𝕮𝖆𝖕 4. |𝕷𝖆𝖉𝖞 𝕾𝖊𝖗𝖆𝖋𝖎𝖓𝖎

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Revisaron su cargamento dos veces y las mismas dos veces todos lo Drüskelle tocaban sus nudillos y después ponían la mano con la que la habían tocado en su pecho

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Revisaron su cargamento dos veces y las mismas dos veces todos lo Drüskelle tocaban sus nudillos y después ponían la mano con la que la habían tocado en su pecho.

Hwaxin estaba abrumada por tanta atención. Entraron y adentro no fue mejor que afuera, los Drüskelle seguian haciendo lo mismo. Ninguno de ellos se presentó o tan siquiera le abro, tampoco la miraban mucho, solo un vistazo y bajaban la mirada.

—Bienvenida, Serafini—dijo un Drüskelle en frente de ella, el único que se atrevía a verla directamente.

Ella desvío la mirada y bajó la cabeza, como lo hacían los Serafini en las trincheras cuando el general Kirigan, el oscuro iba a verlos.

—Levanta la mirada, diosa mortal—se quería reír pero oprimio su risa. Lo obedeció viéndolo, era viejo. —Yo soy Jarl Brum.

No lo conocía, así que no reaccionó y era lo que Jarl esperaba de la Serafini porque comenzó a reír.

—¿Porqué son tan amables conmigo?—pregunto ella. Esa pregunta también la esperaban. Jarl toma la mano de Hwaxin y la pone en su antebrazo invitándolo a caminar.

—Porque es una Serafini—le contesta sin mas. Esta no le gustó la respuesta. —Pensábamos que, se habían extinguido hace muchos años, una reserva de grandes estaban en Fjerda. Djel los bendijo a todos.

—Si hubo Serafini aquí, ¿porque creyeron que estaban extintos?—eso le borro la sonrisa al Fjerdano.

—Los Grisha, atacaron la reserva Serafini, el lugar protegido fue profanado. Mataron a los que se resistieron y se llevaron al resto—explico.

—Que terrible—dijo ella al escucharlo. Sabía que algunos Serafini fueron más allá de Ravka y muchos se quedaron por miedo a los prejuicios de Fjerda.

Al parecer no había nada que temer, el Serafini era adorado en Fjerda, ¿quién lo diría? Si su lengua habla, sabrían todo lo que Pekka le hizo a su sagrada Serafini. Lo matarían en frente de ella y harían un banquete para honrarla. Esa idea la hizo sonreír, pero no estaba ahí para ser un objeto sagrado.

Brum siguió contándole las contribuciones de los Serafini para Fjerda. Como es que se ganaron la lealtad del Drüskelle.

Ambos tenían un enemigo en común. Después compendio porque eran adorados. No sabían que el Serafini también eran capaces de usar la pequeña ciencia.
En esa época oscura en la que el Serafini no sabía el poder que tenía.

Solo su resistencia al frío, la inmunidad de venenos y su resistencia ante la pequeña ciencia de los mortificadores. Jarl le contó cómo fue que el Serafini le dio las herramientas para soportar el control del mortificador Grisha.

Todo era interesante hasta que llegaron a la tesorería, había Grisha en cada celda. Y las que estaban vacías, podía sentir desesperación en ellas. No soportaba verlas.

En las trincheras Serafini era algo similar para los que se portaban mal.
No dejaban que los niños hablaran mucho con sus padres, pensaban que podrían mal influenciarlos o meterles ideas a la cabeza.

Una vez vio, como hacían retorcer a un Serafini solo por querer más tiempo con su hijo.

Hubo un tiempo en el que a Hwaxin le aterraban los Grisha. Ni siquiera quería verlos. Philwar tenía un vendaval, y cada vez que se acercaba a ella, no podía evitar orinarse encima por su miedo a ellos.

No sabía que podía sentir alguna simpatía, al menos poca verlos flacos, ojerosos y suplicando por sus vidas como una vez los Serafini lo hicieron.

—Te quedaras solo unos días aquí, pero te trasladaremos después. No creas que eres una prisionera, pero queremos mantenerte fuera de peligro—le dijo mientras abría la puerta de hierro frente a él.

—¿Estaré protegida, en una prisión rodeada de Grisha?—pregunto, como si fuera obvio que ese lugar no se sentía para nada seguro.

—Se que suena mal—le dijo mientras la hacía entrar. —Pero hay ams Drüskelle que Grisha, mi lady. Estarás segura. El lugar fue equipado para que se sienta cómoda.

El lugar era bonito, paredes con un tapiz color durazno, una cama que a siempre vista se veía cómoda. Un tocador y un closet vacío.

—Le traeremos ropa cómoda después—le dijo.

—¿Porqué me trajeron?

—La reina vendrá por el Hringkälla, ¿sabe lo que es?

—Si, lo sé—dijo sonriendo.

—Sería un honor para ella, que un Serafini esté presente en la iniciación para los nuevos Drüskelle—le compartio y Hwaxin asintió muchas veces. —Vendrá alguien para darle la ropa.

Agradeció y después se sentó en la cama. Abrumada por todo lo que no sabía de los Serafini en Fjerda.

En Ravka querían sus huesos para amplificar los poderes Grisha,
Shu han los quería muertos,
Kerch como esclavos,
Y Fjerda como un sankto.

Se levantó de la cama y fue a la cómoda donde sonrió ante su reflejo, ella no era una Santa ni un ser sagrado. Así comenzó a reír por lo irónico que fue ese negocio. Pekka no contaba el trato tan acogedor que le dieron los Fjerdanos.

Lo maldijo en su mente tras los estúpido que sonaba ahora sus palabras.

Despues de unas horas, llegaron unas chicas que la ayudaron a ducharse y cambiarse para irse a la cama.
Por primera vez en 7 meses dormiría sin escuchar preocuparse por sus cuervos, porque todos estaban con ella.

𝐏𝐑𝐈𝐂𝐄 | Kaz Brekker ½✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora