12. Cero líos amorosos

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—¿Qué sabes de Alan?

—En serio, no quiero entrometerme entre ellos. Eres una cotilla.

—No es eso —suelto un bufido—. Solo quiero saber si es lo suficientemente bueno como para no romperle el corazón a Leah.

Archer arruga el entrecejo.

—De los dos, estoy seguro de que Leah es la rompecorazones.

—Ya sabes lo que dicen, no juzgues a un libro por su portada.

Después de unas semanas, decido volver a correr durante las mañanas. Hoy fue mi tercer día cuando me encuentro con Archer. También iba con ropa deportiva, y evito sorprenderme frente a él cuando veo su rodillera ortopédica.

—Lisa, Lisa. Qué sorpresa. ¿También sales a correr?

—No —le digo. Solo porque sé que, si le digo que sí, me terminará acompañando.

—Mentirosa.

Y me acompaña. En mi recorrido matutino.

Cuando acabamos él me dice que para la próxima iremos por su recorrido a lo que yo protesto, pero finalmente termino aceptando.

Ahora nos encontrábamos en medio del campus, recostados en el césped y sin sudaderas por el calor que sentíamos, así que la terminamos usando como mantas para nuestras espaldas. Archer sabía sobre mi alergia al césped. Un poco de contacto y ya me picaba todo.

—Bueno —me dice—, no conozco mucho a Alan como te conozco a ti, pero sé lo suficiente como para decirte que no te preocupes.

Suelto un gran resoplido mirando el cielo. Archer suelta una risa. Y de repente, soy demasiado consciente de que lo tengo cerca. Nuestros brazos se rozaban, al igual que nuestras piernas. Mi respiración se ralentiza al percatarme lo que me provoca su piel. Ese cosquilleo inigualable que me grita que me acerque más para sentirlo en todos los sentidos. Archer gira su cabeza, de manera que se queda mirando mi perfil. No quería hacer lo mismo, pues me daba miedo lo que encontraría en sus ojos. Ya se veía lo suficientemente atractivo y jodidamente sexy con esos pantalones cortos y esa camiseta sin mangas que se le pegó a la piel a causa del sudor. Su pelo se le había rizado un poco pegándose en su frente. Pueden pensar que el sudor es asqueroso o lo que sea y bien, hasta yo puedo decirlo. Pero en Archer... en su estado físico y con su... sí, belleza. Repito: estaba jodidamente sexy.

¿Es esto qué me gusta o solo es atracción física?

Me levanto de golpe, ignorando el mareo que me da por eso. Archer se incorpora mirándome. Alzo mi capucha rosada fosforescente y lo sacudo para quitarle los restos de césped.

—Pronto comenzará mi clase —le digo. Y cuando lo veo, lo pillo observando mi torso (ese día llevaba un top corto deportivo), sus ojos suben hasta llegar a mi pecho y, finalmente, se detiene en mi rostro.

Alzo una ceja.

—Claro —sonríe, simplemente con una sonrisa juguetona—. Nos vemos.

Pongo los ojos en blanco y me marcho. Necesitaba una ducha fría. Lo suficientemente fría como para quitarme no solo el sudor, también el calor.

Nosotros, siempre (SIEMPRE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora