El Destino

1. Lissa

Me desperté con los rayos de luz del sol que ingresaban por el gran ventanal que tenía a un costado de la cama y me daba la perfecta vista de la ciudad. Creo que había comprado ese departamento, más que departamento era todo un piso completo en el centro de Nueva York, por ese ventanal. A decir verdad era bastante caro pero nada que no pudiese costear gracias a mi trabajo. Me giré en la cama porque tenía un tremendo dolor de cabeza y sentí que había alguien a mi lado por lo que abrí los ojos de inmediato encontrándome con una espalda; el hombre de color en mi cama se giró despertándose

—Buenos días, hermosa— habló con una sonrisa, llevaba el cabello muy corto y una barba estilo candado, era un hombre muy atractivo

—Buenos días...— dije quedándome en silencio ya que no recordaba su nombre, la mayoría de los hombres que pasaban por mi cama no se quedaban hasta el desayuno a excepción de uno

—Soy Sam cariño. Sam Wilson— comentó manteniendo su sonrisa

—Lo siento, no suelo despertar con un hombre a mi lado... a menos que sea mi mejor amigo— hablé levantándome de la cama para coger una bata de seda en color negro que me llegaba apenas a mitad del muslo y los lentes para colocármelos

—Qué suerte tiene— habló el tal Sam imitándome para coger su ropa y vestirse

—No tienes idea— susurré para mi misma, ya que no sucedía lo que le pasaba por la mente.

Caminé al baño mientras me recogía el cabello, me observé un momento en el espejo y suspiré ¿cómo pude permitir que un hombre se quedase hasta el desayuno? era un error que no volvería a cometer, lavé mi rostro y los dientes para luego salir hacia la cocina en lo que el tal Sam ingresaba en el baño. Preparé dos tazas de café, unas tostadas y un bowl con fruta cortada. 

Al salir del baño el hombre se unió a mi para desayunar juntos, cogió una tostada y le dio un mordisco en lo que lo veía para hablar

—Siento no recordar tu nombre, anoche bebí demasiado— sentí el rostro rojo de la vergüenza 

—No te preocupes, ni siquiera me has dicho el tuyo— comentó antes de beber café

—Melissa McKee, un gusto Sam—  dije con una sonrisa y extendí mi mano para que la estrechara, él sonrió y la estrechó

—Un gusto Melissa— habló luego, parecía un hombre amable y encantador que cualquier mujer desearía frecuentar y/o enamorar

—Casi ninguno tampoco sabe mi nombre, siento que ya podemos ser amigos— bromeé a lo que él rió por mis palabras, aunque lo dije en broma era real; muchos de los hombres con los que estaba me llamaban por un nombre cualquiera hasta algunos me decían el nombre de su ex

—No me parece mal, después de todo anoche la pasamos muy bien juntos— comentó jugando con la taza

—Seguramente— hablé ya que no recordaba mucho.

Luego del desayuno Sam se marchó y prometimos frecuentarnos un poco más pero no en la forma de la noche anterior, ¿quién no decía que tal vez podíamos tener una amistad? Tenía un almuerzo programado con mi mejor amigo así que observé el reloj, aún era temprano por lo que decidí tomar una ducha sin lavarme el cabello. Al salir me envolví en una toalla y me acerqué al armario, del cajón tomé un conjunto de ropa interior de encaje en color blanco ya que usaría una camisa blanca ceñida al cuerpo y unos skinny jeans negros para no ir tan formal. Acomodé mi cabello y me coloqué un poco de maquillaje e infaltable el labial rojo que tanto amaba luego salí de mi piso; teníamos una reserva en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. Al llegar me estaba esperando en la puerta, llevaba pantalones negros que simulaban a los de vestir, una camiseta en verde petróleo al fin usaba algo de color y no esas en color blanco, y para completar todo el look tenía una chaqueta negra; era un hombre tan guapo y encantador que cualquier mujer se enamoraría de él... ni hablar de sus ojos azules, su marcada estructura ósea, su cabello oscuro con rulos aunque lo llevaba corto se notaba y sobre todo ese mechón de cabello blanco en el frente