18. Siempre fuiste tu

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Le estaba dando la espalda, mi cabello cubría parte e ella. Me despertaron sus besos en mi hombro derecho y parte de mi omóplato, sonreí porque me hacía cosquillas

—Buen día hermosa— habló luego en mi oído con su acento escocés que tanto amaba

—Buen día, corazón— dije dándome vuelta en la cama y sus ojos celestes como el cielo se clavaron en los míos para luego atacar mi cuello con suaves besos, me hizo reír una vez más entonces tomé su rostro entre mis manos para separarlo de aquella zona y verlo. Luego acaricié su mejilla como no creyendo lo que sucedía

—¿Sucede algo?— preguntó él, negué

—Solo déjame admirarte un poco— respondí con una sonrisa

—Peor ¿por qué?— volvió a cuestionar sin comprender

—Solo déjame hacerlo ¿sí?— una vez más acaricié su rostro. 

Durante tanto tiempo dejé enterrado esos sentimientos que nunca imaginé que en algún momento volverían a aparecer y con más fuerza que antes pero agradecía que él no hubiese estado de novio porque un nuevo corazón roto no iba a soportar

—Sigo preguntando que sucede por tu mente, por qué te disocias de esa manera— habló sacándome de mis pensamientos, tomé su mano para entrelazar nuestros dedos

—En ti, en nosotros, en como nos conocimos, en nuestra amistad y sobre todo en nuestro amor— confesé por primera vez

—Nunca creí que esto podría pasar, siempre te observé como mi mejor amiga pero llegó un momento donde no comprendía que sucedía con nosotros pero sobre todo conmigo. Solías salir con muchos hombres y siempre me preguntaba cuando verías que aquí estaba amándote con toda mi alma, que te quería cuidar de cualquier cosa que sucediera— habló él a mi lado con sus ojitos en mi

—Tarda en llegar y al final hay recompensa— recordé con una sonrisa

—¿Y cuál es la recompensa?— cuestionó en broma, fingí sorpresa para terminar de responder

—Mi amor es esa recompensa ¿te parece bien?— dije recogiendo mi cabello

—Me parece más que bien— respondió el pelinegro y me robó un beso 

—Creo que es tarde y debería ir a trabajar— mencioné viendo el reloj de mi móvil

—Vamos, no te vayas... pasa el día conmigo, al menos déjame tenerte un día completo para mi— pidió casi por favor

—¿Sabes que pasará si me quedo contigo todo el día?— hablé seriamente

—No, no sé— respondió fingiendo ingenuidad

—Vamos Richard, lo sabes muy bien. No saldremos de esta cama y mañana me dolerá todo el cuerpo— respondí siendo la adulta de la relación y toqué su nariz con mi dedo índice, él hizo puchero sin dejar de verme

—Por favor— pidió después

—Amor, no me vas a manipular de esa manera— dije pero mientras decía aquello se ubicó sobre mi colocando mis manos sobre mi cabeza

—Sabes que tampoco quieres salir de esta cama— mencionó mordiendo su labio inferior

—No quisiera pero debo amor, no puedo dejar sola a Carol en la galería— respondí antes de robarle un beso

—Si puedes —me guiñó un ojo— en verdad quiero pasar el día contigo— agregó soltando mis manos, tomé una más su rostro y hablé

—Podemos pasar el día juntos —se le formó una sonrisa— pero no estaremos en la cama— agregué y su sonrisa se desvaneció

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