26. Siempre

196 8 0
                                    

Unos golpes en la puerta suenan. Leah, que duerme como tumba, sigue roncando.

Me limpio los ojos somnolienta y miro la hora.

9.45 de la mañana.

Los golpes vuelven a sonar.

Me obligo a salir de la cama y voy hasta la puerta con cero entusiasmo. Paris me mira de arriba hacia abajo. Estrecho los ojos.

—¿Sabes qué hora es? —le pregunto.

—¿Y tú sabes que me voy esta noche, no? —enarca una ceja perfectamente depilada.

De pronto, me despabilo por completo.

Abro los ojos.

—Oh, sí —dice ella.

—Mierda —me paso una mano por mi cabello que últimamente era un desastre de rulos.

—Así que te vas a vestir y me vas a acompañar a desayunar. Me lo merezco por ser tu mejor amiga que vive a kilómetros de distancia y que ves un par de veces al año —Paris se cruza de brazos y me lanza una mirada desafiante.

La dejo pasar y me voy a buscar la ropa más decente que encuentro. No había hecho la colada y tenía pocas prendas limpias. Nunca he sido tan desordenada como estos últimos días. Mentira. Estuve así o peor cuando Archer se fue a Nueva York. Mis ojos se cristalizan al recordarlo. ¿Por qué nunca podemos funcionar bien? Y aquí estaba Paris, negándose a que me hunda de nuevo. Me sorbo la nariz y me visto tranquilamente.

Resulta que a Leah le tocaba turno en el Starbucks, pues se despierta de golpe y nos grita que por qué no la despertamos y por qué su alarma no había sonado. Le quedaba media hora. Por suerte, le dije que yo la llevaría en mi auto.

Una vez que llegamos, Leah se marcha a ponerse su uniforme. Paris deja nuestras cosas en una mesita y me pregunta si puedo ir yo a pedir los pedidos porque tenía que enviar unos archivos a Loren que necesitaba urgente.

Me encuentro pidiéndole nuestros cafés a Leah cuando lo siento. Aquella sensación dulce y tibia como cada vez que se encontraba cerca de mí. Me callo, y confirmo que está detrás de mí cuando Leah lo mira.

Leah es la primera en romper el hielo cuando les dice a sus compañeras de trabajo que se acabaron los granos de café y que ella irá por ellos a la bodega.

Cierro los ojos con fuerza para darme valor antes de girarme.

—Archer.

Ambos nos quedamos completamente quietos sin dejar de mirarnos. Aunque noto que no me mira directamente, sino que tiene sus ojos clavados en otro punto que no es mi rostro.

Trago saliva, reuniendo todo el coraje para preguntarle:

—¿Podemos hablar?

A pesar de que quiera estar con otra, Archer se merecía saber la verdad sobre cómo me siento y sobre mis sentimientos hacia él.

Archer no responde.

—Por favor.

—Bien —dice, sin ninguna gana y desviando la mirada hacia otro lado.

Me percato de que no hay rastro de Paris. Frunzo el ceño.

—¿También te hizo venir? —le pregunto.

—Sí.

—No debería sorprenderme.

Como no dice nada me veo preguntado:

—¿Prefieres hablar aquí o...?

—Aquí está bien. —Me corta y se dirige a la mesa más lejana posible.

Nosotros, siempre (SIEMPRE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora