𝕮𝖆𝖕 5. |𝕾𝖍𝖚

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Estaba cansada de esperar a pesar de que había llegado el día anterior

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Estaba cansada de esperar a pesar de que había llegado el día anterior. El siguiente día iba a ser el Hringkälla y estaba nerviosa, no quería para nada conocer a la reina ni mucho menos "bendecir" a los Drüskelle.

Era un error estar ahí y le parecía una locura no tratar de escapar justo en ese momento.

Se encontraba sentada frente al tocador viendo su reflejo, en su mano cerrada estaba la pindora de Jurda Parem que tendía que comer cuando fuera el momento.

Tampoco iba a saber como era que tenía que actuar si llegaba a haber una señal, iba a comprometer todo el historial que tenían sus antepasados por un científico.

Si apuñalaba por la espalda a los Fjerdanos, odiarian a los Serafini igual que como lo hacen con los Grisha. Pero en cambio, solo la cazarian a ella.

Cuando escucho la puerta escondió la pildora en su bolsillo de su gran vestido color hueso.

—Vamos a presentarte a alguien— Era Brum. Esta sonrió y fue a la puerta para que la guiará.

Tenía tanta ansiedad que sólo podía pensar en métodos de tortura empleados en la era de piedra empleados en su persona si tan solo se el ocurría enfrentar a los Fjerdanos por Yul-Bayur.

Sin pensarlo, ni siquiera lo pidió y ahí estaba en frente de él.
Mierda pensó al ver a un chico Shu de ojos dorados. ¿Ese era Bo Yul-Bayur? ¿enserio? Parecía más un estudiante de la universidad de Ketterdam que un científico.

—Un gusto—soltó Hwaxin sonriendo. Ambos tenían rasgos Shu. Pero según sintiendo una tensión incomoda entre los dos.

—El gusto es mío—dijo él. Pero parecía temerle.

Los Shu no dejaron morir las historias de terror.
Pintaban al Serafini como un ser salvaje imposible de derrotar, la bestia que te comerá si te portas mal y el animal más asqueroso del mundo. Había un antiguo prejuicio Shu que decía si un Serafini tu ves, será mejor que te heches a correr, porque mala suerte vas a tener. Al parecer a este Shu se lo creyó de más.

—No soy de mala suerte, lo prometo—le dijo Hwaxin sonriendole. Este trago saliva.

—El es Yul-Bo Kuwei—eso la desconcertó. Pero hizo a Brum dejar de hablar en ese momento.

—Puedo hablar un momento a solas con el señor Kuwei—pidió con amabilidad sin verlo, después puso sus ojos en Brum. —por favor.

El hombre aceptó apenas. Una vez que su puerta se cerró, Kuwei se junto a la pared.

—No te comeré—dijo riendo mientra ve su trabajo en la mesa. Tomo un pétalo de Jurda y se lo muestra. —¿Donde tienen a Bo Yul-Bayul?—le pregunto en Shu.

—Mi padre murio—su confesión la hizo voltear con brusquedad a él. —Murió por fuego cruzado.

—No me digas eso—dijo tratando de fingir preocupación pero solo se hecho a reír. Pekka estaba en graves problemas y ella también.

Su risa era más de nervios y preocupación que de gracia, Kuwei lo noto.

—¿Desepcionada?—le pregunto relajando los hombros un poco.

—Muero en vida justo ahora—dijo viendo al techo. —No puedo regresar a Kerch...

—¿Eres de Kerch?—le pregunto. —No tienes la palabra.

—¿Cual palabra? ¡Ah!—entendió, la palabra clave. —Esa palabra, ¿Sesh-uyeh?

Kuwei estaba sorprendido y paralizado. El monstruo de sus pesandollas era el que lo sacaría de ahí.

—Vine por Bo Yul-Bayur—confesó. —Pero, puede que tu sirvas, ¿estas haciendo esto tu?

—Si, pero todavía no puedo hacerlo—confesó.

—Ya puedes olvidarte de eso, vendrán unas personas te sacaran de aquí, yo soy más una distracción—le dijo. —viste como me trataban...

—Si, escuche que los Serafini aquí son muy alabados—siguió Kuwei.

—Entonces sigue alagandome—le dijo riendo, eso logró sacarle una débil sonrisa. —Creo que tengo que irme o va a pensar que estoy conspirando en su contra... O que ya te mate.

—¿Lo harías?—le pregunto.

—No, creo que no.

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Desperto con las miradas de tres chicas Fjerdanas en cara. Se asustó y se hecho para atrás, ¿Cuanto tiempo estuvieron viendola dormir?
Era tarde, lo supo por la hora del reloj.

—¿Porqué no me despertaron?—pregunto sonriendo nerviosa.

Comensaron a decirles cosas en Fjerdano, que no entendió. La levantaron de golpe y le hicieron quitarse la bata blanca de dormir y la pusieron dentro de una tina con agua caliente.

No le preguntaron si estaría bien bañarla ellas mismas, solo prosiguieron a enjabonarls y lustrar su cuerpo.

—Oigan, ¿que me hacen?—le pregunto algo escandalizado.

—Limpiar—dijo en Kerch con un acento muy sucio. Tomó su brazo y vio el emblema de los Leones moneda.

Abrió mucho los ojos y se lo mostró a sus compañeras.

—¿Que sucede?—les pregunto. Negaron y siguieron lavandole el cuerpo. —Oigan, me gustaría hacerlo...sola. Sin ayuda.

Negaron de nuevo y siguieron lustrando. La voltearon y vieron sus cicatrices, después de eso murmuraron a sus espaldas, aunque no tenía sentido porque de igual manera no entendía.

—Basta, por favor—pidio cubriéndose. Fue difícil luchar, esas mujeres tenían la fuerza en un gigante. La cargaban, la vestían y la hacían sentir como una muñeca de trapo.

Su vestido era de color perla, y se sentía horrible cada vez que las chicas se arrodillaban para arreglarla.

—Pueden darme un segundo—pidió y ellas no la escuchan. —¡Quiero estar sola, por favor!

Despues de su grito las chicas salieron corriendo.

Su vestido blanco, vieron sus cicatrices. El vestido no le apretaba, pero sólo quería quitárselo, le asfixiaba.

Paso sus manos atrás buscando los botones, pero no podía desabrocharlos, sus manos temblaban mientras su respiración agitada le impedía concentrarse.

Se desespero. No, maldita sea, sal maldito, sal... Pensó mientras le ardian los ojos.

El cuello del vestido le apretaba y con sus uñas se dejó la piel irritada.

Estaba reviviendo justo el momento en el que iban a abordar el esquife... Inej, Jesper, Kaz... No termino muy bien, fue un desastre, era como si estuviera repitiéndose la historia no le gustaba esa sensación. No quería morir, no quería volver a desaparecer.

𝐏𝐑𝐈𝐂𝐄 | Kaz Brekker ½✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora