Capítulo 21. MAGIA

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Mi pulsera no podía vibrar más fuerte.

El gigante terminó de proferir su rugido y se paró justo delante de nosotras. Era colosal, mediría más de dos metros y medio, y sus brazos y sus piernas eran kilométricos, parecía que no se acababan nunca. Sus enormes pies iban descalzos y sus manos eran tan grandes como mi cabeza, una de ellas estaba cerrada en un puño.

Ya tenía que haberme transformado antes, pero me quedé tan petrificada por semejante shock, que no pude ni pestañear.

Este extraño ser no olía a nada, ni siquiera a humano. Carlisle tenía razón. Razvan había conseguido cambiar a esos desaparecidos genéticamente y ahora eran menos humanos, los había cambiado tanto, que ni siquiera tenían olor, incluso el color de su piel y sus ojos eran diferentes. Y también había conseguido lavarles el cerebro, por lo visto, les había anulado la personalidad por completo, puesto que este gigante parecía estar bajo su mando sin ninguna oposición. Era como si esos desaparecidos ya estuvieran muertos en vida.

Otra cosa que me llamó la atención fue que Alice no había visto nada, aunque, claro, si Razvan había mandado a este gigante para llevarse a Helen y estaba yo, no podría verlo.

Me extrañé de que los lobos no estuvieran aquí todavía, porque, aunque el gigante no oliese a nada que los pudiese alertar, tenían que haber escuchado su rugido.

Sin embargo, yo no podía esperar más, tenía que hacer algo para proteger a Helen, y a mí misma. Por lo menos hasta que ellos llegasen.

Entonces, antes de que me diera tiempo a reaccionar para transformarme, subió ese puño a la altura de su boca, lo abrió y sopló.

Un polvillo dorado salió disparado de su palma y voló por el aire, justo delante de nosotras. Helen y yo nos quedamos boquiabiertas, no entendíamos nada de lo que estaba pasando, pero nuestros párpados subieron aún más cuando vimos lo que el polvo hizo a continuación.

Las partículas eran minúsculas, ínfimas, y hubieran sido invisibles si no fuera porque ese extraño y fulgurante dorado las hacía brillar. Cuando la inercia del impulso del soplido cesó, el polvillo se quedó suspendido en el aire durante un par de segundos. Se quedó flotando como una pequeña nube frente a nosotras, inmóvil y silenciosa. Y después, sucedió.

De una forma vertiginosa y repentina, toda la nube vino hacia mí y se metió por mi boca, por mi nariz y por mis oídos sin que yo me diese apenas cuenta ni pudiese hacer nada para remediarlo. Hasta mi pulsera pareció verse sorprendida, ya que detuvo su vibración un instante, como si esto también fuera nuevo para ella, aunque después volvió a vibrar con insistencia.

Observé todo esto con estupor, sorpresa, en un estado de completo shock, paralizada, mientras mi aro de cuero vibraba frenéticamente para que yo despertara de una vez. El gigante se quedó quieto, esperando algo. No sabía qué era ese polvillo, pero no sentí nada raro, así que por fin reaccioné para transformarme.

Busqué ese calor volcánico dentro de mí y lo guié para que comenzase a recorrer mi espalda. Sin embargo, volví a quedarme petrificada. Mi lengua de fuego no conseguía ascender por toda mi columna, era como si se quedase trabada a la mitad.

Lo intenté una vez más. Nada. Volví a intentarlo, esta vez con urgencia. Nada.

Mi respiración comenzó a agitarse de nuevo y me quedé algo enfrascada. ¿Qué era eso que me había echado? ¿Por qué no podía transformarme?

No me dio tiempo a pensar más. El gigante vio que había obtenido lo que estaba esperando y se abalanzó hacia mí con un movimiento veloz y repentino que me pilló completamente desprevenida.

―¡No la toques! ―gritó Helen con furia, interponiéndose, a la vez que sus manos ya estaban siendo dominadas por fuertes convulsiones.

―¡No, Helen! ―chillé, pero ya era demasiado tarde.

NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora