➶ ໑ 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟑 ᘒ ꒦ 🜸

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Estoy agazapado justo en el exterior del pueblo, escondido entre la alta hierba estival, templando mis nervios mientras observo al Draki solitario que monta guardia en la entrada. Johnny lo ha distraído antes para que yo pudiera escaparme. Me mordisqueo el borde del pulgar, pensando en lo que me ha dicho Johnny sobre volver a entrar: «No será un problema. El centinela no querrá que la manada sepa que ha permitido que salieras sin su conocimiento». Con la esperanza de que Johnny tenga razón, me incorporo y echo a andar con pasos seguros hacia la entrada en forma de arco. Aunque no siento una seguridad del cien por cien, al menos se me da bien fingirlo.

-Hola, Chanyeol. - Saludo al guardia con voz despreocupada y natural. -¿Cómo te va? - Chanyeol se cuadra de golpe al oír mi voz, y los ojos, de un aguamarina vibrante, se le salen de las órbitas.

-¡Jaemin! ¿Qué estás...? - Su brillante mirada se vuelve hacia atrás con culpabilidad, como si Sehun en persona estuviera allí para presenciar su fallo.

En voz mucho más baja, tartamudea: -¿Qué e-estabas haciendo fuera del pueblo?

Yo hundo más las manos en los bolsillos de mis vaqueros cortos. -Sólo estaba dando un paseo. - Me balanceo sobre los talones. -Al igual que tú hace un rato, ¿no? Cuando se suponía que tenías que estar de guardia... - Incluso en la oscuridad, con la húmeda niebla enroscándose a nuestro alrededor en zarcillos juguetones, distingo el rubor que le sube a la cara.

-Hum... Sí.

-Mira, no es nada del otro mundo. - Me encojo de hombros. -O sea, que yo no voy a decir ni una palabra... - Añado, dejando que mi voz se desvanezca para que la insinuación quede clara.

-No. - Se apresura a coincidir Chanyeol. -Yo tampoco. Vete. - Me ordena, y señala a su espalda. -Venga. - Sonriendo, paso junto a él.

-Gracias.

Cerca de la casa de Sunmi, vacilo y se me borra la sonrisa. Las ventanas están a oscuras. Probablemente Sunmi y Haechan estarán exhaustos, inconscientes casi tras sus esfuerzos por borrar la memoria de Jeno. Miro hacia el cielo e imagino a mi hermano tal y como lo he visto, atravesando la sólida noche, eufórico por lo que, para él, todavía es tan nuevo y maravilloso.

Entonces un sonido quiebra la misteriosa quietud nocturna. La gravilla cruje bajo las pisadas de alguien. El pulso me brinca en el cuello. Hago una pausa, pensando al principio que Chanyeol ha cambiado de idea y me ha seguido, resuelto a delatarme.

Pintándome una sonrisa en los labios, me doy la vuelta, listo para convencerlo otra vez de que olvide que me he escabullido del pueblo.

Pero él no está aquí.

Aguzando la vista, vislumbro la borrosa figura de Chanyeol en la distancia, montando guardia. Giro en círculo, inspeccionando atentamente las volutas grises de niebla que me rodean como una marea interminable. El vapor se pega a mi piel en una fina capa de humedad. Pero aquí no hay nadie. El viento cambia y la neblina se desplaza en el sentido contrario. Los jirones que me enmarcan el rostro se mueven y me hacen cosquillas. «Crac». Esperando ver por fin a alguien, me vuelvo rápidamente hacia donde ha sonado la ramita rota; mechones de pelo me golpean la cara.

-¡Hola! - Mi voz resuena en la noche. -¿Quién está ahí? - Observando ceñudo un aire que se estremece como el humo, aguardo a que aparezca un miembro de la patrulla, pero no aparece nadie.

El calor aumenta bajo mi piel, cada vez más tirante, impulsado por el instinto de pelear o huir. Una patrulla no ocultaría su presencia. Aun así, la sensación de que no estoy solo persiste. Me llevo las manos a los brazos y me los froto, para luego dar media vuelta de nuevo y proseguir mi camino, atravesando deprisa la niebla nocturna, impaciente por llegar a casa.

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