Kazutora Hanemiya vive una vida relativamente normal. Trabaja en una tienda de mascotas, vive en un bonito apartamento, y tiene la dicha de ver a Chifuyu Matsuno, el hombre del cual está enamorado, a cada momento del día. Tiene la vida con la cual s...
Una sonrisa se posó en sus labios a la vez que se llevaba los dedos al puente de la nariz. Cerró los ojos con fuerza y la sonrisa se convirtió en una carcajada.
—Cómo... ¿Cómo hiciste para traer la torre?
La ancha sonrisa en el rostro de Kazutora se esfumó. Recordó al grupo de adolescentes que se espantaron cuando lo vieron caminar con un gato bajo un brazo, bolsas de comida y arena bajo el otro, y una torre para gatos y un arenero flotante detrás de él. "Baji, creo que esto no va a funcionar" susurró. "Tú no te preocupes, ya casi llegamos" le contestó su mejor amigo.
Quizás no sería bueno contarle a lujo de detalle todo lo que había maniobrado para meter las cosas en el auto y manejar ida y vuelta en menos de una hora. No cuando su plan había sido llevar todas las cosas posibles en un solo viaje, con ayuda de Keisuke y cuidando que nadie los viera en el trayecto de 30 metros hasta el automóvil (lo cual, como ya se detalló, resultó fallido).
—El poder de la amistad.
No era una mentira.
—Claro —dijo Chifuyu—. Por cierto, mientras te estaba buscando me fijé en el compartimiento y el gato estaba ahí, echado en una esquina. ¿Cómo hiciste para...?
Kazutora lo interrumpió. —Pero si lo primero que me llevé fue al gato...
Se vieron fijamente por unos segundos hasta que el de mechas doradas cayó en cuenta de lo que había sucedido. —Lo que viste fue la manta, no al gato, Fuyu.
Rio estruendosamente, contagiando al menor, que se había tapado la cara con las manos para ocultar la vergüenza provocada por la confusión. ¿Cómo iba a confundir un esfinge con una cobija? Si eran lo contrario el uno del otro.
Cuando su risa se calmó, conectó sus ojos esmeralda con los ambarinos y relajó la mirada, esbozando la sonrisa más sincera que había tenido en mucho tiempo. —Gracias, Kazutora. Muchas gracias.
El mencionado igualmente sonrió, abriendo los brazos y soltando un "Ven aquí". Chifuyu obedeció, acercándose y envolviendo sus brazos alrededor del cuello del mayor, quien pasó sus brazos por su cintura hasta aprisionarlo contra sí mismo.
—No sé cómo pagártelo de vuelta —murmuró el ojiverde.
—No tienes que hacerlo, es tu regalo de cumpleaños. Con que estés a gusto es suficiente para mí.
Mantuvieron la misma posición por un par de segundos, callados. Fue la voz de Kazutora lo que rompió el acogedor silencio.
—Su nombre es Nilo... Digo, es tuyo, puedes ponerle el nombre que gustes, pero me gusta mucho el nombre Nilo...
—Pues entonces mi forma de agradecimiento es dejarle el nombre que tú le pusiste. Es un bonito nombre...
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