10. Merveilleux ami

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Cuando digo a casa es porque realmente me refiero a mi casa.

Archer apaga el motor, lo que me hace entender que no planea marcharse enseguida.

Bloqueo mi teléfono.

Durante el camino le había mandado un mensaje a Leah para decirle que me marché antes. También le mando uno a Jean Philippe con la excusa de que mi hermana me necesitaba en casa. Lo sé, una mentira horrible. Pero no quería decirle la verdad: que estaba confundida. Con él. Con Archer. Con todo.

Archer frunce las cejas cuando mira que la casa estaba a oscuras.

—¿No hay nadie?

—Si no me equivoco hoy se fueron a la boda de unos amigos suyos. No creo que vuelvan pronto —digo, recordando que mis padres siempre volvían hasta tarde cuando tenían salidas o eventos. Porque así eran ellos, disfrutaban de la vida, de lo que tenían. Ambos de la mano. Si no fuera por ellos probablemente no creería en el amor verdadero.

Miro al chico junto a mí. Él no había sido mi primera vez. Había tenido un novio antes y algunos deslices, pero nada que me hiciera enamorar. No fue hasta que Archer dejó esta ciudad que me di cuenta de que me había enamorado. Y luego... Luego mi corazón se hizo añicos. Entré en la universidad sabiendo que en las fiestas pasaba de todo. Y es cierto. Seguí algunos pasos de Leah y me acosté con alguno que otro, pero llegué a un punto en el que no podía. No me sentía cómoda al hacerlo con alguien que apenas conocía. Un año después apareció Jean Philippe y me gustaba las cosas que me hacía sentir y lo sigue haciendo, a pesar de que Archer haya regresado. Pero, aun así...

—¿Todo bien? —pregunta.

No, porque tú estás aquí y me haces estar en una encrucijada.

—Sí. Es solo que... —me encojo de hombros. El alcohol en mi sistema ya se estaba desvaneciendo. Miro la hamburguesa en mi regazo. Archer decidió pasar por un AutoMac porque me moría de hambre. No pude decir que no cuando me ofreció una—. Olvídalo.

—Tú misma me dijiste que decir las cosas en voz alta ayuda.

—Lo sé —me muerdo la lengua.

—No te obligaré a decirme si no quieres.

—Bien.

—Bien.

Y le doy un mordisco a mi comida.

Ahogo un gemido. Archer abre los ojos con la hamburguesa a centímetros de su boca. Apenas le quedaba un poco. En cambio, yo recién me atreví a morderla.

—¿Acabas de gemir por una hamburguesa?

Sacudo la cabeza, lamiéndome los labios. Soy consciente de que él los miraba en ese entonces.

—No sabes hace cuánto no como uno de estos.

—No entiendo porque te empeñas en cuidarte tanto cuando tienes un cuerpo hermoso.

Reprimo una sonrisa y digo:

—¿Por qué crees que tengo este cuerpo hermoso?

—El otro día comimos pizza y no oí ningún orgasmo de tu parte.

—Porque las pizzas no me matan como lo hacen las hamburguesas.

—Mejor dicho, no te hacen llegar.

Suelto una carcajada.

—No puedo creer que hayas dicho eso —sonrío.

—Pues créelo. Tengo una mente depravada.

Y una boca sucia, pienso.

Nosotros, siempre (SIEMPRE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora