𝕮𝖆𝖕 6. |𝕾𝖆𝖈𝖗𝖎𝖋𝖎𝖈𝖎𝖔

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Mantenía distancia lo más posible de la puerta, asfixiada, no tenía aliento para gritar siquiera

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Mantenía distancia lo más posible de la puerta, asfixiada, no tenía aliento para gritar siquiera.

Tomo un bocado grande de aire y se sentó frente al tocador.

Todo ese maquillaje, con coraje comienza a quitarse los colgantes del cabello y los deja bruscamente a la mesita haciendo que su cabello calera en sus hombros...

Sus ojos fueron al espejo y pasaron de ella a la puerta, estaba abierta. Las chicas que la habían arreglado debieron de ser descuidadas y no asegurarse de que la puerta estuviera completamente cerrada.

Se puso de pie y fue a la salida, con su mano trató de abrirla lo más silenciosa posible. No había nadie que pudiera verla, no a simple vista.

Soltó uno de sus cuervos que voló cerca y en efecto, no había nadie. No se volvió a unir con el cuervo, lo dejó volar en el cielo para tener una mejor vista de la Corte de Hierlo. Inmensa e imponente, parecía no haber salida.

Se concentró sólo en la vista del cuervo para ver el exterior. Buscar cualquier indicio de Pekka o de Kaz, alguien que la ayudara a salir de ahí.

Madre Santa murmuró al ver unos cuerpos empalados en el camino a la prisión. El cuervo se sentó encima de él. Los reconocía, eran los Leones moneda, el equipo de Pekka murió.

Se asustó mucho, no iba a poder salir de ahí nunca. Si eso le pasó al equipo de los Leones moneda, puede que... ¡No! Tenía que mantenerse positiva, Kaz es más inteligente... Debia serlo.

Quería dividirse en cientos de cuervos y salir huyendo, no quería estar más ahí. Pero los pasos en el pasillo la hicieron entrar a la habitación de nuevo. Jarl Brum entró después.

Estaba palida y con náuseas.

—¿Te encuentras bien?—le pregunta y la chica contesta que no. —Pensé que ya habían acabado de arreglarte.

—Me lo quite. No me gustó—contesto.

—Estamos por comenzar, quieren verte—dijo él mostrándole el camino.

Camino de nuevo por los pasillos, hablaba con ella pero Hwaxin no le estaba poniendo atención. Solo tragaba saliva y asintia de vez en cuando.

Era la misma sensación que tuvo en os kervo. Siendo arrastrada a un barco desconocido, a un destino que no conocía. Nunca pensó que se sentiría así de nuevo.

Los Serafini nunca han sido personas normales.

Desperto cuando vio a la reina en frente de ella sonriendole, completamente de blanco.

—Es una bendición tenerte aqui—dijo ella. Hwaxin sonríe y asiente. —Tu raza fue una bendición para nosotros hace cientos de años. Esperamos que te sientas cómoda.

No me siento cómoda, no me siento nada cómoda pensó fungiendo una sonrisa sin poner atención a lo que decía, de igual manera su acento le hacía imposible comprender todo.

—... Y con tu sacrificio esperamos que nuestro Drüskelle sean más fuerte...

—¿Sacrificio, dice?—le pregunta interrumpiendola.

—Claro. Los Serafini se unen a Djel en este ritual, su sangre se une al fresno sagrado y lo hace más fuerte—le explica complacida de decirlo en voz alta.

—Pensé que el Serafini era sagrado aquí.

—Claro que lo es—respondió. —Es importante alimentar al fresno sagrado y hacer que este, con tu ayuda nos dé dicha y...

Dejo de escuchar, sus oídos se llenaron de agua. Como un golpe en la cara. La iban a matar.

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—Supongo, que saben porque estoy aquí—dijo el oscuro viendo a los Serafini en frente de ellos.

Sus cabelleras blancas y largas, escondían a los niños más pequeños detrás de ellos evitando que el Grisha invocado de sombras los viera directamente.

Era una pequeña reserva Serafini al norte de Ravka

—Nadie de aquí se moverá, oscuro—dijo el líder Brigga. —Tendrás que matarme para mover mi cuerpo de este sitio.

Los demás comenzaron aclamar al líder, nadie quería ser esclavo de los Grisha.

—Los Grisha tenemos el mismo problema que el suyo en Shu Han—declaró. —Podemos ayudarlos, a estar seguros.

—Los Serafini no usaremos sus colores. No somos sirvientes de blanco, para nosotros es distinto—dijo una mujer anciana poniendo un paso al frente.

—Vuelva por donde vino—dijo el líder. —Aquí no es bienvenido.

—¿Siempre fueron tan arrogantes?—pregunto el oscuro sin cambiar de posición. —Arriesgaran su existencia, ¿una posible extinción por su orgullo?

—Estos cuerpos son nuestros—grito un adolescente atrás del líder. —No puede quitarnoslo.

—Te equivocas. Ya comenzó, su movimiento y su ayuda a la comunidad a hecho muchas historias—comento el oscuro. —Los Serafini pueden sanar. Los Serafini pueden verlo todo. Los Serafini dan suerte, su cabello, sus huesos... Son descendientes de Morozova...

Los nativos lo veían con rabia, ellos solo daban un servicio a la comunidad, querian sanar a sus enfermos, cuidar a sus heridos, alimentar al hambriento.
Lo que decía era verdad, estaban exponiéndose de más.

—A los Grisha nos odian, pero ustedes... Son diferentes, los cazaran como animales...

—¡Que vengan entonces! —anunció el líder Brigga. —Estaremos preparados.

𝐏𝐑𝐈𝐂𝐄 | Kaz Brekker ½✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora