El ballet apesta.

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Las fiestas de la academia siempre les parecieron una mierda pretenciosa, dónde se hacía pavoneo de las finas artes que con el pasar de los años se habían creado, abrir con el tango o el tap, pasando por el flamenco y el baile de salón. Coreografias bien ensaladas y cuidadas, cada paso a la perfección sin posible alteración. No había posibilidad de fallar a la perfección todo se debía de ejecutar, moverse cuando se debe parar con finalidad de mostrar.

Cada acorte se volvía banal lo que en orifin quisiera transmitir perdido estaba ya. Solo servía para repetir de forma mecánica un recuerdo del refinado pasado.

Hermione no lo podía aguantar, le daban ganas de vomitar el cada año tener que apreciar el "verdadero arte del baile" ejecutarse, una forma perfecta para hacer sentir mal a los alumnos que tras tanto protocolo solo movían sus cuerpos a como dios les diera a entender.

Era esa su postura y le quedó aún más clara aquella tarde noche de octubre dónde el director no había tenido mejor idea que abrir el baile de otoño con una presentación de ballet. Claro que sencillo el festival no podía ser, no fueron ni fueron dos las presentaciones que se dió, un total de tres tan variadas cómo similares. De todas ellas, que un genuino asco generaban en el estómago de Hermione, fue el último el que sobrepasó el límite.

Una única bailarina, de cabellos cortos y negros, sus ojos de avellana que aparentaban brillar al horizonte miraban. En sus labios, una perfecta sonrisa se mostraba, encantadora, reluciente, aunque forzada.

Con peculiar atención observó cada movimiento de la bailarina, cada pequeño salto, giro y paso que ejecutaba en sincronía perfecta con el ritmo de la música, la forma en la que la tela de su tutú se movía le deja anonadada y no hablar de la casi sobrenatural flexibilidad que al alzar sus piernas demostraba.

Las mejillas de la castaña un calor consiguieron junto a un rubor producto de conseguir observar la ropa interior que al cuerpo de la bailarina se pegaba, la vista de la tela que cuidaba la intimidad de la bailarina fue la que le consiguió avergonzar.

Pasaron minutos, rápidos veloces, uno tras otro entre notas musicales saltos y giros, la sonrisa de la bailarina no desapareció hasta que el telón se cerro. Los aplausos inundaron el salón así como unos cuantos silbidos producto del gran espectáculo que se había dado.

Lo siento, iré a vomitar — Con su cita Hermione se disculpó, su amigo de gafas solo sonrió ante el comentario.

Fue difícil el moverse entre el muro de alumnos y maestros que como frontera servían para la salida. A empujones, dando una que otra patada, reclamos por algún animal que aprovechaba la cercanía para tocarle, el alfiler que por costumbre guardaba tuvo que salir a saludar.

Una puerta lateral fue su salvación, su escape le llevo a los jardines del colegio, el aire pronto a ser otoñal al instante le despeino. La música del interior muy apenas se filtraba tras los gruesos muros de concreto. Consiguió entonces poder respirar con normalidad, tranquila, el mal recuerdo del horripilante espectáculo comenzaba a pasar, alejándose de su mente sin necesidad de nicotina tomar.

Unos pasos cercanos se escucharon a ella, el taconeo de unas zapatillas, punta tacón, punta tacón. A unos cuantos metros de la castaña se detuvieron, el sonido de un encendedor intentando ser encendido en tres ocasiones hasta que el objetivo se logró, la flama se mantuvo y consiguió quemar la punta de un cigarro. Una fuerte calada antes de exhalar.

¿Qué te pareció el espectáculo? — Ese tono firme, rasposo, una sonrisa le dibujo a la castaña.

Una mierda — Contesto sin dudar, aún teniendo sus ojos cerrados pudo imaginar a la perfección la reacción de la pelinegra —. No sé a quien se le ocurre que es divertido ver a una egocéntrica dando saltitos mientras interpreta el cascanueces.

Pansmione [One-Shots].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora