fue un trayecto de lo más sencillo, caminando por las zonas más tranquilas sin temor a ser reconocida, perdiéndose en la cercanía del cielo mientras pensaba en el lejano suelo. Suspiros cada tanto se le dejaban escapar, producto de una tristeza que se había estado acumulando con forme le pasar de los años.
La zona más céntrica dónde la cafetería se encontraba tardo muy poco en aparecer: bulliciosa, a reventar de gente y ruidosa. El lugar perfecto para a uno mismo perderse en medio de las tantas preocupaciones que a los humanos le atacaban. esquivar personas, cuidar de a nadie empujar, esperar para calles poder cruzar; fueron las acciones necesarias para conseguir a su destino llegar.
En ningún momento fue interrumpida, nadie le pidió una foto o un autógrafo, no siquiera le pararon para saludar. Un paraíso para cualquier famoso y, por mucho que le gustará interactuar con esas personas a las que le debía todo, ella no fue la excepción; dicha pura al verse poder con tranquilidad andar.
Un suspiro de sus labios se escapó cuando el cartel que en perfecta caligrafía de tinta negra mostraba el nombre del local ante sus ojos apareció.
Cuarto de Luna.
Era ese el nombre que en el rótulo se leía a las mil maravillas. Interior que simulaba un ambiente rural, muy alejado del Liverpool que a sus alrededores viva; se fue moviendo entre el resto de mesas que ya estaban ocupadas, directa hasta llegar al mostrador donde la dueña del local, sin saberlo, esperaba a su artista cliente que cada tanto le visitaba.
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Pansmione [One-Shots].
FanfictionPequeñas historias inconexas entre ellas, abiertas a quien se inspire en una para crear su propia historia, solo esperando que no se molesten si yo también decido desarrollar una de estas historias.