𝕮𝖆𝖕. 15|𝕹𝖎𝖓𝖆

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Hwaxin después de cambiarse y comer algo fue a ver a Nina que ya estaba sufriendo las consecuencias de tomar la Jurda Parem

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Hwaxin después de cambiarse y comer algo fue a ver a Nina que ya estaba sufriendo las consecuencias de tomar la Jurda Parem. Matthias no quería separarse de ella, Hwaxin tuvo que obligarlo a dormir un poco, la condición para que cerrará los ojos unos minutos fue que la Serafini cuidara de Nina en todo momento.

—¿Ya se durmió?—preguntó Nina acostada, tenía mucha fiebre y no tenía muchas fuerzas para casi nada.

—Apenas cerró los ojos, no estoy convencida de que este dormido—respondio Hwaxin, traía una taza con agua rosa.

—¿Que es eso?

—Bebela, tu fiebre bajara un poco con esto...

—¿Que es?

—Algo que me hacia mí madre cuando enfermaba—dijo ella. La ayudó a dar un trago y está se quejo por el sabor. —Sabe horrible...

—No está hecho para que sepa bien.

—¿Que es?—Hwaxin cerró los ojos y suspiro, Nina no descansará hasta conseguir que le diga.

—¿Sabias que los Alkemi usaban nuestra sangre como materia prima de algunos antídotos?—respondió.

—Por lo Santos, Hwaxin, ¿acabo de beber tu sangre?

—Diluida en té negro, si—Nina hizo una mueca de horror que puso a reír a Hwaxin. —Te juro que no es venenosa... Mi madre lo hacía como te lo acabo de hacer yo y recuperaba las fuerzas de vivir en unas pocas horas.

—Pensé que los Serafini no los dejaban usar sus propios recursos...

—Eso pasó cuando escapamos—Responde, vagamos por Ravka unas semanas antes del pacto de fuego...

—Si pudiera hacer algo para compensar todo el daño que los Grisha le hicieron a los Serafini, lo haría sin pensarlo—le dice tratando de tomar la mano de Hwaxin, pero estaba algo descoordinada, la Serafini la ayudó.

—Me salvaste de la Jurda Parem, ya hiciste suficiente. Tal vez mi antídoto no te salve la vida, pero...

—Me siento mas fuerte ahora, soy sincera—Hwaxin masajeo sus nudillos viéndola sonreír. —Los Grisha tenemos muchas fábulas y canciones, ¿los Serafini los tienen?

Hwaxin pensó un poco y sonrió, había algunas que ya estaban borrosas en su mente, sin embargo, no podía negar sus orígenes.

—Teníamos canciones, pero todas son horribles—Responde ladeando la cabeza.

—¿Puedo escuchar un poco?—le pregunto mientras cierra los ojos. —Me ayudaría a dormir.

—Te traería pesadillas...

—Vamos—dijo sonriendo. —Hazlo por esta mujer moribunda...

—De acuerdo, es una canción que le escribió Saidta Brigga al hombre de la corona en sus años de juventud—se detuvo ahí y aclaró la garganta.

𝐏𝐑𝐈𝐂𝐄 | Kaz Brekker ½✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora