Sonreí con satisfacción cuando entré en el pequeño invernadero. En solo dos semanas y media, la mayoría de las semillas habían germinado y las jóvenes plantas cada vez crecían más, cada día eran unos milímetros más altas.
―¿Qué temperatura hay? ―quiso saber Helen, agachándose para mirar las plantas.
―Voy a mirarlo ―contestó Brenda, cogiendo el medidor de la mesita que habíamos puesto junto a la plantación para dejar todos los útiles de jardinería.
El día era lluvioso, pero dentro de la lona de plástico hacía una temperatura muy agradable gracias al poco sol que había lucido ayer.
―Cada día están más bonitas ―sonreí, agachándome yo también para observarlas.
De pronto, me entró un conocido y enorme sofoco y tuve que levantarme para quitarme la chaqueta, aunque al poco rato se me pasó. Ya esa mañana, en el instituto, me había dado otro golpe repentino de calor que se había ido a los pocos minutos. Y esto solo podía ser una cosa, esos golpes de fiebre precedían y anunciaban algo. Mañana era uno de abril, y mi reloj biológico no fallaba: mi semana de celo ya se acercaba.
―Todo está bien ―reveló Brenda, que estaba mirando el medidor.
―Esto..., chicas ―interrumpí, pasándome la mano por el pelo con un poco de apuro―, ¿podéis hacerme un favor? ―Mis amigas alzaron los rostros para mirarme―. ¿Os importaría encargaros vosotras de las plantas esta semana? Sería a partir de mañana.
―¿Y eso? ¿Qué pasa? ―preguntó Helen, extrañada.
―Nada, es que estos días no voy a poder ―expliqué vergonzosamente.
―Ya, tu... alergia, ¿no? ―adivinó Brenda con una risita.
Mi cara se torció en una mueca que ya la mataba.
―Claro, se me olvidaba que ya es primavera, ¿es que ya notas que te vas a encontrar mal estos días? ―interrogó Helen, preocupada, con ignorancia.
Si ella supiera lo mal que me iba a encontrar...
―No te preocupes, no creo que se vaya a encontrar muy mal ―soltó Brenda por esa bocaza.
Mi amiga explotó en un ataque de risa que, lógicamente, Helen no comprendió, y yo miré a la primera matándola directamente.
Ahora Helen sí que no entendía nada.
―Bueno, vamos a regar las plantas ―dije para cambiar de conversación.
Le quité el medidor a Brenda mientras esta seguía riéndose y lo posé en la mesita. Cogí las tres regaderas y le di una a cada una. Salimos de la plantación por la abertura de la lona de plástico transparente y las llenamos de agua con la manguera que estaba enganchada en el garaje. Volvimos al invernadero y comenzamos a regar planta por planta, distribuyéndonos por el pequeño jardín.
Teníamos que tener cuidado, ya que no podían recibir más agua de la estipulada por el dossier que nos había entregado Carlisle, aunque ya le habíamos cogido la medida y más o menos nos apañábamos bastante bien.
Cuando terminamos con esas tareas, dejamos las regaderas en su sitio y salimos una vez más de la plantación. La lluvia caía con más fuerza esta vez.
―¿Vamos a tomar un café al Olympic? ―propuso Helen.
El Olympic era una cafetería nueva que ahora estaba muy de moda entre la gente joven de Forks.
―Sí ―aceptó Brenda.
―Yo no puedo, tengo que hacer unos recados ―declaré.
―¿Seguro? ¿No quieres venir un rato? ―insistió Helen.
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NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.
RomanceHace unos años una fan de mi saga Fanfic Despertar me pidió permiso para publicarla aquí, dejando clara mi autoría. Quizá muchos la hayáis leído aquí ya de su mano, quizá otros ni siquiera sabíais que la historia era mía, por eso, y porque esta hist...