➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟎 ᘒ ꒦ 🜸

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-¿Por qué no vienes conmigo a casa? Podemos tostar semillas de tubérculos y ver una película. - Le sugiero a Haechan mientras regresamos del campo de vuelo. Todavía noto un cosquilleo por todo el cuerpo, al que siento vivo y despierto por el reciente vuelo como no lo había sentido desde... Frunzo el entrecejo, impidiendo que el recuerdo se interponga y me arruine esta nueva sensación de paz.

-Claro. - Responde mi hermano. Sonrío, recordando las veladas en que mamá, Haechan y yo nos apretujábamos en el sofá a ver películas... Y luego pienso en lo poco que he visto a mi madre últimamente. Es probable que esté durmiendo, exhausta tras su largo turno. Cuando me he despedido de ella después de cenar, ha mencionado que a lo mejor se iba directa a la cama después de darse una ducha.

-Mamá podría apuntarse. - Dice Haechan. -Ajá. - Respondo evasivamente. -Si aún está despierta. - Mi hermano me lanza una mirada. Sé lo que está pensando: mamá siempre nos esperaba levantada cuando salíamos. Pero eso era antes, cuando sentía que tenía cierto control sobre nuestro mundo.

Abro la boca para explicarle la situación a Haechan, pero me detengo. Cierro la boca y aguzo el oído, examinando las oleadas de niebla lechosa que nos rodea y que es más espesa de lo habitual.

-¿Jaemin?

-Algo va mal. - Digo en voz baja, levantando una mano. Aunque ninguna alarma quiebra el aire, algo ha cambiado. El pueblo está sumido en un silencio inquietante. Aún falta media hora para el toque de queda, pero por la calle no hay nadie, excepto los que regresamos del campo de vuelo. Esta noche iban a celebrar un campeonato de jako en el centro recreativo, pero cuando pasamos por allí, el edificio está a oscuras. No se oye el tintineo de las piedras preciosas que se usan en el juego. Y tampoco los habituales gritos de victoria o derrota cuando la gema de un jugador golpea la de otro y la saca del tablero.

Entonces, uno de los veteranos aparece entre la niebla. Resulta casi cómico ver a esa figura solemne corriendo.

-Haechan, te necesitan. Ve de inmediato a casa de Sunmi. Deprisa.

A mí ni siquiera se me pasa por la cabeza quedarme donde estoy. Cruzamos el pueblo a la carrera, dejando atrás al veterano. Nuestros pasos retumban en el camino. Hay un pequeño grupo de personas congregadas delante de la casa de Sunmi. Sehun y otro veterano, dos guardias con su brazalete azul, Sunmi y Joy. Lo que me alerta sobre la situación es la combinación de Sunmi y Joy, y freno en seco.

Alguien ha traspasado los límites del pueblo. Haechan continúa andando y luego se detiene al advertir que ya no estoy a su lado. Me mira a mí y luego al grupo, claramente indeciso. Yo no puedo hablar. No puedo decir nada. Mi cuerpo no se mueve. Sunmi y Joy solo se unen por una razón: cuando un intruso accede al pueblo. Sunmi resulta más valiosa por su capacidad de borrar la memoria, pero Joy también es útil. Como Draki hipno que es, Joy hipnotiza, sembrando mentiras en la mente de un humano para rellenar los huecos que deja Sunmi.

Los latidos de mi corazón emprenden un ritmo desesperado. El calor llamea, salvaje y ardiente, en el fondo de mi garganta. Intento ver al intruso. En su mayor parte, me lo tapan los demás y la densa niebla. Distingo su espalda, el contorno de sus anchos hombros. Trago saliva para mitigar la quemazón de mi garganta y me acerco un paso más, con las manos cerradas en puños tan prietos que las uñas se me clavan en la blanda carne de las palmas. Oigo pisadas rápidas detrás de mí y miro por encima del hombro. Nos han seguido unos cuantos más: Johnny, Jaehyun, Karina y Renjun...

-¡Haechan! - Lo llama Sehun en cuanto lo ve. Le grita como si estuviera dando órdenes a un animal, agitando bruscamente una mano. -¡Ven! - Haechan se aproxima al grupo y acaba de taparme lo poquito que podía ver. Frunciendo el entrecejo, me acerco muy despacio y me quedo paralizada cuando Haechan se vuelve de golpe. Sus ojos chocan con los míos.

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