Lo que es el amor

Aceitunas

Eran exactamente las 3:46 de la tarde, lo que significaba que la clase de Psicología social estaba por empezar y SeokJin sólo tenía 14 minutos para llegar a la universidad. Corriendo y deteniéndose en el cruce peatonal, esperando a que los coches se detuvieran, fue que maldijo la hora en la que había decidido no usar su coche. «Estoy lleno de mala suerte», se dijo para sí mismo, mirando al semáforo y rogando por que el color rojo apareciera. Sacó su celular del pantalón para checar la hora una vez más y su ansiedad se incrementó al ver que sólo tenía diez minutos para llegar. «Ay, por favor, ¿es que te acabas de poner en verde? ¿Por qué tardas tanto en cambiar?», se dirigió al semáforo que claramente no le iba a responder y sonrió al ver el cambio de luces. Miró que los coches se detuvieran y atravesó la calle corriendo. Definitivamente llegaría tarde a la clase del Profesor Min, y definitivamente le daría una mala impresión a su posible futuro suegro, algo que realmente detestaba con todo su ser.

SeokJin entró de prisa a la Universidad y corrió hasta su facultad, otra maldición salió de su boca al darse cuenta que ésta quedaba hasta la otra punta de la Universidad. Ya llevaba quince minutos de retraso y por supuesto que recibiría una mala mirada del profesor, además de un gesto de negación hacia su persona. Lo conocía muy bien, tantas veces lo había visto en la sala de su casa conversando y riendo junto a su padre que le parecía algo incomodo tenerlo de maestro. Ese hombre lo conocía desde antes de ser un espermatozoide luchando por llegar al óvulo de su madre, incluso le había llegado a cambiar el pañal. El Profesor Min sabía tanto de SeokJin que tener que tratarlo diferente a casi un padre, como solía hacerlo en su casa, le resultaba extraño. Al llegar a su salón, entró sin hacer demasiado ruido y esperó no llamar tanto la atención, pero como sabía que ese no era su día, no se sorprendió al recibir la mirada de todos sus compañeros y del Profesor cuando hizo ruido con su termo de acero inoxidable. Quiso hacerse pequeño en su lugar, pero aquellos ojos oscuros y penetrantes de su profesor le impidieron evitar recibir el reclamo silencioso por parte del mejor amigo de su padre. SeokJin conocía bien esa mirada, era la misma que YoonGi ponía cuando alguien lo molestaba o decía algo que no debía. Y debía ser franco, esa mirada lo intimidaba. Era una mirada profunda que te obligaba a dejar de hacer lo que sea que estuviera molestándolo. Hana no era así, o tal vez es porque nunca había llegado a verla tan molesta. Ella era una chica que irradiaba alegría y dulzura, siempre estaba sonriendo y cuando se molestaba por algo su sonrisa se desvanecía, pero su mirada nunca llegó a intimidar al mayor de los Jeon. SeokJin no lograba entender cómo era que su hermano menor se llevaba mejor con YoonGi. A pesar de que siempre que estaban juntos se contaban su día, compartían pensamientos y reían como si fueran los mejores amigos, YoonGi no se veía tan cómodo con SeokJin como lo estaba con JungKook.

El castaño sacó su MacBook para comenzar a tomar apuntes, sin embargo, justo cuando dejó de ser el centro de atención en su clase, un chico de tez morena, alto y con la respiración agitada entró al salón torpemente. No le importó recibir las miradas de los demás en el salón, él sólo se sentó a lado de SeokJin y recargó su cabeza en la banca para poder descansar, seguro que el chico también había corrido un maratón. El Profesor Min siguió dando su clase como si ningún chico amante de las plantas hubiera llegado veinticinco minutos tarde y hubiera interrumpido su clase como el chico que había decidido no utilizar su auto lo había hecho cinco minutos antes. Desde el inicio del semestre, el Profesor Min especificó que no le importaba si sus estudiantes llegaban tarde a clase, siempre y cuando no hicieran ruido al entrar, algo que, tanto SeokJin como el presidente del Club de Jardinería habían parecido haberlo olvidarlo.

— Hey, Jin — dijo el recién llegado — ¿Qué ha dicho el profesor? — preguntó en voz baja.

— No sé, yo también acabo de llegar — contestó el castaño con el mismo tono de voz.