1. Perreito Salvaje

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–Sexo. Eso es a lo que hemos venido.

Ella mira hacia el techo como si fuese el sueño de su vida estar aquí.

¿Qué le pasa a esta muchacha? Me quedo mirando a mi nueva compañera de piso como si le hubiera crecido una tercera cabeza (la segunda le ha salido cuando me ha dicho que estaba estudiando derecho por vocación). No la conozco ni desde hace 5 minutos, tampoco es que me interese hablar de mi vida sexual inexistente con alguien a quien apenas conozco y, para colmo, ¿acaso venía este tema de conversación a cuento? Si estábamos hablando de que tenía tres perros y que vivía en un chalet en Albacete. Aun así, la miro por encima del cómic de One Piece que estaba intentando leer con una ceja levantada y mi sonrisa asomándose.

–Pero para eso se necesita otra persona, eres consciente, ¿verdad?

–¿Ahora es cuando se supone que debería reírme? –Pregunta cruzándose de brazos. –Porque no lo voy a hacer. –Intento volver a mi lectura pero ella agacha el cómic asomando su cabeza para poder mirar ella también. –¿Qué lees?

–One Piece.

–Oh. –Se queda pensativa y señala a Zoro. –Este es guapo.

–Si pretendes que sea el que te de sexo, va a ser complicado porque, te contaré un secreto. –Me acerco un poco a ella y empiezo a susurrar. –No existe.

–Tú eres un poco rarita, ¿verdad? —Me pregunta arrugando su pequeña nariz.—No te ofendas. Yo también lo soy. A veces. En menos cantidad.

El timbre de la que va a ser mi casa hasta junio suena interrumpiendo la conversación que estábamos teniendo y pienso que va a ser mi salvación para poder disfrutar de mi cómic. Yo he sido la primera en entrar, el casero me ha dado las llaves y me ha explicado un poco como funcionaba todo en la casa y después ha venido la pija morena de Hollywood llamada Virginia Rubio, ¿qué sorpresa me tendrá preparada ahora la vida? Y no es que Virginia (o Ruby como me ha dicho que la llama todo el mundo) me haya caído mal. Todo lo contrario. Pero creo que es de esas personas que no me va a dejar demasiado espacio para mis pensamientos y se ha esforzado en demostrármelo en estos 10 minutos que llevamos juntas. Voy yo a abrir la puerta rezando para que venga la viva imagen de la tranquilidad y soy YO la que abre porque Ruby ha decidido empezar una sesión de fotos para sus seguidores en mitad del salón, encendiendo una de las lámparas que tiene posiblemente la misma edad que mi abuela solo para tener mejor iluminación. Así al menos estará entretenida un rato.

Nada más abrir, me quedo mirando una camiseta, frunzo el ceño y levanto la cabeza un par de centímetros más hasta que me encuentro a la que va a ser la tercera en discordia.

–Tú debes ser Riley. –Afirmo dándole mi mano para que la agarre. Ella asiente sin siquiera mirarme y se coloca su pelo liso y anaranjado detrás de la oreja. –Yo soy Alexia pero todos me llaman Álex. La influencer que tienes sentada en nuestro sofá es Virgnia.

La recién nombrada me fulmina con la mirada. Me ha dejado bien claro que odia su nombre y a todo aquel que le llama por él. Cosa que creo que me va a generar muchos buenos momentos. Ruby termina por acercarse a Riley con una sonrisa radiante.

–No le hagas caso, creo que es un poco rarita. Llámame Ruby o te mataré —Le planta dos besos poniéndose de puntillas y después coge un mechón de su pelo. —¡Me encanta! ¿Es natural?

Riley asiente. Parece muy tímida. No nos ha mirado a ninguna de las dos todavía y no deja de rascarse el brazo. Lo único que sé de ella es que viene de Irlanda pero que habla perfectamente español.

–Encantada de conoceros chicas, ¿cuál va a ser mi habitación?

No me da tiempo a contestar porque Ruby se me adelanta y coge de la mano a Riley para hacerle un pequeño; más bien MUY pequeño tour por nuestro piso. Cierro la puerta de la calle y me quedo mirando a mis compañeras, en nuestra casa. Una casa pequeña pero con mucha luz, cuyo salón deja mucho que desear con un sofá que no tiene patas de cuero marrón y una mesa pequeña delante que debe tener mínimo 70 años. Aun así, me gusta, ¿no se lleva ahora lo vintage? De hecho, la tele de 40 pulgadas que está colocada justo enfrente en un mueble también marrón con una estantería llena de libros clásicos, me desentona en el ambiente. Sin embargo, mi parte favorita es la cocina, a la izquierda de la casa nada más entrar. Está decorada en tonos azules y es igual de pequeña que el resto de la casa, alargada, pero tiene una pequeña mesa blanca con cuatro sillas y no paro de imaginarme escenarios en ella, como una partida de poker los domingos, desayunos americanos y charlas a las 2 de la madrugada sobre la existencia.

Mientras que Ruby avasalla a preguntas a su nueva víctima después de que yo ignorase el 90%, voy a mi habitación a mirar mi nuevo cuarto. La cama es horrible y no por quejarme pero, ¿es posible que note todos y cada uno de los muelles? Por no hablar lo que suena esto. Espero que si alguna de mis compañeras decide tener una noche de pasión, utilice el escritorio que posiblemente sea más cómodo y se escuche menos.

Empiezo a colocar mis cosas para hacer la habitación más mía y no sentirme tan sola. Pongo mis pósteres de One Piece por las paredes, sobre todo por aquellos huecos que están más sucios y lleno las estanterías con mis cómics y figuritas. Reviso el móvil una vez decido descansar. Tengo un mensaje de mi madre preguntándome qué tal y que si he visto ya a mi hermano, que no le contesta a los mensajes. Sonrío al pensar en Noah. Siempre ha sido mi persona favorita en el mundo pero es cierto que va a su aire, ¿cómo es posible que todavía no me haya preguntado qué tal el piso? No le juzgo...Solo cuestiono.

Me tumbo en la cama deseando descansar cerrando los ojos; hoy ha sido un día complicado, entre el viaje, sacar todas mis cosas y guardarlas en el armario para que no se arruguen o se me acumulen y hacer la compra de la semana sola (podría haber esperado a Ruby y Riley), estoy reventada. Pero, como he dicho antes, Virginia no es de esas que dejan paz y tranquilidad. Abre la puerta de mi habitación de par en par y entra gritando como una loca.

–¿No te estarás masturbando? Que me parece muy bien pero...

–Ya lo estarías viendo si así fuera, ¿no crees?

–Oh. Es cierto. —Ella se acerca a mí y se tira en mi cama poniendo una cara de desagrado al clavarse uno de los muelles. —Álex, ¿qué hacemos esta noche?

Me incorporo un poco para mirarla fijamente.

–¿Cómo que qué hacemos? –Y digo el" hacemos" señalando nuestros cuerpos. Yo tenía claro mis planes: descansar.

–Álex, ¿cuántos años tienes?



–Ya te lo he dicho antes.





–Sí, es que he creído escuchar dieciocho no OCHENTA. Tenemos que inaugurar nuestra primera noche como universitarias.





En cierto modo me divierte su actitud y su intento de convencerme. Podría ser buena abogada al fin y al cabo. Me quedo mirándola unos segundos para ponerla un poco nerviosa y sé que surte efecto porque empieza a removerse.





—No sé, no sé, ¿y por qué debería salir contigo?





—Porque antes me has llamado Virginia y me lo debes. —Contesta cruzándose de brazos. —Venga... Por favor... No conozco a nadie aquí y creo que sería una buena forma de hacer amigos y dejar de molestarte a ti.





—Dios... Me ha gustado demasiado esa idea como para dejar escapar una oportunidad así. Repítemelo otra vez.. —Bromeo sentándome en la cama. Ella me da un golpe en el brazo y sonrío. A veces puedo ser un poco gilipollas, lo admito. –Conozco un par de sitios por aquí que seguro que está lleno de estudiantes.





–Sabía que a pesar de ser un poco rarita, en el fondo, me caerías bien. Por cierto, ¿cómo conoces sitios si no eres de por aquí?

–Mi hermano mayor estudia en esta misma universidad.

Ruby aplaude con energía. Se levanta de la cama y empieza a contonearse al ritmo de una canción inventada.

–¡No te haces a la idea de lo feliz que me has hecho! –Abre mi armario y saca uno de mis vestidos favoritos poniéndoselo por encima. –Vamos a ponernos bien perras.

SI TE ATREVES  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora