Palabra con C

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Mi papá cree fielmente que cuando un hijo se va no debe regresar a vivir con sus papás, sin embargo, eso no funciona con Sergio o conmigo, siempre que queremos o siempre que podemos regresamos a casa.

Esta vez lo hicimos con una lasaña enorme y una ensalada llena de alfalfa que era injustificable hasta para Olimpia la cual está remojando sus dedos de señora en Baileys.

—Eres alcohólica peque.

—Sí, no yo ehh.

—Es la receta de mi mamá—Nos recordó. —Saqué un poco para ti y esos dos qué se creen, por qué no están en casa ya.

Esos dos a los que Olimpia se refieren son sus papás, su hermano mayor bajó con un cuaderno y lo tiró por la terraza. Sergio y yo reímos y sus hermanos fue a pedirle con paciencia que fuese por el cuaderno.

—Soy un jodido chiste, a quién putas le cuesta matemática en una familia que respira matemáticas.

—A ti, pero eres guapo y podemos siempre prostituirte —respondió Olimpia y los tres le miramos.

—¿Qué pasa con tu boquita hoy? ¿Por qué estás haciendo el tiramisú favorito de papá?

—Olimpia está en problemas —Intervino Milo. —No es tan difícil Bass, solo tienes que concentrarte no se te dan las matemáticas pero aprendes rápido.

Sus dos hermanos se sentaron en la barra de la cocina a para ayudarle con la tarea. Mi hermana se quejó de la maestra Gissell. Estaba comportándose más pesada con el paso de los años aparentemente y no le ha permitido una sola charlatanería, así que después de tres días sin poder moverse siquiera de su silla o hacer un simple comentario sobre la materia, mi hermana pequeña enloqueció.

Todos mis hermanos tienen mal carácter. Por ejemplo Bass tira cosas, Milo rompe cosas, pero, mi amor Olimpia. Ella abre su boca y cree que está hablando, pero es como si tuviese un megáfono incorporado y se les escucha a diez cuadras de distancia. Eso pasó en su clase de Español. Ella elevó la mano educadamente, la maestra la ignoró, su compañero al que le dieron la palabra se equivocó, así con dos compañeros más y la maestra le negó la palabra al quinto compañero, no el segundo, no el tercero ¡El quinto! Le dio la palabra a Olimpia, la cual se comporta como una pequeña olla de presión, mi pobre hermana, dijo la respuesta correcta y la hicieron escribir en su cuaderno cincuenta veces: No debo interrumpir la clase, pero, su ego estaba en proceso de sanación, porque tuvo la razón.

La clase continuó y surgieron dos preguntas más que ella respondió tras elevar la mano y ser ignorada, lo cual, acabó con mi hermana escribiendo la misma frase ciento cincuenta veces, pero ya no le importaba. Solo escribía y le añadió su estilo. Unos corazoncitos soberbios sobre las íes, mis hermanos y yo hasta ahí asentimos.

—Díganme cinco objetos en su habitación con C.

—Fácil —respondió Bass. —Cama.

—Colcha—añadí.

—Cuadro.

—Clóset.

—Cubo de Rubik—propuso Sergio y todos nos giramos hacia él, mi hermana le dio una repasada con la mirada mientras tomaba un

—A todos nos faltaba la última, y nadie dijo: Cubo de Rubik, porque así no va la clase. Nadie quería participar. ¡Absolutamente nadie!—enfatizó mientras batía un poco la crema de café. —Alcé las dos manos, ¡las dos! Y quizá un pie, la muy bruja me ignoró —Al vernos con el rostro confundido mi hermana elevó su pie a la altura de su cabeza con simpleza como si no fuese nada, sus hermanos rieron, yo le aplaudí.

El bebé del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora