Capítulo 37. A VECES PASAN COSAS INEXPLICABLES, COMO LA MAGIA

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Quil, ¿cómo vais?, quise saber por cuarta vez.

Podía sentir cómo el resto de la manada que se había quedado en La Push también ponía la oreja. Esto era como una retransmisión por radio.

Ya está. Por fin hemos terminado con esta escoria.

¿Cómo están Matthew y Shubael?

Bien, no te preocupes. Al final solamente se rompieron unos pocos huesos. Carlisle ya les ha entablillado, y he dejado a Isaac y a Collin con ellos para que les lleven a casa. El doctor dice que se recuperarán muy pronto, no ha sido tan grave como parecía.

Bien. Respiré tranquilo.

El resto ya estamos tras los chupasangres que os persiguen, junto con los Cullen.

Vale. Dile a los Cullen que ya estamos llegando a la montaña, ya la vemos desde aquí.

De acuerdo, se lo diré.

Seguiremos en contacto.

Hasta luego.

Y me desconecté.

Observé el estado de la montaña. No me gustaba ni un pelo. Ya estaba cubierta de nieve y las densas nubes negras se extendían desde la cumbre hasta casi las faldas de la misma, por lo que me impedían verla completamente, no sabía qué altura tenía. Además, la atmósfera olía a nieve y a frío gélido por todas partes, lo que me ratificaba que la tormenta ya estaba instalada en la montaña.

Continué corriendo toda la mañana, esquivando los árboles a toda velocidad, siguiendo la contracorriente del río Kootenay, que serpenteaba por esos valles que dejaba esa interminable cordillera.

―Es aquí ―señaló ella cuando llegué a la base de la montaña―. Tienes que seguir por este camino.

Asentí e hice lo que me indicó. Comencé a galopar por ese sendero estrecho que ya estaba algo nevado. Los incómodos arbustos que lo bordeaban se empeñaban en engancharse a mi pelaje, pero las enmarañadas ramitas que se amarraban terminaban en el suelo a mi acelerado paso.

El camino empezó a hacerse más angosto a medida que ascendía, aunque los arbustos iban desapareciendo, como si no se atreviesen a subir más allá. Las cuestas cada vez eran más empinadas y mis patas tenían que esforzarse más.

La espesa niebla que formaban las nubes nos envolvió cuando pasamos esa primera fase de la montaña, y la tormenta de nieve nos atrapó sin que pudiésemos hacer nada por evitarlo, ya que no había otro camino por el cual subir.

¡Mierda!, mascullé, luchando por avanzar.

El viento huracanado nos azotaba con furia, hostigándonos con esos copos de nieve y granizo que eran lanzados como verdaderos proyectiles. Ella se cubrió con la capucha y se echó sobre mí para protegerse del vendaval y del frío.

Sentí la urgente necesidad de parar para resguardarla en algún sitio, pero no podíamos detenernos, no de momento, no hasta que la manada me ratificara que tenían a tiro a esos malditos chupasangres, ellos eran más peligrosos que el temporal. Además, tenía que aprovechar lo que la naturaleza ponía a mi disposición, porque la tormenta también borraba nuestras huellas y cualquier pista.

Peleé durante horas contra el temporal, abriéndome paso como podía entre esa continua y espesa cortina de piedras heladas que me pinchaban por todas partes y me impedían ver lo que tenía delante, obligándome a guiarme solamente por mi instinto, hasta que, por fin, el viento fue amainando poco a poco y la nieve fue desapareciendo progresivamente, junto con las densas nubes. El paisaje se fue abriendo ante mí con claridad y ella pudo erguirse.

NUEVA ERA I. PROFECÍA (por mí, su autora). Continuación de mi Fanfic Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora